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Sánchez y la Legislatura

El «deadline» de Sánchez se lo colocan en marzo del 26

Mientras se anuncian «golpes» para el PP por el caso de García Amador, y se esperan novedades de Aldama, los aliados marcan el calendario.

Economía.-AMP.- Sánchez y Pradales acuerdan el traspaso a Euskadi del primer bloque de la gestión de la Seguridad Social EUROPAPRESS

Esta semana se cierra el curso político. Último Pleno en el Congreso de los Diputados. Y Por más que el calendario institucional marque otros plazos, la política española ha entrado en una fase que se comporta como un largo epílogo. A nadie le importan ya los Presupuestos Generales del Estado del próximo ejercicio, por ejemplo. En los pasillos del Congreso y en los reservados de los restaurantes, donde se intercambia la información más fiable, el ambiente es de despedida, sea mes antes o mes después, para entrar ya de lleno en la campaña de unas elecciones generales.

El PNV ha empezado a poner fechas. Para los nacionalistas vascos, marzo de 2026 es la frontera que consideran razonable para dejar de sostener a un presidente del Gobierno que, igual que piensan otros aliados, ven como un «cadáver político» sin capacidad de recuperarse. Otra cosa es lo que quiera estirar esta situación, y cómo quede el PSOE cuando tomen conciencia de que tienen que entrar en otra fase. La solución del relevo, como ya plantearon también a Mariano Rajoy antes de la moción de censura, la ven la más sencilla, pero, después de unos primeros tanteos, inviable. El PSOE es un gallinero, no hay alternativa clara, y la guerra interna está ya abierta, según comentan en la bancada de los socios.

Marzo del 26 es una fecha razonable para que los aliados puedan tomar distancia de un clima tóxico a fin de ir en condiciones a unas importantes elecciones municipales. En Euskadi, municipales y forales. El objetivo es no arrastrar el fango hasta cuando ya no sea posible limpiarse los zapatos.

La vida pública es, desde hace semanas, una tertulia nacional sobre las novedades que van a estallar. Ya no sólo al PSOE, aunque el peso recaiga principalmente sobre sus hombros, sino también sobre el PP. Que si esta semana habrá filtraciones importantes del entorno Aldama, que si antes de septiembre llegará el informe que tumbe al ministro Torres por el «caso hidrocarburos», que si están al caer las patrimoniales de Cerdán y novedades sobre los dineros de Ábalos. Y ahora, desde el entorno socialista, añaden también expectación sobre el caso García Amador y la aparición de presuntas facturas falsas que pueden amargarle el otoño no solo a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, sino también a Alberto Núñez Feijóo, por los nombres nuevos que se supone que saldrán al escaparate de la corrupción.

Como el PSOE también está hablando de estas supuestas informaciones con sus aliados, para intentar convencerles de que vienen cosas que equilibrarán la balanza, y que no deben dejar de apoyar a Sánchez, cabe precisar que los socios tienen capacidad de juzgar el impacto de aquello que les han contado. Y dicen que será «gordo», pero no tanto como para dar la vuelta a la inercia que ha convertido a Sánchez en un político que está ya fuera de juego.

Al PP, lo que ahora le preocupa es el «caso Montoro». En apariencia, todo juega a su favor, tanto como para que en sus deseos empiecen a plantearse la posibilidad de que el PSOE caiga por debajo de los cien escaños. El deterioro del Gobierno es evidente, el ruido de la corrupción, la previsión de una Legislatura agotada... Pero se les viene encima la sombra de la larga etapa de Rajoy y el temor a que algunos escándalos enterrados vuelven a asomar conforme avancen las instrucciones judiciales. El caso Montoro puede ser «solo un primer aviso». El actual líder popular ni estaba en Madrid con el Gobierno de Rajoy, ni conoció ni participó, pero en Génova ya han aprendido que la batalla no se mide en ejemplaridad, sino en quién es capaz de conseguir el mayor desgaste del rival.

Por supuesto, ni al PSOE ni al PP se les escapa que, en este campo de batalla permanente, hay un actor que se alimenta con regularidad: Vox. La formación de Abascal también ha tenido que gestionar controversias internas y territoriales, pero, al menos según las encuestas, no han sido un problema que les hiciera daño en su reputación electoral, más bien al contrario. Un escenario en el que puedan jugar con el mantra de que son la única alternativa a un sistema podrido es un trampolín que en ningún caso desaprovecharán. Los datos no indican un crecimiento meteórico, pero queda mucho camino por delante y Vox también ha demostrado que se maneja bien en colocar las trampas más eficaces al PP, cuando suenan tambores de urnas, para debilitarles frente al PSOE.

Hoy, los partidos no discuten leyes ni negocian presupuestos, ya solo piensan en cuál será la siguiente filtración.