Reforma constitucional
Benigno Pendás: «España es más madura de lo que a algunos les gustaría»
Lejos del planteamiento pesimista que acompaña a España desde la generación del 98, el director del Centro de Estudios constitucionales apela al potencial de «una gran nación histórica, compleja y plural» y reivindica a las grandes corrientes ideológicas, como los diques que frenarán el peligro de los extremismos.
Lejos del planteamiento pesimista que acompaña a España desde la generación del 98, el director del Centro de Estudios constitucionales apela al potencial de «una gran nación histórica, compleja y plural» y reivindica a las grandes corrientes ideológicas, como los diques que frenarán el peligro de los extremismos.
–Usted ha acuñado la expresión «desilusión política». ¿Vivimos en ella?
–En los últimos años ha habido una desafección en toda Europa entre la sociedad civil y la clase política por la crisis económica y por un agotamiento de los grandes partidos. Frente a ello hay que llegar a la regeneración democrática.
–¿En qué consiste?
–Es importante que los partidos abran cauces de participación. Ayudará a que se recupere la confianza en las instituciones.
–Los nuevos partidos aseguraban llegar a las instituciones con este objetivo. ¿Lo han logrado?
–Ya están pasando de la adolescencia y cuando se llega a la madurez se ven las cosas distintas... pero es un error pensar que hay soluciones mágicas o que los discursos de confrontación arreglan la situación. Hay un bloque que mantiene posiciones constitucionales y otro que plantea aventuras. Después del éxito de la Constitución, es muy peligroso entrar en esa dinámica...
–Se insiste en la reforma constitucional. ¿Es el momento?
–En 1978 había un proyecto y 40 años después se ha logrado. Tenemos una democracia igual de buena o igual de mala que la de nuestros socios europeos. Lo que no hay en España es una idea común de dónde queremos dirigirnos. La Constitución es reformable, pero debería haber una idea clara de qué materias reformar y dónde se quiere llegar.
–¿Qué aspectos se podrían mejorar?
–Dentro de los parámetros de la Constitución se puede hablar de muchos temas, por ejemplo la financiación o cómo articular las relaciones entre el Estado y las comunidades.
–La UE afronta el Brexit y distintos populismos que la cuestionan. ¿El fin de una era o un punto de inflexión?
–Espero que sea algo coyuntural y que, dentro de uno o dos años, veamos la salud de nuestras instituciones más fuertes. Lo pienso también de la sociedad española. Es más madura de lo que a algunos les gustaría y tiende a la estabilidad. Los liberales, como pensamos libremente, somos muy distintos, mientras los populismos se parecen mucho entre sí, sean de extrema derecha o izquierda. Tienen en común minusvalorar lo conseguido en la UE.
–¿Ve crispación en el Congreso?
–El respeto y la buena educación son un síntoma de civilización. Los responsables de algunos partidos deberían hacer una reflexión porque no se puede estar en las instituciones para convertirlas en una especie de teatro y buscar cada día el titular más grueso.
–Casi un año con Gobierno en funciones. ¿Falta capacidad negociadora?
–Hay vaivenes, pero ahora existe un factor claro y es que todo va a depender de lo que haga el partido socialista. Las grandes democracias europeas se basan en el centro izquierda y centro derecha. Este flanco está cubierto, pero el PSOE tiene que reencontrarse a sí mismo, por su propio interés y por el de la democracia española. Abrir espacio político a los populismos es lo peor que puede suceder.
–En España se frenó el anunciado «sorpasso» de Podemos...
–Es verdad, pero también lo es que pasar de 0 a 71 diputados es una prueba de que hay un sector social que recibe ese mensaje. Tenemos una imagen internacional de estabilidad, de crecimiento económico y de control de los populismos que ya quisieran en Francia o Reino Unido. Estamos ante una gran oportunidad de ponernos en la primera fila de la política europea e internacional. Sería una pena desaprovecharlo. Para evitarlo hay que convencer a los ciudadanos de que no hay soluciones mágicas, hay que dar argumentos de todo lo que se ha hecho bien y hacer lo contrario de lo habitual en la mentalidad española que tiende hacia el pesimismo.
–Una tendencia que viene de lejos...
–No le quepa duda. Soy un admirador de nuestros escritores del 98, pero nos dejaron una especie de sentimiento de tristeza cívica. La Constitución ha traído 40 años muy positivos y cuando hemos tenido que hacer bien las cosas, se han hecho. Estoy pensando en la sucesión a la Corona, que se hizo de una manera impecable y fue una prueba de estabilidad. Aún nos queda por resolver el tema territorial.
–¿Se refiere a Cataluña?
–Es Cataluña, pero hace unos años era el País Vasco. Es una prueba de que el Estado de Derecho funciona. Todos reconocemos la pluralidad del conjunto de la nación española y de sus singularidades, pero lo primero es cumplir la Constitución, la ley y las sentencias. No es una opción, es un deber.
–¿Los nacionalismos proceden de la falta conciencia de país?
–Los españoles nos vemos demasiado distintos a los demás, pese a que no lo somos. Todos los grandes países se han construido sumando entidades políticas distintas. No es real referirse a diferencias sociales o culturales que no existen. Hay una perfecta integración entre el conjunto de España y Cataluña.
Y sobre España...
–Un recuerdo: el día que voté «sí» a la Constitución del 78. Era emocionante ir a las urnas.
–Una palabra: una gran nación histórica.
–El futuro: razonablemente optimista.
–Un tópico real: cierta tendencia al pesimismo estéril y al extremismo, en cuanto al debate y a la opinión. Un punto de sectarismo que, a veces, daña la vida política y social.
–Un tópico irreal: que este país esté siempre llamado al fracaso. Ni mucho menos. La Historia de España, en general, y, sobre todo nuestra etapa constitucional, es un éxito.
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