Opinión
Blanquear a los antisistema
El PSOE, con una historia reciente vinculada a la democracia y al constitucionalismo, se empeña en la alianza con comunistas, independentistas, golpistas y exterroristas sin arrepentir
Cuando oigo al PSOE decir que está pactando con sus socios un «gobierno de progreso» pienso que quiere esconder la inmoralidad y la indignidad del pacto prometiendo gasto social. Lo digo porque Sánchez ha conseguido que partidos que serían considerados antisistema en cualquier país europeo sean hoy en España, no solo homologables al resto, sino preferentes.
El proceso es digno de estudio. El fenómeno está asombrando en Europa y Estados Unidos. Un partido como el PSOE, con una historia reciente vinculada a la democracia y al constitucionalismo, se empeña en la alianza con comunistas, independentistas, golpistas y exterroristas sin arrepentir. A eso le añadimos otro fenómeno singular que también sorprende fuera: ese PSOE obtiene un buen resultado electoral de forma limpia, y la oposición, el PP y Vox, no consigue una mayoría parlamentaria suficiente.
Sartori contaba que las coaliciones de gobierno responsables se hacen entre fuerzas constitucionalistas y leales, quedando fuera, desde su lógica, las fuerzas antisistema. El politólogo italiano quedaría boquiabierto viendo que Sánchez hace la coalición desaconsejada, la irresponsable, y no porque los enemigos del sistema se hayan acercado al constitucionalismo, sino al contrario, porque el sanchismo ha admitido las demandas de los antisistema.
La acción de esos partidos de choque, decía Sartori, es el chantaje si se trata de un sistema pluripartidista y parlamentario como el nuestro, en el que sus diputados son necesarios. Vamos, que la dura hemeroteca de Sánchez y el alipori que nos está haciendo pasar está en los viejos manuales de ciencia política. El resultado de la mala coalición, contaba el italiano, es la centrifugación de la política, el alejamiento del centro, y la polarización social. El motivo es que la estrategia del antisistema es deslegitimar los pilares del régimen, como se ha visto esta semana en las entrevistas de Sánchez con ERC, Bildu y Junts, y acaba arrastrando al partido del sistema, al PSOE, a la misma posición.
Capoccia, otro politólogo, añade que los partidos antisistema introducen la lógica del «nosotros contra ellos», en el que los otros, los constitucionalistas, son el enemigo. Esto explica el desprecio y los insultos del sanchismo al PP y el ostracismo a Vox, colocados estos dos en la paradójica posición de nuevos partidos antisistema.
Para que esto sea posible, y los outsiders se conviertan en la pieza clave, señala el politólogo Robert R. Barr, es necesario que un insider, un elemento clave del funcionamiento de la democracia como el PSOE, se convierta en su introductor y legitimador. En fin, es el blanqueamiento desde 2018 de ERC, Bildu y Junts, incluso de Podemos, ese apéndice comunista bolivariano, de la mano del sanchismo. Queda una vuelta de tuerca. El acuerdo del PSOE con los antisistema no será de legislatura, con un programa cerrado, sino de investidura. Esto supone que los outsiders colocan a alguien en el Gobierno para chantajearlo a discreción cuándo y cómo les interese. Dicho de otro modo: en el poder se pone a un títere de los antisistema. Este autómata es voluntario y consciente del chantaje. En tal tesitura Sánchez y los suyos pueden crear un relato para convencer de que ceder a los antisistema es lo mejor para el bien común y la democracia liberal, pero la gente lo ve como una imposición de los chantajistas que manejan los hilos.
Ahí aparece otro problema. La ciudadanía es consciente de que es un «relato» fabricado por el títere, pero difiere en la reacción. Más de siete millones, el electorado irredento del PSOE, lo ve como un cambio de opinión o una cesión forzada por la realidad y el deseo de que no gobierne la derecha, y vota religiosamente a su iglesia socialista. Otros, la mayoría, que se queda colgada de la brocha constitucionalista, lo ve como una traición y un desvarío. Por eso abuchean a Sánchez y desprecian su sonrisa cuando estrecha la mano de Mertxe Aizpurua, condenada por apología del terrorismo cuando ETA mataba a socialistas. Estaba escrito.
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