
Exteriores
El cierre en falso de la crisis con Argelia después de millones en pérdidas
Con la cita entre Albares y su homólogo argelino, el Gobierno pretende escenificar la superación de un costoso desencuentro

Con la fotografía del encuentro mantenido el pasado viernes en el marco de la cumbre del G20 en Johannesburgo entre el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y su homólogo argelino, Ahmed Attaf, el Gobierno de España pretende pasar página definitiva a un desencuentro diplomático que se ha prolongado durante casi tres años.
El origen del malestar argelino se encuentra en el giro diplomático de Pedro Sánchez en la cuestión del Sáhara Occidental, plasmado en una carta del presidente del Gobierno al rey de Marruecos a mediados de marzo de 2022. Argelia, patrocinador principal del Frente Polisario, consideró el respaldo a la propuesta de autonomía de Rabat como una traición.
Tras el encuentro en Sudáfrica el jefe de la diplomacia española aseguró en redes sociales que el objetivo de ambos gobiernos es «reforzar aún más» las relaciones bilaterales. Pero la realidad es que hasta la reunión en Johannesburgo había que remontarse a la cita de noviembre de 2021 en Madrid entre el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska con su entonces homólogo Kamel Beldjoud para tener registro de un encuentro oficial entre miembros de ambas administraciones.
"Relaciones normalizadas"
Oficialmente, del lado argelino ha habido alguna referencia pública al encuentro mantenido entre los dos titulares de Exteriores, aun que no con el mismo entusiasmo que el de José Manuel Albares, que había asegurado a comienzos de mes que «las relaciones diplomáticas con Argelia están totalmente normalizadas» con Argelia.
La peor parte en estos casi tres años de crisis se la han llevado los empresarios españoles que tenían una actividad exportadora e inversora habitual en el mercado argelino, víctima de un veto a las domiciliaciones bancarias con firmas de nuestro país que las entidades financieras impusieron argelinas en junio de 2022 y que el Banco Central levantó el pasado noviembre.
Las pérdidas de facturación globales se sitúan en los varios centenares de millones de euros, según los cálculos más prudentes. Con todo, la tensión entre ambas administraciones no impidió que el suministro de gas desde Argelia se mantuviera con normalidad. De hecho, en 2024 Argelia siguió siendo el principal proveedor del hidrocarburo (38,5%) a España por delante de Rusia.
El propio Albares ha recordado que el comercio entre los dos países ha aumentado un 143% en 2024 hasta noviembre, un porcentaje que da cuenta de las consecuencias del boicot. «Aparte de las secuelas propias de estos más de dos años, hay muchas empresas que están teniendo problemas con la competencia que les ha surgido de otros países como consecuencia del veto: un nuevo esfuerzo más», confiesa a LA RAZÓN Julio Lebrero, presidente de la Asociación de Empresarios Afectados por la Crisis de Argelia, una plataforma constituida en mayo de 2023.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, recibió en Madrid al titular argelino del Interior, Brahim Merad, al que agradeció que Argelia sea un «socio clave» en materia policial y migratoria para España, como demuestran los numerosos golpes policiales que han acabado con mafias que trafican con personas o su decisivo papel en la liberación del español secuestrado en enero.
Recuperar la interlocución anterior
Con la normalización comercial aparentemente encauzada, mucho es aún el terreno que resta por recorrer en la cooperación en materia migratoria hasta que ambas administraciones recuperen la interlocución anterior al desencuentro.
No en vano, desde que comenzara la crisis bilateral, Argelia se niega a admitir repatriaciones de nacionales desde nuestro país. Mientras que la cooperación de Rabat ha sido sólida en las fronteras de Ceuta y Melilla y el Estrecho, la ruta argelina ha experimentado episodios de repunte coincidentes con la crisis diplomática. En el conjunto de 2024 se habían registrado casi 6.000 entradas irregulares de migrantes procedentes de Argelia en el archipiélago balear, lo que supuso un incremento del 200% respecto a 2023.
Fuentes conocedoras de las relaciones entre ambos países aseguran que Argelia ha apreciado la posición matizada de Sánchez al respecto del problema del Sáhara desde su ya célebre misiva al monarca alauita hace casi tres años.
La última vez que, ante el atril de la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre pasado, el presidente del Gobierno se refirió a la cuestión fue para defender una «solución política mutuamente aceptable». Tampoco ha pasado desapercibido en Argel que España se significara mundialmente en mayo del año pasado al reconocer oficialmente el Estado palestino.
Igualmente ha sido del agrado de las autoridades argelinas que ningún representante del Gobierno de España hizo alusión pública al secuestro en suelo español del activista argelino Hichem Aboud, que denunció el pasado octubre haber sido víctima de una operación orquestada por los servicios argelinos. Por otra parte, tras su encuentro en Sudáfrica con el ministro argelino de Exteriores, Albares agradeció «la eficaz contribución» de las autoridades argelinas en la liberación del ciudadano español Joaquín Navarro Cañada, secuestrado en el país norteafricano el 14 de enero pasado.
A pesar de la fotografía de Johannesburgo, las autoridades del país norteafricanos siguen resistiéndose a invitar a su suelo a representantes del Gobierno de Pedro Sánchez. Cuando parecía que el fin de la crisis estaba próximo y a punto de subirse al avión, hace ya más de un año, el ministro español de Asuntos Exteriores cancelaba por sorpresa su visita a la capital argelina sin dar más explicaciones que «problemas de agenda» de sus anfitriones, pero quedó claro que el desencuentro seguía existiendo.
Aunque se trate de un marco más simbólico que vinculante y a pesar de que el desencuentro parece encauzarse definitivamente, las autoridades argelinas no han dado por superada la «congelación» en marzo de 2022 del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación, que los dos gobiernos firmaron hace casi 23 años.
Las relaciones hispano-argelinas no, en fin, ajenas a los vaivenes de la política regional.
Mientras el régimen presidido por Abdelmadjid Tebboune daba señales de querer pasar página, se fraguaba una nueva crisis –y esta vez de mayor calado que otros episodios recientes de tensión– entre Argelia y Francia.
El detonante no fue otro que el reconocimiento, en términos mucho más decididos que los de Sánchez, del presidente Emmanuel Macron a la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.
Pese al regreso a la Casa Blanca de Trump, el presidente que reconoció por primera vez la soberanía marroquí sobre la excolonia española, las autoridades argelinas firmaron el pasado 22 de enero con la Administración Trump un acuerdo de entendimiento en materia de defensa y seguridad. En una suerte de suma cero, la ruptura con Francia aproxima a una Argelia que no quiere quedarse sin aliados con España con un Marruecos siempre expectante.
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