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Génova no quiere que Rajoy y Aznar hagan sombra a Casado en campaña

El PP asume que se quedará por debajo de los cien escaños y sitúa en la Comunidad de Madrid la línea roja del desastre

Pablo Casado y su mujer saludan a una familia con dos niños en en la clausura de la Convención de Familia e Igualdad del PP en Cartagena, Murcia
Pablo Casado y su mujer saludan a una familia con dos niños en en la clausura de la Convención de Familia e Igualdad del PP en Cartagena, Murcialarazon

El PP asume que se quedará por debajo de los cien escaños y sitúa en la Comunidad de Madrid la línea roja del desastre.

Génova no quiere que nada ni nadie reste protagonismo a Pablo Casado en la campaña electoral. Es una campaña «difícil», reconocen dentro del partido, porque en esta ocasión parten de la hipótesis de que lo previsible es que las elecciones las gane el PSOE. Con los datos que manejan en estos momentos, en las filas populares asumen que el reparto de votos con Ciudadanos (Cs) y con Vox les dejará por debajo de los cien escaños. Pero el éxito o el fracaso dependerán de cómo quede el reparto entre bloques, de si gana el de la derecha o el de la izquierda, y ahí sí que está abierto el partido. En la radiografía actual, que hay que cogerla con mucha prudencia porque hasta las elecciones «puede darse la vuelta todo», el temor del PP, o eso dicen, es que el partido de Albert Rivera no cubra las expectativas.

En este contexto político tan complicado los encargados del diseño de la campaña están intentando ajustarse a variables en las que tengan la máxima seguridad de que no arriesgan nada. Y aquí entra el debate sobre la participación de los ex presidentes José María Aznar y Mariano Rajoy. Rajoy ha mostrado su disposición a echar una mano en aquellas comunidades más receptivas a su presencia, como puede ser Andalucía. En la Convención Nacional de enero dejó la sensación de que estaba totalmente de salida, pero ante las citas electorales que se avecinan Rajoy ha ofrecido su ayuda para aquellos sitios en los que sea bienvenido. En todo caso con discreción, en pequeños actos y fuera del principal foco mediático. Está disponibilidad la comparte Aznar, por supuesto.

Pero los dos casos tienen sus pros y sus contras, y esas dudas de Génova son las que han inclinado la balanza del lado de hacer una campaña absolutamente presidencialista. En la que Casado tendrá un coro de voces que le apoyen, con la implicación de dirigentes territoriales y otros cargos nacionales, pero el protagonismo lo tendrá sólo él. Y esto es aplicable para Aznar y también para Rajoy. Por mucho que sea cierto que Casado tiene en estos momentos una cercanía mayor al ex presidente Aznar que a Rajoy, en la dirección nacional también dudan de la conveniencia de que el primero pueda hacerle sombra o marcar la agenda en esta campaña. «Mejor no arriesgar».

Por eso, aunque en Génova aún no confirman si estarán o no los ex presidentes en campaña, la posición que sí está marcada es que en todo caso su presencia será en actos paralelos a los de Casado, menores y no en los grandes mítines. La campaña le llega al PSOE en un momento en el que el hundimiento de Podemos, según lo que anticipan las encuestas, le permite confiar en movilizar voto útil a su favor. En el bloque del centro-derecha, a día de hoy, no hay esa expectativa. Aunque todas las estrategias están condicionadas al principio de que todo puede cambiar de aquí a la campaña, hoy no hay señales que anticipen movimientos sobre la base de que esté actuando el voto útil a favor de las siglas del PP.

Fin del clima de Colón

Los estudios también constatan que el clima de Colón se ha disuelto y esto favorece al PSOE. Salvo que haya algún acontecimiento traumático que altere radicalmente la campaña, Casado se enfrentará la noche del domingo a un resultado electoral en el que Pedro Sánchez podrá presentarse como el ganador de las elecciones, y su única carta es que bloque del centro-derecha sume y él lo lidere.

En el PP tienen tan asumido que el PSOE superará al PP en votos en las generales que ya anticipan como justificación que no se le puede pedir a Casado que gane unas elecciones a nueve meses de haber tomado las riendas del partido. Sólo hay una línea roja para la que no sería válida esta justificación: la pérdida del gobierno de la Comunidad de Madrid, donde el PP llega gobernando 28 años. La candidatura de Isabel Díaz Ayuso, a la Comunidad, y la de José Luis Martínez Almeida, en el Ayuntamiento, han sido elecciones personales del líder popular. Y, por tanto, tampoco podrá escapar de la responsabilidad de los resultados. La Comunidad de Madrid es la joya a mantener cueste lo que cueste, aunque sea a costa de intercambio de cromos con Ciudadanos. Y dentro del partido hay dudas sobre la fuerza de Ayuso, y a algunos dirigentes han llegado también mensajes poco convencidos sobre ella del mundo empresarial.

Antes existía la creencia de que las campañas no servían para nada, y ahora es justo al revés. Sí sirven, dicen, pero sólo en su recta final. La experiencia de los últimos comicios indica a los partidos que todo se resuelve en la última semana y que hasta entonces el objetivo es no meter la pata y conseguir fijar dos o tres ideas básicas para sostener el discurso electoral, como puede ser España o la rebaja de impuestos en la campaña del PP.