Defensa

Evacuación en Sudán: «Estábamos preparados para enfrentarnos a lo peor»

Los militares españoles tenían tres planes, pero nada más aterrizar todo cambió y la misión se adelantó. Dos de ellos cuentan a LA RAZÓN cómo lo vivieron

Los civiles evacuados suben al avión español en Sudán
Los civiles evacuados suben al avión español en SudánLa RazónLa Razón

Fue el jueves 20 cuando el Mando de Operaciones (MOPS) convirtió en ejecutable su plan de contingencia para el rescate de civiles (personal no combatiente, en el argot militar) en Sudán. Arrancaba así la operación «Eva Sierra», cuyo objetivo no era otro que sacar del avispero en el que se ha convertido la capital, Jartum, a 104 ciudadanos, entre ellos 34 españoles, que se refugiaban en la residencia del embajador. Y para ello, unos 200 militares se pusieron en marcha para afrontar una misión «imprevisible» en la que, además, lucharían contra el reloj: 72 horas tenían, lo que se prolongaría la supuesta tregua acordada por el fin del Ramadán. Así que, como suelen hacer las Fuerzas Armadas, plantearon la misión dando por hecho que la situación que se encontrarían en un país a las puertas de una guerra civil sería de mucho riesgo. LA RAZÓNha reconstruido esta operación con dos de los uniformados que participaron en ella: el responsable de planeamiento de la misma y el jefe del contingente. Llegaron a Sudán con tres opciones bajo el brazo, pero nada más aterrizar los planes cambiaron y tuvieron que adaptarse y acelerar todo.

«El jueves nos dijeron que teníamos que preparar una operación real», recuerda el teniente coronel Juan José Pereda, jefe de la bandera «Roger de Flor» de la Brigada Paracaidista (BRIPAC) y al mando de los militares desplegados. Nada más recibir la orden, empezó a pensar opciones, «como ir con nuestros vehículos más ligeros. Pero cuando nos dijeron que era para ir a Sudán y extraer a personal español, se descartó esa opción en favor de los ‘‘Vamtac’’ blindados», explica.

Las primeras 24 horas se dedicaron a organizar la misión y para ello era clave saber en qué situación se encontraba la ciudad y, a partir de ahí, ir tomando decisiones. Había una tregua, sí, pero nadie se fiaba de que se respetase y uno de los miedos eran los «pequeños grupos de rebeldes descontrolados», que podían suponer una amenaza.

Labor de inteligencia y diplomática

«Todo el esfuerzo inicial se centró en tener todo el conocimiento de cómo era la situación sobre el terreno y lo que podía pasar allí. Y, a partir de eso, hacer todas las hipótesis y tener prevista la más peligrosa. En base a la más peligrosa, hacemos un planeamiento capaz de enfrentarse a esa hipótesis». Quien habla es el coronel Alberto Fajardo, jefe de la sección de Planes del MOPS y responsable del planeamiento de la operación. Explica a este periódico la parte más desconocida: la labor de inteligencia y diplomática. Un trabajo que no se ve pero que permitió, por ejemplo, lograr permiso para sobrevolar Etiopía, «que acortaba el vuelo y permitía más tiempo sobre el terreno».

Todo estaba ya sobre el papel, planeado, comprobado y repasado. «Estábamos preparados para enfrentarnos a lo peor», apunta, dejando claro que «todo lo que por suerte no cumpla ese nivel de amenaza va a salir mejor». Aun así, todos estaban preparados para improvisar, tomar decisiones de última hora y reaccionar ante cualquier situación que se salga del plan. Y eso es lo que finalmente pasó, pues tuvieron que acelerar todo al abrirse antes de tiempo la «ventana de seguridad» que esperaban.

Pero hasta que respiraron tranquilos con todos los civiles a salvo en el A400-M del Ejército del Aire, vivieron 72 intensas horas en las que fueron cumpliendo hitos en tiempo récord: en 24 horas estaba listo el plan y en otras 24 ya se estaba desplegando el material y el personal en Yibuti, donde se estableció la base avanzada de la misión, a 1.250 kilómetros del aeródromo sudanés de Wadi Seidna, donde aterrizaron.

Fue el viernes 21 cuando comenzaron los vuelos entre España y Yibuti para preparar todo. «No había tiempo que perder», apuntan ambos. El sábado ya estaban posicionados allí cinco aviones (cuatro A400-M y un A330), ocho blindados «Vamtac», un vehículo ligero de puesto de mando, equipos de comunicaciones... y los casi 200 efectivos de los ejércitos de Tierra y del Aire, MOPS y Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS). Ese día continuaron perfilando la misión, también con militares de otros países que llevaban a cabo sus evacuaciones. Con ellos, incluso coordinaron posibles apoyos.

«Si planeas bien la operación y analizas bien los riesgos, lo normal es que no salga mal»

Coronel Alberto Fajardo

Tres eran las opciones que plantearon, según detalla el coronel Pereda: «La primera, que los civiles llegaran por sus propios medios a la base aérea. La segunda, la más peligrosa, era bajar con todo nuestro convoy a la residencia del embajador. Y la tercera, recogerles en algún punto intermedio».

Domingo 23, el "Día D"

Así llegaron al domingo 23, el «Día D». Sobre las 15:00 despegaron en un A400-M con 43 militares, entre ellos «dos patrullas de Operaciones Especiales, personal para filiar a los civiles, de transmisiones y dos ‘‘Vamtac’’». A los pocos minutos salieron otros dos aviones con el resto de personal y vehículos.

Pero durante el vuelo todo lo que habían planificado cambió: «Hubo contactos –con las autoridades locales– para que parte del trayecto del convoy de civiles estuviese protegido –por las fuerzas sudanesas– y el embajador ya esperaba para salir», explica el teniente coronel. Un acuerdo fruto de «la rápida y efectiva coordinación entre la embajada, los ministerios –Exteriores y Defensa– y las autoridades de Sudán», señala el coronel Fajardo.

Con esa información aterrizaron sobre las 17:15, con solo dos blindados, pues los otros dos aviones estaban de camino. «No teníamos todos los medios que nos gustaría y preguntamos a otros contingentes extranjeros si tenían patrullas en la zona, por si podían ayudarnos», cuenta Pereda. No hubo suerte y a las 18:00 se avisó de que el convoy civil saldría. Con lo que tenían se pusieron en marcha rápidamente, «para minimizar el tiempo que el personal de la embajada estaría expuesto fuera de un lugar seguro».

A su encuentro salieron dos blindados con diez militares (boinas verdes y personal del CIFAS). Y mientras, aterrizaron los otros dos aviones. Los vehículos se quedaron de reserva «por si tenían que salir en caso de eventualidad». Y los uniformados dieron seguridad al aeródromo con italianos y alemanes.

Lo que se encontraron por las calles de Jartum era «un caos total», apunta Pereda, quien recuerda ese riesgo latente: «Los grupos de rebeldes que tienen acceso a armamento, que pueden tener otros intereses, o que fuésemos blanco de una equivocación». Sin embargo, no hubo incidentes «ni amenazas claras y evidentes». El único problema, «la multitud de puestos de control de las fuerzas regulares, que ralentizaban el movimiento, pero en ninguno impidieron el paso». De fondo, «disparos y explosiones».

«Uno de los riesgos eran los grupos descontrolados de rebeldes que tienen acceso a armamento»

Teniente Coronel Juan José Pereda

Cuando el convoy civil llegó al punto de encuentro, las fuerzas sudanesas que lo escoltaban se marcharon. Ellos continuaron. «En estos casos es importante no pararse. Nosotros le dimos seguridad en la zona del recorrido. No teníamos la entidad suficiente (solo dos blindados) como para dirigirles, pero les proporcionamos esa seguridad por donde pasaban», detalla Pereda.

Unas dos horas después estaban de nuevo en la base con los rescatados. Y sobre las 21:30, el avión con los 104 civiles ya volaba rumbo a Yibuti. Pero la misión aún no había terminado y parte de los militares se quedaron para replegar el material y para seguir dando seguridad al resto de países en la base, como ellos habían hecho antes. El reloj marcaba las 3:50 (ya del lunes) y el último avión español abandonaba Sudán. A bordo, Pereda y Fajardo.

Ya sí, con un rescate exitoso y con dos horas de vuelo por delante, llegaba eso tan castrense de balance y «lecciones aprendidas». Y ambos coinciden: la clave fue el planeamiento. «Si planeas bien la operación y analizas bien los riesgos, lo normal es que no salga mal», dice Fajardo. «Lo importante es tener todo en la cabeza y poder reaccionar con efectividad a la situación cambiante. Para eso hay que hacer un planeamiento exquisito», sentencia Pereda, quien no se olvida de «poner en valor el trabajo de la gente que estuvo allí al pie del cañón».