Cumbre UE-Mediterráneo
De la Barcelona «ciudad española» de Rajoy a los «nuevos horizontes» de Mas
Era la instantánea más esperada. La del apretón de manos del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de la Generalitat, Artur Mas, en la apertura de la reunión ministerial entre países de la UE y de la ribera del sur del Mediterráneo celebrada ayer en Barcelona. Ambos líderes compartieron plano durante el tiempo estrictamente necesario: el besamanos y la foto de familia posterior. Después, cada uno tomó su camino y se valió de su intervención en la cumbre para reivindicar sus posiciones enfrentadas. Mas, que intervino en primer lugar y en diferentes idiomas –inglés, catalán, francés y castellano–, destacó el papel «clave» que Cataluña puede jugar en la región Mediterránea. El presidente del Gobierno, por su parte, aprovechó su alocución para lanzar un mensaje de «unidad», en clave nacional e internacional, y reivindicar la españolidad de Barcelona.
En pleno debate soberanista y a escasos cinco meses del 27-S, el presidente catalán tomó la palabra para, sin hacer referencia explícita al proceso secesionista, ensalzar el vínculo de Cataluña con Europa, así como su identidad propia y su «vocación de capitalidad mediterránea y europea». Mas apeló a las «profundas raíces» del pueblo catalán y, parafraseando a Winston Churchill, expresó su deseo de «mirar lejos, a nuevos horizontes», que siempre imagina «europeos y mediterráneos». En una suerte de réplica, el presidente del Gobierno defendió la españolidad de Barcelona con el ilustre relato que nos define allende nuestras fronteras. Citando a Miguel de Cervantes y a su famoso «El Quijote», Rajoy confesó que «pocos lugares hay a la altura de esta ciudad catalana, capital española del Mediterráneo. Una ciudad rica y bien fundada que sigue siendo “honra de España y flor de las bellas ciudades del mundo”». Unido a este patriótico reconocimiento, el jefe del Ejecutivo quiso extrapolar el discurso que aplica habitualmente a Cataluña al resto de regiones participantes en el cónclave, apelando al «valor de la unidad frente a la disgregación» y a «reafirmar los valores comunes» para lograr una sociedad estable. Ya al final de su discurso, el presidente del Gobierno volvió a retomar el tono nacional y defendió «la altura de miras, la conciencia de muchos siglos de convivencia y la ponderación de lo que tenemos en común frente a lo que nos separa». Se refería de nuevo a la unidad de España, que va «en beneficio de todos nuestros compatriotas». A pesar del rifirrafe dialéctico, el trato entre ambos mandatarios fue en todo momento el que marca el protocolo, dejando atrás el polémico episodio de 2013, cuando Mas acudió a un Foro Económico del Mediterráneo en Barcelona y tras recibir a Rajoy y saludar a los asistentes declinó intervenir en el mismo por el escaso papel que, en su opinión, se le había otorgado en el acto.
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