Terrorismo
Las dos mentiras de ETA
La banda no perpetró el triple asesinato de la Calle Claudio Coello para favorecer la llegada de la democracia, sino por odio por el odio que siente hacia España
Son muchas más, pero hay dos de grueso calibre que los ultrademócratas de turno les siguen comprando a los terroristas, más por intereses espurios que por convencimiento, ya que de sobra saben que constituyen falsedades históricas, fácilmente rebatibles. ETA no perpetró el triple asesinato de la calle Claudio Coello de Madrid para contribuir a traer la democracia a España. Es falso. Lo hicieron por intereses propios, porque les había salido mal lo del secuestro y el canje de presos; y porque el almirante Carrero representaba al régimen que gobernaba en España, como odiaron al de Adolfo Suárez, Felipe González, Zapatero --sí, sí, Zapatero—por no olvidar al de José María Aznar, con el que ensayaron un atentado Carrero bis.
La explicación es fácil. Si ETA era un movimiento antifranquista, que deseaba lo mejor para España, ¿cómo se explica que de los 854 asesinatos cometidos en su siniestra historia, sólo 43 lo fueran durante la dictadura y el resto en democracia? Con una generosa amnistía por medio. No hay respuesta posible que avale las falacias de los “neohistoriadores” y blanqueadores de los sucesores de los terroristas. Nunca ha sido tan fácil desmontar una mentira. Es como cuando pillan al contable estafador que ha desviado el dinero a sus cuentas.
En el plano político, la desaparición de Carrero ¿supuso el fin del franquismo? De tanto denostar al régimen del 78, algunos van por la vida como ajenos a la realidad –en Europa han empezado a darse cuenta--. El régimen del Generalísimo fue desmontado, con mucho trabajo y astucia, por los que lo hicieron, auténticos patriotas a los que España debe mucho. El mentir sobre la historia no significa que los hechos no hayan ocurrido como realmente pasaron; si sirve para contentar a los socios coyunturales de turno, ¿qué lo vamos a hacer?
La segunda mentira, conectada con la primera, es el de la contribución de ETA a la liberación de pueblo vasco. No se entiende que en el 23-F estuvieran las calles de las localidades francesas próximas a la frontera con el País Vasco y Navarra llenas de coches (matrículas de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y de la Comunidad Foral), con sus ocupantes dentro, escuchando ávidamente la radio; y que algún conocido personaje, en su apresurada huida, se olvidara de echar carburante a su barco y después tuviera que ser remolcado por la Armada.
Uno de los detonantes del frustrado golpe de Estado fue ETA y su persistencia en jalonar con asesinatos, en especial de altos mandos militares, los distintos pasos de la Transición. No querían la democracia para España, sino su desestabilización. Si les vale un testimonio personal, el 23-F, en el Congreso, pasadas las primeras horas de la irrupción de Tejero y sus hombres, muchos guardias empezaban a dudar de la legitimidad de lo que habían hecho –obediencia debida por medio—y la única justificación personal que encontraban (al final, cada uno piensa en su futuro y en el de su familia) eran los crímenes de ETA. El argumento no valía, pero hay que ponerse dentro de un uniforme en aquellos momentos.
ETA fue profundamente antiespañola, punto. Sus seguidores en el tiempo, lo mismo. Es la única verdad.
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