
Aniversario
Franco «resucita» en Mauthausen; cuando la Memoria se torna propaganda
Los Reyes participan mañana en los actos por el 80 aniversario de la liberación del campo nazi en el marco de la agenda del Gobierno por la muerte del dictador

Decía Jorge Semprún que solo cuando se reconoce a todas las víctimas la memoria cumple su función moral. Escritor, intelectual y político, él mismo estuvo preso dos años en el campo de concentración de Buchenwald y tardó años en hablar de aquella experiencia. Esta semana se cumplen 80 años de la liberación de otro escenario del espanto nazi, el campo de Mauthausen, en el que 4.435 españoles perdieron la vida. Un aniversario en el que hoy participan los Reyes y que el Gobierno ha incluido en su agenda «España en libertad», una serie de actos que conmemora el fin de la dictadura de Franco hace medio siglo.
Ya no podemos preguntar a Semprún si las dos memorias que vincula el Ejecutivo de Sánchez son la misma o si hay una intención política disfrazada de reparación. Acudimos en su lugar a dos intelectuales de referencia, el filósofo Manuel-Reyes Mate y el historiador Juan Eslava Galán, para que nos aclaren si existió una responsabilidad directa de Franco en la muerte de tantos republicanos y si la Ley de Memoria Democrática aprobada en 2022 cumple la función moral de la que hablaba Semprún.
Eslava Galán arranca despejando una duda que tienen que ver con el hecho histórico puro: «Evidentemente, Franco, al principio de la guerra, estaba completamente alineado con los nazis. De hecho, la Gestapo perseguía a los republicanos exiliados, sobre todo en Francia. La Gestapo incluso entregó a algunos a España. Había esa concordancia».
"Rizar el rizo"
Sin embargo, el autor de «La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos» (Booket) considera que atribuir a Franco la muerte de esos casi 5.000 españoles es «rizar el rizo». «No veo una relación directa, sinceramente. A Franco le interesaba que no le molestaran, que se quedaran en el extranjero. Persiguió a los cabecillas republicanos en colaboración con los alemanes, pero bastante tenía con lo que pasaba en España como para seguir la pista de todos los exiliados. Los nazis, en su mentalidad, querían limpiar Europa de todo lo que no fuera “puro” según sus estándares, y los republicanos españoles figuraban entre esos elementos a eliminar. No tanto para hacerle un favor a Franco, sino por su propia idea de limpieza étnica e ideológica».
Cree Eslava Galán que la polarización empaña un pasado que no es propiedad de ninguna trinchera política. «Me da la impresión de que se está llevando todo a un extremo y está muy ideologizado. Quieren vincular cosas que no tienen relación directa. A lo mejor por omisión Franco sí tuvo esa responsabilidad porque no los defendió. Pero no los envió allí ni fue directamente responsable de sus muertes».
Esta misma semana hemos conocido que la unidad de Derechos Humanos y Memoria Democrática de la Fiscalía General del Estado va a iniciar diligencias de investigación por «delitos de homicidio, asesinato, detención ilegal y desapariciones forzadas en un contexto de crímenes contra la humanidad perpetrados contra la población española que, tras huir de Franco, terminó recluida en campos de exterminio».
Pura propaganda
Eslava Galán lo considera, de nuevo, un acto de estrategia partidista: «Me parece pura propaganda. No es un intento real de reparación moral. La única reparación legítima es la que permite a las familias recuperar a sus muertos y darles sepultura digna. Todo lo que va más allá me parece excesivo. Ya no queda ningún responsable vivo de los crímenes de guerra, ni de un bando ni del otro. Todo esto forma parte del enfrentamiento político actual. La izquierda acusa a la derecha de ser heredera de los asesinos franquistas, pero no se habla de los crímenes del otro lado».
En conversación telefónica con este periódico, el filósofo Reyes Mate explica su postura: «Es evidente que la dictadura de Franco tuvo responsabilidad. Al declarar apátridas a esos españoles, los despojó de la protección que todo Estado debe garantizar a sus ciudadanos. Eso fue una complicidad directa con la barbarie fascista. Pero más allá del dato histórico, lo importante es preguntarse qué sentido tiene hoy la memoria de ese pasado».
El reconocimiento doble sobre el que escribió Semprún, tanto de los ajusticiados por el totalitarismo nazi-fascista como por el estalinista, lo considera este filósofo la prueba de fuego para determinar si la vocación de la memoria es auténtica y cumple su razón de ser: evitar que el pasado se repita. «Es que la memoria no es lo mismo que la historia. La historia busca comprender, explicar. La memoria, en cambio, hace una lectura moral del pasado: se pregunta por su injusticia. Y en ese sentido, hacer justicia al pasado y devolver la dignidad a las víctimas es un derecho que no deberíamos cuestionar. Pero la memoria va más allá de la justicia: su esencia es evitar la repetición del pasado. La memoria debe servir para decir “nunca más”».
Si divide, no es memoria
La acción de la Fiscalía anunciada tan oportunamente cuenta, según Reyes Mate, con un pecado original: el nombre propio de la ley que la ampara. «Se corre el riesgo de pensar que solo las víctimas demócratas merecen memoria. Y eso es un gran error. Las víctimas lo son más allá de su ideología: cualquiera que haya sufrido violencia o injusticia inmerecida lo es. Limitar la memoria a las víctimas de un solo bando o de una sola ideología es una forma muy pobre y peligrosa de entenderla. La función de la memoria nunca puede ser diidir, sino unir, propiciar el diálogo, evitar el enfrentamiento. La que divide no es una buena memoria».
El acto que tendrá lugar mañana en el escenario de la barbarie nazi se produce en un momento tan convulso en Europa que cualquiera diría que no hemos aprendido nada. El auge desquiciado de la ultraderecha (no solo en el Viejo Continente) trae escenas muy parecidas al ocaso de la República de Weimar de los años 30. Tanto que produce escalofríos.
¿Qué hemos hecho mal? Responde Reyes Mate: «Algo ha fallado. Europa nació sobre la memoria de esos campos. Como decía Semprún, se construyó para que no se repita lo que allí ocurrió. Pero ahora llega una generación que no quiere saber. Hay una desconexión con la responsabilidad histórica. Es un fracaso: con tanta educación, cultura, arte y hemos permitido el auge de partidos extremistas». Y concluye: «Hitler se encontró con todo el trabajo hecho, fueron los demócratas quienes destruyeron la democracia antes de que él llegara. Se había pervertido el lenguaje político, banalizado con elecciones constantes, se había perdido el rigor intelectual. Todo eso suena tristemente familiar».
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