Toni Bolaño
La noche de los cuchillos largos
Artur Mas reunió a su Gobierno el fin de semana para comunicarle que Cataluña está en un estado de emergencia nacional. Reconocía que estaba contra las cuerdas, falto de iniciativa, colapsado económicamente y arrinconado social y políticamente. A través de un diario afín, proponía una nueva partida para salir del atolladero. Amagaba con aparcar la famosa hoja de ruta del derecho a decidir, miraba a socialistas –pidiéndoles árnica– y que arengaba a sus consejeros para volver a tender los puentes rotos –él mismo los rompió en su fugaz reunión con Rajoy– con el Gobierno de Madrid. 48 horas más tarde, la situación, en lugar de mejorar, ha empeorado con la imputación de «El Príncipe», su número dos en el partido, el secretario general de CDC y presidente del grupo parlamentario, el heredero de Jordi Pujol Ferrusola. La emergencia nacional es ya caos.
Las caras de los dirigentes nacionalistas hablan por sí solas. Reflejan desconsuelo, desmoralización, inestabilidad e incertidumbre. Saben que la dimisión en diferido de hoy no ha sido digerida ni por Oriol Pujol, ni por el partido. El hasta hoy hombre fuerte de CDC ha repetido hasta seis veces la palabra reversibilidad. Es decir, ha dicho alto y claro que quiere volver una vez se demuestre su inocencia. Sin embargo, según el manual anticorrupción de Mas, deberá dimitir cuando se inicie el juicio oral. Oriol Pujol todavía no sabe que ha dimitido de sus cargos, pero que está cesado políticamente.
El partido, por mucho que esperara la resolución judicial, tampoco ha hecho la digestión de los acontecimientos. Oriol Pujol quería que se visualizase la posibilidad de su vuelta y ha forzado una bicefalia. Josep Rull y Lluís Corominas asumirán la Secretaría General. A nadie se le escapa que Rull, un hombre de Mas, tiene aspiraciones. Oriol juega la interinidad. Rull, a la sucesión. De hecho, sólo cuenta con un hombre de su confianza en la nueva dirección. Turull, que asume el grupo parlamentario. Al único que ha sonreído y mirado en la rueda de prensa.
En este tablero de ajedrez no hay que olvidar a Felip Puig, conseller de Empresa. Puig sigue controlando el partido y tiene una estrecha relación con la familia Pujol. En el congreso de CDC, alcanzó un acuerdo tácito con Oriol Pujol para auparlo a la Secretaría General. Hoy ese pacto está en cuarentena. Ni tampoco al líder de Unió. Duran ha salido magnánimo, tolerante y comprensivo. Bajo esta actitud, el líder democristiano ha saboreado su momento. Se ha cobrado su revancha. Ha recordado a CDC que Unió no es la única que tiene problemas con la Justicia y se ha vuelto a situar en primera línea, cual Ave Fenix. Duran no olvida que, en presencia de Oriol Pujol, la Federación de Barcelona de CDC aprobó una resolución que lo señalaba como culpable de la derrota electoral, ni tampoco que dijo que había que pulir su perfil como candidato nacionalista en las generales.
Francesc Homs se ha refugiado en el Gobierno. No quiere exponerse más de la cuenta. Tiene aspiraciones en la sucesión. Mas presentó la dimisión la noche electoral. No se la aceptaron. Homs asumió una dirección política y estratégica con el derecho a decidir como estandarte. Muchos la consideraron una huida hacia adelante, pero callaron. Hoy la ven en un callejón sin salida. Las voces críticas ya no son disimuladas. A la inestabilidad política se suma la inestabilidad orgánica en el partido de gobierno que está en el umbral de su particular noche de cuchillos largos.
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