Jorge Vilches
El cantar sanchista antes del 9J
A Sánchez solo le importa vencer en la batalla inminente con una estrategia basada en la defensa de unos postulados que combinan una verdad y una mentira
Pedro Sánchez triunfa con estrategias a corto plazo. Solo le importa vencer en la batalla inminente, sin que preocupe su consecuencia ni la coherencia con el conflicto anterior. El modelo consiste en la defensa de postulados que combinan una verdad y una mentira. Así, de aquí a las elecciones europeas del 9 de junio, la campaña de Sánchez será en torno a dos ideas tan tramposas como flexibles.
La primera de esas ideas es que el «procés» muere gracias a la política del reencuentro. La segunda es que Sánchez es el freno al separatismo y a la derecha. Nada de esto es cierto ni mentira y, al tiempo, tienen una doblez que le permiten maniobrar con total libertad. Esta es la diferencia con estrategias rígidas, como las del PP, que necesita el parto de los montes para ir al «centro» o explicar pactos electorales.
La trampa de la idea del «procés» moribundo a golpe de concordia es vincularla a una verdad, como es la victoria del PSC en las urnas el 12M. Si se admite esto último, que Salvador Illa ha ganado –como ganó en las urnas Feijóo el 23J, pero no más–, el sanchista coloca el mensaje de que la sociedad catalana repudia el «procés» y que los independentistas han fracasado. Esta es una artimaña básica de la comunicación: colocar una gran mentira de carácter subjetivo, opinativa, usando una verdad constatable.
Illa ganó, pero no gobernará porque el «procés» no ha terminado. ERC y Junts no van a llegar a un acuerdo amistoso con el PSC porque quieren la independencia y basan su política en el enfrentamiento con el Estado. Es más, si llegan a acuerdo y preside Illa la Generalitat, quien mandará en Cataluña será Sánchez para tener la seguridad de que nada en esa región moleste a Puigdemont y Junqueras. El socialista depende de ERC y Junts para obtener la mayoría parlamentaria en el Congreso que confiere legitimidad a su Gobierno. Sin esa aritmética, el PSOE solo sería el partido que perdió las elecciones del 23J.
Si, además, se admite que el «procés» ha muerto, se niega que el independentismo ha avanzado más con Sánchez que en los últimos 46 años y que están a un paso de conseguir su objetivo. Las cesiones sanchistas van, amén de la amnistía, en el sentido del reconocimiento de la nación catalana más un cupo económico, un poder judicial propio, y alguna forma de referéndum.
Negar que el «procés» vive sería no reconocer que el PSC ha asumido el lenguaje y el marco mental del independentismo. De hecho, Cataluña es el granero de votos del PSOE porque un nutrido grupo de votantes de ERC se han pasado al PSC. Lo hicieron el 23J y han repetido este 12M. Tampoco podemos decir que el PSC sea el representante del constitucionalismo en Cataluña, porque si así fuera preferiría pactar con el PP antes que con ERC, un partido rupturista y abiertamente contrario al sistema de 1978.
La segunda idea del sanchismo hasta el 9J es su presentación como freno al separatismo y a la derecha para parecer la opción política sensata y moderada, frente al ruido y la polarización. Si aceptamos que el «procés» ha muerto, es fácil que el sanchismo coloque que es un gallardo guardián contra los independentistas, eso sí, tendiendo la mano.
Si el elector duda, que es lo lógico, Sánchez saca la imagen del muro frente a la derecha a la que odia, lo que sería una verdad. Certeza y falsedad se mezclan con exageración y teatralidad para conseguir que arraigue el mensaje de hombre sensato y de Estado. Por eso publicó su carta a la ciudadanía aparentando mala salud mental por la oposición «de la derecha y la ultraderecha». Y para reforzar, y aprovechando el desconocimiento sobre política internacional, se presenta como centinela frente a la «reacción mundial», lo que es una mentira. Esto solo vale hasta el 9J, porque luego será otro el cantar.
✕
Accede a tu cuenta para comentar