
Méritos e infamias
El cowboy ante el dragón
Donald Trump comienza a saborear la amarga respuesta de China a sus aranceles. El país asiático es un gigante produciendo bajo la lógica de una dictadura comunista.

En los dorados años ochenta cuando la vida era aún una sorpresa, comenzaron a llegarnos artículos que al darles la vuelta ponía “Made in Taiwan”. Un lema que nos llevaba a la tranquilidad de saber que nuestras 2.000 pesetitas estaban bien invertidas en un transistor, un par de walkie-talkie o un reloj de muñeca. Con el paso de los años y el progreso nos colamos en el “Made in China”, que rebajó nuestras expectativas al contentarnos comprando mucho casi por nada. Arrancaba la era china con la explosión del EURO, la expansión del gigante asiático y la conversión de la UE en un parque temático con problemas del siglo XX. Ya no hay marcha atrás, los chinos dominan la economía mundial y son los únicos que le plantan cara a Donald Trump porque tienen la certeza de que el futuro les corresponde a ellos. Vamos, que ya lo tienen en la palma de la mano. Por eso aunque el presidente de EEUU les apriete sabe muy bien que no le van a chupar el culo como el resto de países que, azorados, comienzan a pasar por el aro. La fortaleza de este país milenario se asienta fundamentalmente sobre una población gigantesca que proporciona una mano de obra barata y disciplinada que sigue el dictado del Partido Comunista sin pestañear. Una legión de seres humanos que vive para trabajar y otros tantos, que en plena fiebre consumista occidental, hacen lo propio pero para comprar artículos sin freno nuestra mala conciencia. El imperio colonial de Pekín es su propio país y así lo han explicado ya sus dirigentes en los últimos días. Además, por si fuera poco, han logrado copar espacios y dominar muchas parcelas donde operan eso que llamamos “mercados”. Por ejemplo, la preciosa y preciada deuda americana, de la que los chinos son los segundos tenedores. Xi Jinping, como buen gobernante oriental, entiende que la paciencia permite recorrer largos caminos, nunca existe la prisa por negociar; sobre todo cuando un cowboy de pacotilla y ciego de orgullo como Trump se enfrenta al poder de la sabiduría milenaria de un dragón.
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