Tomás Gómez
Don Limpio
Ábalos no es un político sin curtir y ha demostrado que sabe aguantar la presión
El caso Ábalos es un asunto sin resolver desde 2021, cuando fue cesado fulminantemente como ministro. El oscurantismo en torno a aquella remodelación del Gabinete y las informaciones off the record que tanto gusta dar en Moncloa insinuaban que había graves irregularidades en torno al valenciano.
Sin embargo, con posterioridad, Ábalos repitió en las candidaturas como número dos por Valencia e, incluso, presidió una comisión parlamentaria, uno de los cargos más codiciados por los representantes de la cámara.
En un intento por controlar el incendio, Sánchez ha puesto un cordón sanitario señalando a Ábalos como responsable máximo del asunto. Sánchez es el político más limpio del mapa, de hecho, periodistas y tertulianos deberían llamarle Don Limpio.
Ábalos es el villano en esta historia. Ha pasado de ser número dos del PSOE, hombre de confianza de Sánchez y el mago que le hizo ganar las primarias a Susana Díaz, a ver como le echan del partido en apenas una semana, recibiendo una condena por corrupción desde la calle Ferraz antes que desde los juzgados.
Sin embargo, hay varios puntos cuya coherencia queda deshilachada. En primer lugar, no se entiende que en 2021 se supiese que había corrupción en algunas gestiones del ministerio y que fuese motivo para dejar sin cartera al ministro y, en ese momento, no se tomasen otro tipo de medidas más contundentes como las judiciales.
En segundo lugar, mantener a Ábalos con responsabilidades parlamentarias solo podía tener dos explicaciones: o era falso lo que se decía desde Moncloa acerca del ex ministro o es cierto lo que dice el entorno de Ábalos sobre la información sensible que dice disponer sobre Pedro Sánchez.
Si Ábalos se queda en el Grupo Mixto y no abandona la política también puede responder a tres razones: o necesita seguir siendo aforado para tener ciertas ventajas judiciales o está esperando a que Sánchez necesite su voto tanto como el de Puigdemont y lograr algún indulto a cambio de él o, sencillamente, se siente fuerte porque sabe demasiadas cosas y se reserva las cartas para cuando llegue el momento.
Ábalos no es un político sin curtir y ha demostrado que sabe aguantar la presión y si el caso de las mascarillas le termina salpicando judicialmente, probablemente no sea el único alto cargo que termine con líos judiciales. Lo más llamativa es la amenaza sobre presuntos trapos sucios de Sánchez. A ver si, al final, Don Limpio no va a ser tan pulcro.