Vuelo bajo
Olor a naftalina
Sánchez ha puesto en modo avión el razonamiento y el corazón en estado vacacional
El manifiesto de aduladores apoyando al presidente del Gobierno para justificar lo que hace una hora era injustificable es esclarecedor del estado de ánimo del adulado y del coro que lo arropa.
Que el adulado tenga necesidad de ser lisonjeado implica narcisismo, inseguridad, debilidad y falta de confianza. Todo ello en grado superlativo que ni los estudios sociológicos (por mantener el espíritu del CIS) de Tezanos pueden mitigar.
El progresista con ética y dignidad, ante los escándalos de corrupción del Gobierno, del PSOE y del entorno familiar, el servilismo con el independentismo y el mangoneo de Puigdemont ha puesto en modo avión el razonamiento y el corazón en estado vacacional. El bochorno y la vergüenza le hacen ser discreto.
El adulado, a pesar de ser patético por necesitar la alabanza, al menos tiene una justificación: no puede salir a la calle, no puede aprobar los presupuestos y los socios son como los ojos del Guadiana, están y no están, dependiendo del trueque.
No puede salir a la calle, no puede aprobar los presupuestos y los socios están y no están
Lo del adulador no se entiende a no ser que uno se fije bien en el perfil de los firmantes. Son personas que, o bien ignoran que Franco ha muerto, que la democracia casi lleva medio siglo o tienen un problema con el alcanfor.
Se han quedado en el blanco y negro, pero todos disfrutan de televisores que emiten en Ultra Alta Definición. Alertan de un futuro en base a un pasado y obvian el presente sanchista es quien sintoniza con el pasado. La desigualdad, el ataque a los críticos, a la libertad de expresión y a la justicia está pasando ahora, pero son incapaces de percibirlo por su miopía ideológica.
Son aplaudidores con olor a naftalina, rancios de pensamiento, resentidos felices con el odio. Hay un proverbio inglés que reza así: "Cuando se reúnen los aduladores, el demonio sale a comer".