Proclamación de Felipe VI
El primer soldado y marino
Asistimos estos días a un hecho histórico en nuestro país. El final de un reinado, el de S.M. el Rey Don Juan Carlos I, durante el que España ha alcanzado sus máximas cotas de estabilidad, libertad y prosperidad; y el comienzo de otro, el de S.M. el Rey Don Felipe VI, que nos permite mirar al futuro con ilusiones renovadas y la certeza de la continuidad de una institución fundamental para la paz y la concordia entre todos los españoles. Durante tres décadas –no fáciles– de nuestra historia, la Corona ha promovido el desarrollo interior y la proyección exterior de España, como se recuerda con acierto frecuentemente; pero no sólo eso, sino que ha sabido estar a la altura de su responsabilidad constitucional en las circunstancias de mayor incertidumbre y dificultad para la patria: aquellas de las que sólo se sale con grandeza, valentía, capacidad de sacrificio y entrega a la alta misión que tiene encomendada constitucionalmente la Monarquía española.
Esta estabilidad, esta normalidad democrática con la que España se presenta ante el mundo, permite un relevo ejemplar en la Jefatura del Estado, y que S.M. el Rey Don Felipe VI asuma también su condición de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Sucede así a quien durante toda su vida ha mantenido los más estrechos vínculos con sus compañeros de armas, con sus familias, sus desvelos y sus alegrías. Con SS MM los Reyes Don Juan Carlos I y Don Felipe VI, la Corona ha estado y estará siempre unida a nuestros ejércitos y nuestra Armada con la cercanía de quien comparte con ellos no sólo el uniforme y la carrera militar, sino los valores y el espíritu que hacen de ambas instituciones pilares básicos de nuestra sociedad. Entre esos valores, el primero y fundamental, el servicio y la entrega a España.
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