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Nacho Cardero avisa: «La verdad ha muerto»

En «Aquello que dábamos por bueno», el periodista se hace una "catarsis" y reflexiona sobre de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos ir

Presentaci—n del libro ÒAquello que d‡bamos por buenoÓ de Nacho Cardero
Antonio Garamendi, José Luis Martínez-Almeida, José Creuheras e Isabel Rodríguez, ayer, en la presentación del libro de Nacho Cardero David JarFotógrafos

El periodista y director de El Confidencial, Nacho Cardero, presentó ayer en el círculo de Bellas Artes de Madrid, «Aquello que dábamos por bueno» (Espasa), una obra en la que mezcla el ensayo, la novela, los hechos reales, y la crónica y que, en su primer capítulo, indica que, tal vez, algunos lo verán como «un ajuste de cuentas». A la presentación acudieron la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida; el presidente del Grupo Planeta, José Creuheras; la exministra Fátima Báñez; el vicesecretario de Institucional del PP, Esteban González Pons, el coordinador general del PP, Elías Bendodo, y el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, entre otros.

Cardero analiza el papel de los medios de comunicación, de las redes sociales y también de las libertades en una obra donde cuenta su experiencia personal, y se «desnuda». Reflexiona sobre «de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde queremos ir». Perdió a su padre en plena pandemia. Estaba trasplantado de corazón y no fue vacunado a tiempo –debía haber sido uno de los primeros al estar inmunodeprimido– y, en una de sus recaídas, «tuvo la mala suerte» de infectarse de covid por el compañero con el que compartía habitación en el hospital. El periodista se quedó en «ese limbo» que le impidió colectivizar el dolor, como recordó Susanna Griso durante la presentación del libro. Fue en plena «Filomena» cuando nació su hija. «Nacho se pasó la noche velando a Marta –su mujer–». El libro va sobre Cardero, pero también va «sobre nosotros» porque deja ver el valor del amor y la familia. Además habla sobre su otra familia, la de El Confidencial, «historias de un nosotros, de un tiempo incierto que ha marcado» a todos. Tanto Griso como Elsa Punset resaltaron un pasaje del libro en el que refleja al director de El Confidencial, vencido por el sueño en el Hospital Gregorio Marañón, cuando la mascarilla se le iba resbalando por la nariz. «No hay expresión más grande de amor», destaca su mujer en el libro.

Cardero indicó que una de las columnas que se han derribado durante este tiempo es «la verdad». Alsina llegó a coincidir con él, en la radio, en que «la verdad ha muerto». Porque, ahora si uno dice que la mesa es blanca, y otro dice que es verde está quien insiste en que «toda la vida has estado equivocado, porque ese blanco era verde».

«Es muy difícil saber de qué color es, encontrar un lugar donde los hechos son sagrados y las opiniones son libres» y dijo que, aunque hay cosas relativas, otras «sí son verdad» y, el problema es «que la verdad ha muerto y está triunfando la mentira» y es algo que «no tiene un sesgo ideológico». Advirtió de la importancia de «aprender a discernir lo que es la verdad, poder llegar a ella como un valor democrático de un país».

Presentaci—n del libro ÒAquello que d‡bamos por buenoÓ de Nacho Cardero. David Jar
Presentaci—n del libro ÒAquello que d‡bamos por buenoÓ de Nacho Cardero. David JarDavid JarFotógrafos

Griso trató de «deconstruirle» sacando lo personal y lo global y recordó que el padre del periodista tenía un seguro de vida que le hicieron sus padres nada más nacer. «Era bastante habitual entonces», dijo el director de El Confidencial, lo que causó el asombro y la risa de los asistentes. Su padre utilizaba el silencio como «autodefensa» y, en el caso de Cardero lo hace con la escritura. Dice que se cansa de hablar y «con el libro, lo que he hecho ha sido una catarsis» que van desde experiencias periodísticas hasta vivencias personales. «Quiero plasmar unas sensaciones en las que me hacía preguntas que no sabía responder y las fui respondiendo mientras escribía el libro». Con un tono nostálgico y algo pesimista, se reivindicó como un «optimista a largo plazo» porque, aseguró, «del duelo –colectivo– siempre se sale».«Han desaparecido cosas que dábamos por buenas, como la verdad. Y de eso también se sale» aunque, en este caso, exige «de un proceso de adaptación duro». «Somos seres limitados y en la incapacidad para asimilar el cambio es donde surge la incertidumbre». Aun así, considera que todo puede ir a mejor.

La muerte de la moral, la salud mental, la defensa del periodismo fueron algunas de las cuestiones de las que se hablaron en la presentación del libro. «Siempre me preocupaban las llamadas que recibía de los que se quejaban sobre las informaciones que publicábamos. Siempre aparece la duda. Pero, cuando tienes un equipo de profesionales, «lo único que puedo hacer es confiar en ellos». «Lo que me preocupaba, ahora me gusta». Dice que evalúa la calidad de la información por el número de llamadas que recibe y que le preocuparía más «que no me llamen», porque sería que la autocensura y lo políticamente correcto «están triunfando».

Para vacunar al lector, y a quien pueda asomarse a sus páginas, dice que no es un libro que «vaya a gustar a aquellos que se creen en posesión de la verdad absoluta o los que están acostumbrados a las etiquetas».

Origen del libro

Comenzó a escribirlo mediante unos apuntes que fue tomando en el móvil, «frases nerviosas y erráticas escritas a impulsos que habían evolucionado hacia una especie de diario que, sin pretenderlo, reflejaba la cotidianeidad de la incertidumbre de este tiempo y hacía las veces de brebaje con el que expulsar los demonios». Dice que lo hizo pensando en «el final de una era visto con las gafas de un director de periódico que se tenía que enfrentar a un mundo distópico con unos recursos precarios, en un contexto en el que escaseaban las certezas y resultaba complicado distinguir la verdad». Entre los acontecimientos que azotaban España se encontraba «un virus, una guerra, el cuestionamiento de las democracias liberales». Los denomina como «apuntes sin vocación literaria que evité comentar con nadie porque eran privados, como la aflicción, y porque a mi entender resultaban inanes, en tanto en cuanto solemos caer en el error de pensar que nuestras vivencias personales tienen algún interés para los demás, cuando muchas veces ni siquiera lo tienen para nosotros mismo».

Este libro es una lectura "a corazón abierto, sin anestesia, sincera, inevitablemente cruda, como lo son todas las emergencias". Además, confiesa que la historia de este libro es "la historia de una gran duda, pues no quiso y aquí está. Una epifanía semejante a la de otros muchos autores que, en distintas artes, experimentaron sensaciones parejas en un espacio y tiempo concretos, de 2020 a 2023".