Nacionalismos
La lealtad que busca Illa con la Corona la inventó Pujol
La animadversión del nacionalismo que viró a independentismo con la Monarquía, degeneró tras la caída de Mas, enviado a «la papelera de la historia» por la CUP y la aquiescencia de ERC
El acto de inicio del Milenario de la Fundación del Monasterio de Montserrat fue presidido por los Reyes en compañía del presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y del abad de Montserrat, Manel Gasch. La presencia de Felipe VI en la cuna del catalanismo junto al presidente catalán enervó a los independentistas, que solo pudieron congregar a unas 200 personas para protestar por la presencia real, que consideraban un acto más de la «españolización» de Cataluña. Una españolización que no debieron ver los habitantes de Badia del Vallès, una ciudad que acogió a la inmigración de la segunda mitad del siglo XX, y que se volcaron en la visita del Rey Felipe ese mismo día por la tarde.
Illa rompió con las malas relaciones entre Generalitat y Zarzuela y, desde su llegada a la presidencia, se ha visto con el Rey más de una veintena de veces. En la Zarzuela, en la recepción del 12 de octubre, en la Conferencia de Presidentes, en el Mobile o en la Copa de América, entre otras. En un año ha recuperado la normalidad institucional de Cataluña con la Corona emulando a Jordi Pujol y poniendo punto y final a las políticas de Artur Mas, Quim Torra o Pere Aragonés, que convirtieron a la Monarquía en su enemigo número uno.
«Majestad, es un gran honor para mí teneros en Cataluña; confío en que os encontráis como en vuestra casa». «Gracias, presidente, sé que estoy en mi casa». Este intercambio de saludos lo protagonizaron, a pie de escalerilla del avión en el aeropuerto de El Prat, el Rey Juan Carlos y el presidente Jordi Pujol en un lejano 14 de mayo de 1985. Lo cuenta José Antich, hoy director de «El Nacional», en su libro «El Virrey». Tras el saludo, se subieron a un Mercedes de color azul, conducido por el Rey, para compartir mesa y mantel en Ca l’Isidre, un restaurante con rancio abolengo del Raval de Barcelona, acompañados por la Reina Sofía y Marta Ferrusola. Según las crónicas de la época, hablaron sobre la situación política de Cataluña y España, cinco meses después de que «ABC» designara a Jordi Pujol como «español del año».
Su nivel de relación se pudo comprobar en esta visita. Don Juan Carlos presidió en el Palacete Albéniz una reunión con «carácter informativo» del Consejo Ejecutivo de la Generalitat, encabezado por el muy nacionalista –y juancarlista– Pujol, realizó un acto en el Palau de la Generalitat, con un discurso en castellano y catalán, y realizó una visita al Parlamento de Cataluña. En pocas palabras, fue una visita del Jefe del Estado.
Solo unos años antes, la Constitución fue votada por el 90% de los catalanes con una participación del 61,4%. La provincia con menor apoyo fue Gerona, con «solo» un 89,78%, casi tres puntos más que en Madrid. Y un dato, en el referéndum de 2006 votó un 48,9% del censo y a favor un escaso 73,2%.
Una relación leal, cordial e intensa
Fue la segunda visita de Don Juan Carlos a Cataluña. La primera se produjo entre el 16 y el 22 de febrero de 1976, tan solo tres meses después de ser proclamado Rey de España tras la muerte de Franco. En este primer viaje marcó la proximidad entre la Corona y la Generalitat desde el retorno del exilio del presidente Josep Tarradellas y la recuperación de las instituciones catalanas. Este nivel de cordialidad, y de proximidad, lo exhibió el propio Pujol el 2 de abril de 1992 en una visita al Palacio de la Zarzuela. «El Rey y yo de vez en cuando tenemos este tipo de encuentros, una vez al año más o menos, y se trata de un cambio de impresiones muy franco y de hablar de una forma abierta y leal», dijo en una declaración en la Zarzuela tras una reunión de un par de horas. Posteriormente, Pujol y su esposa mantuvieron una comida con la Familia Real al completo. «Los Reyes han tenido la amabilidad de recibirnos en un ambiente familiar y hemos comido con los Reyes, el Príncipe y las Infantas. Ha sido todo muy abierto, y muy cordial». Las declaraciones las hizo el propio Pujol en el Palacio, algo impensable en estos tiempos.
La relación entre la Monarquía y la Generalitat nacionalista siempre fue leal, cordial e intensa. El 20 de abril de 1995 volvió a reproducirse esa cercanía. El Rey viajó a Barcelona en visita privada tras el atentado de ETA contra José María Aznar y mantuvo un discreto encuentro, de más de dos horas, con Pujol en el hotel Juan Carlos I. Hablaron de Cataluña y España y también de la lucha antiterrorista, según recoge la crónica de «El Periódico de Cataluña», diario que dio la noticia en primicia.
Esta relación con Cataluña no se limitó al nacionalismo de Convergència. En 2001, Don Juan Carlos almorzó con 30 alcaldes del Baix Llobregat, una gran mayoría socialista y de Iniciativa per Catalunya, invitado por el que cinco años más tarde llegó a la presidencia de la Generalitat: José Montilla. En la misiva que se le envió a Zarzuela para invitarle a visitar la comarca se decía «siempre que viaja a Cataluña y aterriza en El Prat, le dicen que ya está en Barcelona. Es mentira, Majestad. Está en el Baix Llobregat». El Rey parece que entendió la ironía y accedió a visitar la comarca y puso al Baix Llobregat «como modelo de convivencia y tolerancia cultural y lingüística» y compartió dos jornadas intensas con empresarios y trabajadores que finalizaron en una recepción en la pirámide de la Feria de Cornellà, con Montilla de alcalde, con asistencia de más de mil personas. Como dijo uno de los ediles allí presentes, «aquí hay muchos republicanos que no perdonan no hacerse la foto con el Rey».
La animadversión del nacionalismo que viró a independentismo con la Corona degeneró a partir de la caída de Artur Mas, que fue enviado a «la papelera de la historia» por la CUP y la aquiescencia de ERC. En noviembre de 2013, ya en pleno proceso soberanista, LA RAZÓN destapó un viaje del entonces consejero de Presidencia de Artur Mas, Francesc Homs, a la Zarzuela. Se dijo que fue una reunión meramente institucional, pero no figuró en la agenda oficial. Ya se hablaba de referéndum, pero no de república catalana. Homs fue a Madrid a suavizar tensiones y restaurar relaciones, mirando al Príncipe Felipe. Se recurría a una frase del Príncipe en el Parlament: «Los catalanes siempre serán lo que ellos quieran ser» para justificar un acercamiento a la Corona para que diera cobertura al «derecho a decidir» que el entonces alcalde de Gerona, Carles Puigdemont, defendió ante el futuro Felipe VI. El Príncipe abogó por el respeto a las reglas de juego y todo se rompió. Solo habían pasado dos años desde que Mas y el Príncipe compartieron emociones viendo la final de la Champions entre el Barça y el Manchester.
Ataques a las Monarquía
Tras la negativa de la Zarzuela a dar cobertura al «procés», el nacionalismo atacó a la Monarquía con el despectivo «los Borbones», equiparando a Juan Carlos I con Felipe V que derrotó a los partidarios de Carlos de Austria en 1714. El independentismo levantó definitivamente la bandera de la República catalana que menospreciaba a los no nacionalistas calificándolos como «botiflers» (traidores) el mismo vocablo que se utilizó en 1714 para denostar a los partidarios del Borbón Felipe V.
Los problemas del Rey Juan Carlos en 2014 y el ascenso a la Corona del Rey Felipe fueron atizados por el «procés» y utilizados como espoleta en su favor. Los partidarios de la independencia sumaron a la crisis económica, la mayoría absoluta del PP y la crisis de la monarquía para hacer un cóctel en el que el resultado era una independencia por la vía rápida. No acertaron, sin duda.
Con el Rey Juan Carlos convertido en Rey emérito, todos los ataques se centraron en Felipe VI, sobre todo, tras el discurso del 3 de octubre de 2017. La épica del independentismo califica el discurso como un ataque y lo tildan con menosprecio como el discurso del «a por ellos», criticando que el Rey no apoyara sus ansias de secesión.
Desde las filas socialistas se le hizo llegar al Rey un cierto disgusto por no utilizar el catalán en ese discurso y desde Zarzuela se dijo que el discurso era «para una nación herida». Cinco días después, el 8 de octubre, más de un millón de catalanes salieron a la calle para recuperar el «seny» frente a un «procés» desbocado.
Tras el fin del proceso separatista y la llegada de Salvador Illa a la Generalitat las relaciones han vuelto a su cauce y la Monarquía vuelve a recibir desde Cataluña un respeto institucional.
Después de años sin que un presidente catalán pisara la Zarzuela al ser elegido, Illa acudió a la residencia real. La imagen no gustó al independentismo, pero Illa está empecinado en recuperar unas relaciones de lealtad que no son nuevas, las inventó Jordi Pujol con Don Juan Carlos.