Barcelona
La persecución a los «cazalazos» amarillos
LA RAZÓN acompaña a las «brigadas de limpieza» que cada noche se encargan de quitar las enseñas independentistas que inundan los espacios públicos de Cataluña. Los CDR los acosan, insultan y amenazan con el beneplácito de los Mossos, pero ellos no desisten.
LA RAZÓN acompaña a las «brigadas de limpieza» que cada noche se encargan de quitar las enseñas independentistas que inundan los espacios públicos de Cataluña. Los CDR los acosan, insultan y amenazan con el beneplácito de los Mossos, pero ellos no desisten.
Son las 22:15 de la noche. Una treintena de personas se dan cita en el punto de encuentro que en esta ocasión es una estación de metro al norte de Barcelona. Máximo secreto. Son la «Brigada 155», un grupo de voluntarios cuyo objetivo es limpiar Cataluña de lazos amarillos. Los objetivos son lugares públicos, nunca propiedades privadas, que han sido inundados de enseñas independentistas. Esther, la portavoz de esta brigada da las instrucciones. En primer lugar, todos deben poner el móvil en modo avión para evitar que los Comités de Defensa de la República (CDR) les persigan. Toda precaución es poca. Siguiente paso: la distribución de los integrantes en diferentes coches y seguir las señales de la portavoz. Realmente sólo dos personas saben dónde van. En alguna ocasión se ha filtrado su operativo y han sido atacados por los radicales secesionistas.
Arrancan los vehículos y comienza la acción que en esta ocasión tendrá lugar a 40 kilómetros de la Ciudad Condal. Llegan a San Antoni Vilamajor, un pueblo de unos 6.000 habitantes y donde todas las calles están plagadas de carteles de apoyo a los que los secesionistas denominan «presos políticos», lazos amarillos y esteladas. De los coches sacan bolsas de basura, escaleras, pértigas, tijeras y cúters para comenzar a trabajar. El silencio es clave, si levantan la voz pronto serán detectados y la avalancha de los CDR sería inminente. La primera parte de la «limpieza» es tranquila, centenares de lazos van siendo recogidos y guardados con cuidado en bolsas de basura. La brigada 155, que se fundó hace cinco meses y que actúa de media dos veces por semana, está integrada por unas cincuenta personas en total, «aunque no todos salen juntos siempre», dice Esther. Además en esta acción también cuentan con el apoyo de otros dos grupos de «cazalazos» amarillos: Resistència Vallès y Groc&Lloc. No es la primera vez que colaboran. Todos los integrantes de estos grupos realizan las tareas de limpieza en sus horas libres. Entre los miembros del equipo hay profesores, administrativos, médicos, estudiantes... Todos pueden ayudar. Carmen, por ejemplo, está jubilada. Tiene 67 años y se ha ganado a pulso el apodo de «la abuela de Tabarnia». «El mes pasado, cuando estábamos en medio de una acción en el barrio de Trinitat nos agredieron, me cogieron del brazo, me tiraron contra el suelo y luego me lanzaron contra una moto. Tuve moratones en la cara y el brazo no me lo partieron de milagro. Son unos salvajes», explica Carmen mientras recoge lazos que sus compañeros más jóvenes lanzan desde lo alto de los árboles. «Vivimos en un ambiente claustrofóbico, acosados por lo que nos quieren imponer los independentistas. No se pueden apropiar de las ciudades, por eso nuestra misión es liberar espacios que son de todos», asegura Albert, otro de los «brigadistas».
Ellos son conscientes de lo que conllevan estas acciones, pero son valientes y han perdido el miedo. Les pegan, les amenazan, insultan y acosan. Pero, aun así, siguen adelante. «Además, los Mossos les ayudan a hacer esto. Los CDR fotografían nuestras matrículas, les pasan esa información a amigos suyos de la Policía autonómica para que les faciliten nuestros nombres, la dirección de nuestra casa, nuestros centros de trabajo... y luego ellos lo hacen público para que nos acosen», detalla Esther. Ella sabe de buena mano lo que es que pinten la fachada de tu casa con insultos, que «te revienten» los coches o incluso que pinchen tu teléfono. «Estoy convencida de que nos los han pinchado. Por eso pedimos que se ponga siempre en modo avión para que no nos puedan rastrear», asevera.
00:15 Los CDR dan la voz de alerta y comienzan a salir a la calle para increpar a los «limpiadores». «Tabernícolas, hijos de puta, id a limpiar a vuestra casa», grita un joven con ira.
Otro factor importante es la nocturnidad. Hacer este tipo de acciones a la luz del día es extremadamente peligroso. Bien lo saben los integrantes «Els Segadors del Maresme». LA RAZÓN les acompaña también en dos arriesgadas intervenciones en territorio comanche (véase, de mayoría independentista). En una de ellas, en Cardedeu, quitan una estelada en una rotonda a la entrada del pueblo. El «spider» del grupo trepa con rapidez y en menos de tres segundos la bandera secesionista deja de ondear. Varios coches pitan, unos para darles su apoyo y otros para encararse con ellos. Después se dirigen a Vilassar de Mar. Allí la cosa es más compleja. El objetivo son un centenar de lazos que cuelgan de las vallas de la estación de tren. Son rápidos pero eso no quita para que algunos vecinos les increpen mientras están manos a la obra. «Empezamos a hacer esto un grupo de amigos y fue creciendo. Hay mucha gente que piensa como nosotros, pero les da miedo quitar lazos en solitario por la que se les puede venir encima. Pero al hacerlo en grupo todos nos sentimos más seguros», explica José, portavoz del grupo, quien ha sido «marcado» por su vecina tras realizar esta tarea. «Incluso se inventan cosas de mí, hacen reseñas en internet del sitio en el que trabajo para que pierda clientes, me llaman fascista... y yo lo único que quiero es que nos respeten. Que se pongan el lazo en la solapa, pero no en los lugares que son de todos los catalanes», añade. Una compañera suya, Mónica Lora, que además es portavoz de Plataforma por Cataluña, recibió un mensaje a través Facebook en el que debajo de la fotografía de Lora con sus dos hijos ponía: «Tres balas». Para evitar esto, la mayoría oculta su rostro durante las acciones con pañuelos y pasamontañas.
23:00 Usan escaleras, pértigas y tijeras para quitar los lazos. Los independentistas en ocasiones ponen alambres para que se corten o los untan con productos químicos.
Pasa la medianoche y la «Brigada 155» continúa su labor, hasta ahora tranquila. Pero el buen clima que reina en su trabajo pronto se empaña por un grupo de lugareños independentistas que salen a la caza de los limpiadores. Se acercan a ellos y comienzan a insultarles. «Anda, tabernícola, vete a limpiar tu puta casa y déjanos a nosotros en paz», les dice un joven. Ellos callan y siguen con su trabajo. Pero continúan increpándoles. Alzan la voz y más vecinos comienzan a sumarse al escrache. Llegan cinco coches de Mossos de Esquadra y el ambiente se torna violento. Los «brigadistas» intentan no responder pero los insultos no cesan. Los agentes les piden la documentación a los constitucionalistas, pero no a los independentistas. Ahora van camino de la plaza del Ayuntamiento y allí estalla la tensión.
Mientras los voluntarios recogen lazos y pancartas, los vecinos, en la acera de enfrente les agreden verbalmente. Esther no puede contenerse y les responde, pero un compañero le pide que no entre en su juego y ella aminora. «Tabernosos, asquerosos, fachas iros de aquí», les escupen los jóvenes desde la puerta de un bar. Comienza entonces el «plan de evacuación». Los independentistas les siguen por las calles. Los Mossos no les frenan. Al final es necesaria la intervención de agentes de paisano para calmar la ira de los vecinos. Pasan las dos de la mañana y consiguen llegar a sus coches. Misión cumplida. Ocho bolsas de basura repletas de lazos. La mayoría de ellos tiene que entrar a trabajar a las ocho de la mañana, pero merece la pena lo que han hecho y piensan ya en la siguiente acción.
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