Postsanchismo

La guerra por la sucesión de Sánchez entra en acción

Los barones emplazan al presidente y a su «núcleo duro» al 24-J. No se rebelan ya «por responsabilidad con las siglas socialistas»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones del 28M que los socialistas celebraron en Barcelona.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.Enric FontcubertaAgencia EFE

El PSOE huele a derrota electoral. El partido ha comprado el lema del cambio de ciclo que pregona la oposición y celebra por anticipado el fin del «sanchismo», aunque sea a costa de la presunta pérdida de poder que esperan que se confirme en las elecciones generales del 23-J.

La proximidad entre el cataclismo del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales y las generales del 23-J actúa como factor multiplicador del ánimo de derrota, y en las filas socialistas dan por perdido el partido sin llegar a jugarlo.

Esto tiene consecuencias que ya se están dejando notar en la vida interna de la organización socialista: los movimientos para recolocarse en el postsanchismo se han puesto ya en marcha.

A la desesperada, en el PSOE vuelven a estar pendientes de lo que hace la expresidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz o hasta de Eduardo Madina, a pesar de que quien fuera rival del hoy secretario general del PSOE ya ha dicho que no está en sus planes volver a la política.

El nombre del presidente en funciones de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, está también, por supuesto, en boca de todos, con esa mayoría absoluta que le concede la categoría de referente general para gestionar el estado de postsanchismo en el que ya se han instalado en el partido. Su punto más débil es Cataluña y sus diferencias con el líder del PSC, Salvador Illa. Page representa una enmienda a la totalidad a la política en Cataluña que Sánchez exhibe como uno de sus principales logros.

Pero antes de llegar ahí, en estos momentos la preocupación del PSOE gira alrededor de las maniobras que atribuyen al entorno del presidente del Gobierno para situarse y controlar los resortes de la nueva etapa que se abrirá después de las elecciones generales.

El PSOE no trabaja hoy en dar la batalla por aguantar y mantener el poder, sino en situarse para el día después del 23-J y acertar con la mejor solución para afrontar «una de las etapas más difíciles» con las que ha tenido que lidiar el partido. Sin contar los votos del 23-J, ya vaticinan que el poder socialista se va a quedar limitado, casi estrictamente, al grupo parlamentario, que lo diseña Pedro Sánchez, y que será el principal bastión de resistencia del «sanchismo».

En el PSOE cuentan como principal hipótesis de trabajo con la idea de que Sánchez y su entorno «se resistirán» a dejar de controlar a la estructura del partido tras la derrota electoral, y en la sombra se cuecen los primeros movimientos para hacer frente a esa resistencia.

Por cierto, Moncloa quiere utilizar el Comité Federal de este sábado como la prueba de que el partido cierra filas oficialmente con el presidente del Gobierno, a pesar de que sea una mayoría la que le responsabiliza de los malos resultados electorales. A su favor tienen el hecho de que los barones, sobre todo Page, están condicionados por el calendario y la circunstancia de que este cónclave se produce a semanas de unas trascendentales elecciones generales: son conscientes, explican en las federaciones, de que no pueden dar munición a Pedro Sánchez y a su equipo para que les acusen de desestabilizar al PSOE en su examen en las urnas.

«Que vayan, que se examinen, y luego ya se les pedirá explicaciones por los resultados», comentan en el PSOE de Castilla-La Mancha. Y lo comparten en Andalucía, Valencia y Aragón.

Moncloa pregona que el Comité Federal será tranquilo, y que los barones críticos, en público, callarán en privado, «como han venido haciendo siempre hasta ahora». Dicen, incluso, que está pactado que «no haya bronca». Desde el entorno de Page, precisan: «No hay nada pactado. Estamos con unas elecciones convocadas. No es momento de ir a abrir ningún debate por responsabilidad con la marca».

La bronca puede esperar hasta el 24-J porque la actitud de la cúpula territorial socialista se resume en aquel proverbio que dice «siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo».

Éstos que esperan ver pasar el «cadáver» de Pedro Sánchez comparten una visión muy pesimista sobre la travesía en el desierto que tendrá que afrontar el PSOE después de las generales. Si pierde La Moncloa, el partido se encontrará desnudo de poder territorial, ya que en las autonómicas y municipales lo han perdido prácticamente todo. Casi no hay precedente del erial, que solo tendrá como punto de apoyo la fuerza del grupo parlamentario en el Congreso, controlado por el «sanchismo».

Hay que decir también que el PSOE asiste con asombro, y estupefacción, a la guerra cainita en la que se ha sumergido esa izquierda a la izquierda del PSOE que tanto ha cultivado el «sanchismo» durante esta Legislatura. Hoy es el último día para que se aclare si hay o no acuerdo entre Sumar y Podemos, después de una negociación sostenida en órdagos y descalificaciones cruzadas. Moncloa apela al voto útil y ha roto con Yolanda Díaz, en reacción a la debacle del 28M. Pero más allá de los cálculos de la «fontanería» de Sánchez, el análisis que hacen en el partido no distingue ya matices entre si hay o no acuerdo. Consideran que «el espectáculo lamentable que está dando la izquierda, y la política de navajeo que se traslada a la opinión pública, condena al conjunto de los partidos, incluido el PSOE, «a ser víctimas de lo que están sembrando ante sus votantes».

El ruido no moviliza y la desmovilización acaba afectado a todos, aunque en La Moncloa quieran creer que el ruido de la izquierda a su izquierda les beneficia a ellos porque les convierte en opción refugio para el votante que desea implicarse en la llamada alianza antifascista que convoca el propio Sánchez.