Voto útil
El PP teme el coste en escaños de los votos que vayan a Vox si no logra el 5% mínimo para lograr representación
La fuerte caída del PSOE amenaza las expectativas de sumar del BNG. Incertidumbre en los equipos electorales
La incertidumbre con la que termina la campaña gallega no entraba como factor a considerar cuando el presidente de la Xunta, el popular Alfonso Rueda, convocó las elecciones. A la jornada de reflexión se llega con bastante consenso demoscópico sobre la posibilidad de que el PP sea capaz de mantener el Gobierno, aunque las estimaciones que manejan los partidos apuntan a que estaría en el rango bajo de la mayoría absoluta, los 38 escaños.
Y esto, en teoría, dejaría la puerta abierta a que cualquier mínima oscilación que haya mañana en la participación o en el apoyo electoral a una u otra sigla, sobre las estimaciones hechas, pueda suponer un vuelco sobre el resultado que anticipan los tracking de última hora, no publicables, pero que sí siguen llegando a los equipos electorales.
En la izquierda, la atención está puesta en el riesgo de que una caída mayor de la ya prevista del PSOE haga que el BNG no pueda sumar una mayoría absoluta, aunque sea la fuerza que más crece con respecto a las anteriores elecciones autonómicas.
Mientras que en la derecha el foco está colocado en el coste en escaños que los votos que vayan a Vox, sin que esta formación alcance el porcentaje mínimo del 5 por ciento necesario para conseguir representación, pueda tener sobre el objetivo de evitar que la alianza de izquierdas y nacionalistas se haga con el control de la Xunta. Los sondeos otorgan a Vox un porcentaje de voto que está alrededor del 2,5 por ciento, lo que hace que el partido de Santiago Abascal siga siendo irrelevante en Galicia, pero una potencial amenaza para el resultado final del centro derecha.
La gran sorpresa de esta campaña ha sido el potencial de la candidata del BNG, Ana Pontón, que al mejorar notablemente las expectativas sobre su porcentaje de voto con respecto al que obtuvo en las anteriores elecciones tiene más capacidad de convertir esas papeletas en escaños.
En las últimas elecciones autonómicas, el BNG ya fue el segundo partido más votado, pero el PP le sacó una distancia de 24 puntos, lo que ayudó a Alberto Núñez Feijóo, que optaba como candidato a la Xunta, a multiplicar la rentabilidad de sus votos y obtener una mayoría más que holgada.
En ese sentido, el BNG se prepara para alcanzar su techo histórico, mientras que los socialistas dan por amortizado que en estas elecciones tocarán también su suelo histórico. Es cierto que Feijóo se juega mucho más que Pedro Sánchez si el PP no asegura la mayoría absoluta, no tanto como su liderazgo al frente del partido, pero sí se abriría una etapa de ruido que, además de debilitarle a él al mando de la oposición, fortalecería a Sánchez en un contexto muy sensible porque el presidente del Gobierno tiene abierto el frente de la amnistía al tiempo que sus socios cada vez dan más por seguro que este año no será capaz de pactar unos nuevos Presupuestos y deberá seguir con la prórroga de los del año anterior.
El socialismo gallego lo fía todo a que un cambio en el gobierno de Galicia, liderado por el BNG, le sirva para curarse sus heridas, dentro de un proceso en el que la estrategia de simbiosis a nivel nacional entre la izquierda y los partidos nacionalistas e independentistas está haciendo que el PSOE pierda su condición de partido vertebrador de España. Moncloa se sostiene a costa de ese proceso de adelgazamiento del partido a nivel autonómico.
El resultado del domingo lo decidirá también la fortaleza real que haya detrás de las expectativas crecientes de la izquierda en campaña, que empezaron en intención de voto muy por debajo de lo que hoy les atribuyen las prospecciones demoscópicas. También será determinante el voto exterior, que no entra en el radar de los sondeos y que puede decidir el futuro de un escaño en Ourense, entre el PP y Democracia Ourensana.
En las sedes de los partidos también se tiene en cuenta que los últimos procesos electorales han confirmado que cada vez los ciudadanos toman más tarde la decisión final del voto, siendo la última semana de campaña decisiva en el resultado final que arrojan las urnas.
Los socialistas no han hecho una buena campaña, pero confían su suerte a los errores del PP, igual que confían el gobierno a la capacidad del BNG para ocupar su espacio y convertirse en el partido que aglutine el voto de izquierdas, nacionalista e independentista.
Todos dedicaron sus últimos mítines a apelar al voto útil dentro de los bloques a los que pertenecen. El BNG, como líder de la izquierda; el PP, como partido hegemónico en la derecha. Si el PP pierde el último escaño en las cuatro circunscripciones y en Pontevedra el último representante lo consigue Sumar, en detrimento del PP, y en Ourense el BNG logra hacerse con el último parlamentario, habría mayoría absoluta de las formaciones de izquierdas. Mientras que, si el PP pierde la disputa del último escaño en cada una de las provincias, pero en Ourense entra Democracia Orensana, esto permitía una mayoría absoluta a las formaciones de la derecha.
Este complejo encaje de piezas refleja hasta qué punto todo puede estar en manos de hacia dónde cae un puñado de votos. Un mantra que siempre se repite en todas las elecciones, pero que esta vez tiene más vida que nunca.
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