Elecciones en Cataluña
Barcelona y los mayores de 44 años deciden la Generalitat
Cataluña afronta hoy unas elecciones decisivas cuya onda expansiva llega hasta Moncloa: los pactos poselectorales repercutirán en el Gobierno de Sánchez
Cataluña se enfrenta hoy a unas elecciones en las que el futuro de la Generalitat puede ir unido al de la legislatura nacional. Lo que decidan los catalanes influirá en la estabilidad de Moncloa y en el futuro de Pedro Sánchez, aunque no signifique que el presidente del Gobierno vaya a ser desalojado del poder de manera inmediata. Pero sí puede encontrarse con un Carles Puigdemont que, en el caso de que tenga que irse a casa porque no consigue la Presidencia de la Generalitat, está decidido a marcharse con un portazo, dando el último golpe de muerte al Gobierno de coalición. El censo catalán es un universo complejo, donde los mayores de 44 años son los que tienen más peso, al sumar el 63,9 por ciento del total de electores. Pero esta desproporción se acrecienta todavía más si se mide en votantes, no en electores, ya que la abstención es más elevada entre los que cuentan entre 18 y 44 años. Prácticamente el voto de los mayores de 45 años duplica al de los que están por debajo de ese parámetro de edad, según la estimación de NC Report. La baja participación de los más jóvenes relativiza la incorporación a estas elecciones de 243.003 electores que podrán votar hoy por primera vez. Será también determinante en el resultado final del recuento de las urnas lo que ocurra en Barcelona por dos motivos clave. Primero, porque aglutina al 74,3 por ciento del censo de Cataluña. Segundo, porque junto con Girona presenta los mayores índices de participación.
Además, hay un 11,8 por ciento del censo que puede haber tomado la decisión en los días previos a la votación o incluso en esta misma jornada electoral. Por partidos, en los últimos registros de las encuestas la CUP es la fuerza con mayor número de votantes con dudas sobre lo que harán hoy con su papeleta, hasta el 16,2 por ciento. Y le sigue ERC, con el 15,3 por ciento, y los comunes, con el 13,2 por ciento. Los partidos con menos indecisos son Junts y el PP, con el 8,2 por ciento y el 8,1%, respectivamente. Prácticamente la mitad de estos indecisos considera la abstención como su principal alternativa. Por cierto, entre los votantes de la CUP su segunda opción es el voto a Junts.
La campaña ha llegado a su cierre con unos sondeos que han registrado una continua tendencia al alza del partido de Carles Puigdemont –los datos han seguido entrando en la «cocina» electoral de los partidos aunque no se pudieran publicar–. Además, los indecisos de ERC dudan en si darle su voto al PSC, y los del PSC, sopesan si optar por la papeleta del PP.
Esta ha sido una campaña en la que, por primera vez desde el «procés», la independencia no ha sido un tema central del debate electoral. Ni porque las elecciones estén marcadas por la expectativa del retorno de Carles Puigdemont. Hasta en Junts, conscientes del malestar de la ciudadanía con la gestión del gobierno de ERC, han dirigido su estrategia a hablar de los problemas que afectan a los catalanes en su día a día, y sobre los que las encuestas detectan un alto malestar social. Vivienda, sequía, sanidad, infraestructuras..., una agenda concreta de problemas reales, sobre la que, al mismo tiempo, han sobrevolado las exigencias clásicas del soberanismo. Una vez aplastada la vía de 2017 por la fortaleza del Estado de derecho, el camino alternativo es negociar con Pedro Sánchez en Madrid a cambio de sostener una legislatura que aún no ha echado a andar más allá de la ley de amnistía.
La amnistía, al margen
Ningún partido ha entrado a fondo en la amnistía porque no estaba en la agenda de los ciudadanos. Ni siquiera el PSC, que si se atiende al discurso nacional del PSOE es el que más tendría que ganar con su capacidad de rectificar su programa para atender al clamor catalán por esta medida de supuesta reconciliación, la ha exhibido como una de sus grandes bazas electorales. En parte porque divide a sus votantes, pero también porque no emociona al electorado y tampoco querían darle más protagonismo al ex presidente de la Generalitat. Si Illa saca hoy un resultado que mejore las expectativas de las últimas encuestas publicadas, debe acercarse a los 50 escaños, Sánchez podrá respirar tranquilo porque su apuesta en Cataluña, condicionada a sus necesidades de supervivencia en Madrid, le ha funcionado de pleno. Si, por el contrario, Puigdemont se queda con la segunda posición, y hay posibilidad de una mayoría independentista, el jefe del Ejecutivo tendrá que rehacer todo su discurso una vez más para aplicarlo a un contexto que desmiente el argumentario que en Moncloa construyeron tras las elecciones generales para justificar la concesión de la amnistía y el pacto con Puigdemont. Illa tendrá difícil reeditar un tripartito, aunque sumen, porque para ERC es una salida tan complicada como la de investir a Puigdemont. Ahora bien, este cruce de pactos incompatibles puede llevar a una repetición electoral, pero es más difícil que cuaje esa especulación de quienes sostienen en los cenáculos madrileños que el líder socialista se está pensando convocar elecciones generales.
En la derecha, el PP solo puede mejorar resultados con respecto a las anteriores elecciones, en las que se quedó con tres diputados. Pero las expectativas se han colocado en si consigue o no superar a Vox, y esta será una de las claves que se tendrá en cuenta en esta noche electoral.
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