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Cataluña

Illa: «No me quedaré encallado en 2017. Quien lo haga se equivocará»

Defiende que se aplique ya la amnistía porque «contribuirá a afianzar la convivencia»

Salvador Illa, ayer con Hereu, Planas y Robles en Madrid Ricardo RubioEUROPAPRESS

«Las tribulaciones de un chino en China» es una conocida novela de Julio Verne. Apareció como una serie en Le Temps entre el 2 de julio y el 7 de agosto de 1879, y publicada en forma de libro el 11 de agosto de 1879. Salvador Illa, el presidente de la Generalitat de Cataluña se parece mucho al protagonista del libro, Kin-Fo, y parece empeñado en protagonizar las tribulaciones, por series, de un catalán en Madrid.

Illa viaja con asiduidad a Madrid para tratar las múltiples carpetas abiertas que tiene encima de la mesa. Llegó el martes por la noche a la capital para afrontar ayer una jornada que bien parecía una carrera de obstáculos. Antes de lidiar con Carlos Alsina en Más de Uno de Onda Cero, el presidente leyó las noticias del día. Junts sacaba pecho de un acuerdo con el Gobierno para garantizar la atención en catalán en los servicios de atención al cliente; Junts no descartaba hacer caer a Sánchez aprovechando que su enemigo íntimo, Aliança Catalana no se presentará a unas elecciones generales aunque significara una pérdida de escaños y, sobre todo, su capacidad de influencia en Madrid; alguien más mueve informaciones –surrealistas– de la preparación de una moción de censura entre PP-Vox y Junts; la guerra de Gaza donde Junts se pone de perfil como demostró su abstención en el Consejo de RTVE; y el cabreo de los de Puigdemont porque no se cumplen los acuerdos de inmigración que pactaron hace dos años con el PSOE y que según los junteros, Illa paraliza en la negociación.

Leída la prensa, Illa se fue a ver a Alsina para después protagonizar un diálogo con Monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española, tener una entrevista con Luis Planas, ministro de Agricultura y finalizar la jornada con la recepción de la Diada en Madrid. Eso como agenda oficial porque Illa desde las 12 hasta las 18 horas mantuvo encuentros institucionales, económicos, culturales y sociales de las que no se informó. «Defiendo la transparencia. Si llego a acuerdos, los explico; pero también defiendo espacios de discreción en la política», le dijo a Carlos Alsina sobre su reunión con Puigdemont. Y lo mismo aplicó en el día de ayer.

Illa no rehuyó ningún tema en la entrevista que daba el disparo de salida a su agenda madrileña y habló claro ante las preguntas del periodista. Gaza, Cataluña, financiación singular, amnistía y defendió con ahínco el mantra que más repite: «Prosperidad compartida». Sobre la amnistía, el presidente catalán defendió que se aplique ya porque «contribuirá a afianzar la convivencia en Cataluña que ha mejorado mucho», y añadió que «no me voy a quedar encallado en 2017, y creo que quien lo haga, se equivoca».

Tampoco eludió transitar por la financiación singular, a sabiendas de que es un tema clave, que le trae problemas con ERC y Junts, pero sobre todo con el PP. «Vamos a poner una propuesta encima de la mesa. No pido nada exclusivo para Cataluña. Queremos ejercer nuestro autogobierno en plenitud y que la Agencia Tributaria de Catalunya pueda desarrollarse en el marco de la lealtad entre instituciones. Mi Gobierno ha sido leal con el de España siempre. Otros no pueden decir esto», afirmó al tiempo que vaticinaba que «todo lo que viene de Cataluña por parte de algunos es visto con recelo. Luego muchos se acaban apuntando. El Govern que yo presido puede reclamar que al menos las propuestas que hacemos y los acuerdos que alcanzamos sean juzgados por el propio contenido».

Tras la entrevista, Illa acudió a la Fundación Pablo VI donde mantuvo un encuentro con Monseñor Argüello. Ambos hicieron una apología del diálogo. Illa afirmó que no «solo es posible, sino necesario; e implica reconocer al otro, pero también respeto y capacidad de escucha». La réplica no se hizo esperar y el máximo representante de la Conferencia Episcopal, que hace poco defendía un adelanto electoral, instó a «no demonizar a aquel con el que queremos dialogar», para añadir sin tapujos que «en la Iglesia experimentamos el contagio de la polarización» y, por eso, «debemos hacer un esfuerzo de contagiar lo contrario».

Mientras el presidente se explicaba el ruido mediático se centraba en el acuerdo sobre el catalán entre Junts y Gobierno. «Voy a estar siempre a favor de cualquier medida que proteja e impulse el catalán, el gallego y el euskera. Son una riqueza común de todos los españoles. Veámoslo como una riqueza no como un recelo. No solo no es una debilidad de España, es una riqueza de España».

Tras sus reuniones discretas, el presidente catalán tuvo un encuentro con el ministro de Agricultura y puso punto y final a su jornada en un partido que jugó en casa.

En los jardines de la Delegación del Govern, Illa presidió la habitual recepción de la Diada. Ministros, diputados, senadores, representantes del mundo económico, laboral y social, catalanes residentes en Madrid arroparon al presidente catalán que aprovechó un tren tardío para volver a Cataluña poniendo fin a su jornada madrileña. No será la última.