El desafío independentista
Entre Rajoy y Puigdemont, Iglesias encuentra el vacío
Crece la preocupación en las bases de Podemos por la fallida estrategia del partido en referencia a la crisis en Cataluña.
Crece la preocupación en las bases de Podemos por la fallida estrategia del partido en referencia a la crisis en Cataluña.
Su carta a la militancia a través de Facebook ha buscado enfriar unos ánimos muy caldeados. Pablo Iglesias trató de frenar el susto en su partido por el retroceso en los sondeos colocándose en tierra de nadie. Al secretario general de Podemos únicamente se le ha ocurrido censurar tanto la deriva «autoritaria» del Gobierno de Mariano Rajoy como la vía «unilateral» de la Generalitat de Carles Puigdemont. Más cerca de la soflama que del razonamiento, Iglesias identificó un «bloque afín a la monarquía», donde incluyó a PP, PSOE y C´s, medios de comunicación y grandes empresas con el propósito último de poner en riesgo los fundamentos mismos de la Democracia. O sea, que sólo queda él como salvapatrias y convoca a sus bases a un nuevo 15-M «constituyente» contra «la ofensiva» del 155.
El cuestionamiento, por parte de un importante sector podemita, de la estrategia seguida en los últimos meses ante la crisis catalana forzó esa misiva del líder. La realidad es que un buen número de dirigentes de Podemos han caído en la cuenta de que criticar exclusivamente al Gobierno resulta ininteligible fuera de Cataluña. Que les está perjudicando. Mucho. De ahí que la inicial reprobación frontal contra Rajoy fuese finalmente combinada con un distanciamiento de Puigdemont. Eso sí, en la cúpula de la formación morada siguen sin querer atribuir abiertamente el cambio de discurso a la incomprensión interna. Mejor matar al mensajero. Prefieren achacarlo al «interés mediático» que habría habido para que sean percibidos por la opinión pública como «costaleros» del independentismo. Con todo, las ofertas de mediación de Iglesias sólo han servido para afianzar en los ciudadanos la imagen de Podemos cómplice del separatismo.
Los recelos, en cualquier caso, están instalados y, lejos de aplacarse, crecen solapados con otros problemas. Por un lado, el conflicto surgido a raíz de la anulación de los nuevos estatutos por parte de la Comisión de Garantías se cerró en falso y los anticapitalistas esperan su oportunidad para crearle a Iglesias nuevos quebraderos de cabeza por la suspensión de la ex presidenta del tribunal interno, Olga Jiménez, lo cual puede acabar llevando a Podemos ante la Justicia ordinaria. Por otro, la caída de la participación en las primarias es una constante que ha marcado los últimos procesos internos. Las expectativas de movilización de las bases en Baleares para elegir a su secretaria general, Mae de la Concha, con cuatro candidaturas en liza, quedaron reducidas a 1.500 votos. Con una participación similar, la cosa fue aún peor en Aragón. La elegida por Pablo Echenique para sucederle fue derrotada.
Por otra parte, cada día que pasa Iglesias está más lejos de Pedro Sánchez. Las manos tendidas para avanzar en una alianza anti-PP se han quedado en aguas de borraja, aun cuando el objetivo para ambos líderes políticos pase por desalojar a Rajoy de La Moncloa. Lejos, muy lejos, quedan las conversaciones entre Sánchez e Iglesias en las que incluso llegaron a divagar sobre listas electorales conjuntas PSOE-Podemos para el Senado como una futurible fórmula para acabar con la persistente mayoría absoluta del PP. Y en política las oportunidades perdidas son siempre una incómoda china en el zapato. Molestan y mucho. Iglesias, qué duda cabe, pudo tener su oportunidad, pero la dejó escapar... aunque es un virtuoso en el arte de despejar sus propias responsabilidades atrincherándose en el jaleo. Y en eso persiste: «Si las cosas nos van mal en casa, desviemos la atención creando enemigos fuera que unan a nuestras huestes». Pese a que, como dejó advertido el clásico, «nunca hay viento favorable para quien no sabe adónde va».
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