Historia

Se cumplen 100 años de la muerte de Pablo Arredondo, un condecorado militar militar ejemplo de heroísmo y valentía en Marruecos

En reconocimiento a su sacrificio, le fue concedida la Medalla Militar Individual a título póstumo en 1927 y, dos años más tarde, la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta distinción militar en España

Placa en Baeza del monumento al comandante Arredondo
Placa en Baeza del monumento al comandante ArredondoWikipedia

La historia de las Fuerzas Armadas españolas está repleta de personajes casi desconocidos que han dejado testimonio de su heroicidad desde el anonimato y la humildad. Muchos de ellos han salvado vidas y han protagonizado acciones heroicas sin las cuales no seríamos lo que hoy somos. Es el caso de Pablo Arredondo Acuña, nacido en Baeza (Jaén) el 8 de enero de 1890, y de cuya muerte este año se cumple el centario.

Para quien no haya oído hablar de este personaje, cabe recordar que estamos ante una figura emblemática en la historia militar española, destacado por su valentía y dedicación al servicio de la patria. Proveniente de una familia militar, Arredondo inició su formación en la Academia de Infantería de Toledo en 1908, siguiendo los pasos de su padre, el teniente coronel Pablo Arredondo y Muñoz Cobo. Su carrera militar estuvo marcada por acciones heroicas y su participación en la guerra de Marruecos, donde recibió numerosas condecoraciones por su valor en combate.

Tres años más tarde, en 1911, fue promovido a segundo teniente, comenzando su servicio en el Batallón de Cazadores de Barbastro. Poco después, fue transferido al Batallón de Los Arapiles, donde inició su participación en las campañas militares en Marruecos, un destino que definiría su carrera. En 1913, Arredondo Acuña se destacó en el combate de Laucien, un enfrentamiento clave durante la guerra de Marruecos. Durante este combate, lideró un ataque a la bayoneta al frente de su sección, demostrando una valentía excepcional. A pesar de haber recibido una grave herida de bala en una ingle, continuó luchando y participando en otros dos ataques. Su actuación le valió la Cruz de San Fernando de 1.ª clase, una de las máximas condecoraciones militares de España, otorgada en 1915.

Tras recuperarse de la herida recibida en Laucien, Arredondo Acuña fue hospitalizado en Córdoba. Sin embargo, su determinación lo llevó de regreso a Marruecos en abril de 1914, esta vez destinado al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla. Durante este periodo, participó en numerosas operaciones militares, consolidando su reputación como un oficial valiente y competente.

En 1917, Arredondo Acuña fue ascendido a capitán y regresó a la Península, donde ocupó diversos destinos. En 1920, decidió unirse a la Legión, una unidad de élite del Ejército español conocida por su rigor y sus misiones peligrosas. Durante su servicio en la Legión, participó en combates clave, incluyendo la ocupación de Ait Gaba Salah en 1921, donde resultó gravemente herido en tres ocasiones.

Estas heridas lo obligaron a permanecer tres años en situación de reemplazo, durante los cuales luchó contra la posibilidad de ser transferido al Cuerpo de Inválidos. Sin embargo, gracias a un aparato ortopédico, Arredondo Acuña logró volver a la actividad militar, aunque con dificultades para andar. Su determinación de continuar sirviendo a su país, a pesar de sus limitaciones físicas, es un testimonio de su inquebrantable compromiso con la patria.

En 1924, Arredondo Acuña regresó a la Legión, donde fue destinado a la 1.ª Bandera del Tercio. El 19 de noviembre de ese año, durante el repliegue de la columna del general Serrano desde Xeruta hasta el Zoco el Arbaa, se produjo uno de los enfrentamientos más feroces de la guerra de Marruecos. Bajo un violento temporal de agua y viento, la columna fue atacada por un numeroso enemigo compuesto por las kabilas de Xeruta y otras cercanas.

Durante el combate, el general Serrano fue abatido, lo que generó una situación de gran peligro para la columna. En este contexto, el capitán Arredondo tomó el mando directo de la 1.ª Compañía, que ocupaba la posición más vulnerable. A pesar de las numerosas bajas sufridas y el constante refuerzo del enemigo, Arredondo mantuvo el ánimo de sus hombres y dirigió una desesperada lucha para contener al enemigo.

Herido en el fragor de la batalla, Arredondo siguió alentando a su compañía, logrando que la Compañía de Ametralladoras y la 2.ª de la Bandera pudieran retirarse con éxito. Sin embargo, en el proceso, recibió una segunda herida que le ocasionó la muerte en el campo de batalla. Su sacrificio fue un acto de heroísmo que se mantendría en la memoria de las Fuerzas Armadas españolas.

El heroísmo de Pablo Arredondo Acuña no pasó desapercibido. En reconocimiento a su sacrificio, por Real Orden de 24 de septiembre de 1927, le fue concedida la Medalla Militar Individual a título póstumo. Además, la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta distinción militar en España, le fue otorgada también a título póstumo por Real Orden de 10 de enero de 1929, tras la tramitación del juicio contradictorio necesario para su concesión.

Estas condecoraciones son testimonio del valor y la dedicación de Arredondo Acuña, quien, a pesar de las adversidades físicas y las circunstancias extremadamente desfavorables, demostró una vez más su compromiso inquebrantable con España.

Antes de su fallecimiento, el 12 de agosto de 1924, Pablo Arredondo Acuña redactó su testamento en Tetuán, un documento que refleja su profundo sentido del deber y su amor por la patria. En él, legó a su ahijado Pablo la Cruz de San Fernando que llevaba en su uniforme, con la esperanza de que su ejemplo de valentía y sacrificio sirviera de inspiración. Asimismo, dejó a su sobrino Pablo su uniforme ensangrentado, con el mismo propósito.

También encargó a sus hermanos Juan y Luis que redactaran un resumen de su vida militar y muerte, para que lo leyeran frecuentemente a sus hijos, con el objetivo de inculcarles el amor a España que él siempre había profesado. Este testamento es una manifestación del espíritu de servicio que caracterizó toda su vida y una muestra de su deseo de que su sacrificio perdurara como un ejemplo para las futuras generaciones.

El 19 de enero de 1927, en su ciudad natal de Baeza, se inauguró un monumento en su honor en el paseo del Arca de Agua que llevaba una inscripción que decía: “Al heroico capitán Pablo Arredondo Acuña. Muerto por España en Marruecos el XIXXI- MCMXXIV”. La estatua fue erigida como un homenaje a su valor y a su sacrificio en defensa de España. Sin embargo, este monumento Fue destruido por milicianos durante la Guerra Civil, aunque fue repuesto ya en democracia. Su legado ha perdurado en la historia militar de España y sigue siendo recordado como un ejemplo de sacrificio y dedicación.

El destino trágico de Pablo Arredondo Acuña no fue un caso aislado en su familia. Sus dos hermanos, Luis y Juan, también pertenecieron al Arma de Infantería. Juan, el menor de los hermanos, resultó muerto en octubre de 1936 durante la Guerra Civil Española, cuando ostentaba el rango de teniente coronel.

El hijo de Juan, Pablo Arredondo Garrido, siguió los pasos de su familia y murió combatiendo en Rusia con la División Azul, una unidad de voluntarios españoles que luchó junto a las fuerzas de la Alemania nazi en el frente oriental durante la Segunda Guerra Mundial. Esta sucesión de tragedias refleja el enorme sacrificio que la familia Arredondo hizo en defensa de España, una familia marcada por la entrega y el servicio a la patria en los momentos más difíciles de la historia del país.