Cargando...

Opinión

En estado de reposo

Atrapado entre la necesidad de sobrevivir políticamente y la imposibilidad de gobernar, Sánchez parece un turista en su propia residencia oficial

Pedro Sánchez, tras los cristales de La Moncloa Gonzalo PérezLa Razón

Tiene que ser tremendo ser presidente del Gobierno y apenas poder ejercerlo: estar y no gobernar por la inestabilidad inherente a un Ejecutivo de coalición en minoría y de un presidente que prioriza la mera supervivencia en el poder sobre la gestión efectiva y el cumplimiento de un proyecto de país.

La precariedad legislativa, sin capacidad de aprobar leyes cruciales como los Presupuestos Generales del Estado por el bloqueo de Junts, hace que tengamos un Gobierno de inercia, en estado de reposo.

Debe ser como ir a un parque de atracciones y no poderse subir a ninguna, ir de tiendas volviendo de vacío, ver pasar los días con la mano tendida esperando el apoyo de Puigdemont.

Como siga estando mucho más tiempo en estado de reposo el presidente pasará a la historia como el presidente pasatiempo. Eso sí, con la preocupación de que no se note, pendiente de simular actividad mientras pasa el tiempo sin gobernar.

La escasa actividad que se genera tiene que tratarse de actividad tronadora tipo el proyecto Valle de Cuelgamuros, resurrección de Franco o bien acusar al PP del pasado, del presente o de lo que está por venir. Cuanto más ruido se genere mejor; y a ver si así no se habla tanto de García Ortiz, Begoña Gómez, David Sánchez, Ábalos, Koldo, Cerdán, Torres y la fontanera que más que un partido político pareciese una serie judicial tipo “Ley y Orden”.

Los Consejos de Ministros y la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios o bien son sesiones terapéuticas de grupo o directamente visionan una serie de Netflix porque las medidas de fondo y las grandes reformas están reposo.

Ser presidente del Gobierno y apenas poder ejercerlo debe de ser un ejercicio de frustración zen: un puesto de primer nivel convertido en parque de atracciones cerrado, escaparate de poder sin eficacia y museo interactivo de gestos simbólicos. Sánchez, atrapado entre la necesidad de sobrevivir políticamente y la imposibilidad de gobernar le hace parecer un turista en su propia residencia oficial.