Nueva York
Palabras de Su Majestad el Rey en la Asamblea General de Naciones Unidas
Es un honor grande y un privilegio, dirigirme como Rey de España a esta Asamblea General de las NNUU, en el comienzo de mi reinado.
Comparezco ante ustedes para compartir con la Comunidad Internacional el compromiso de mi país con los principios y valores universales que mejor definen a la Humanidad. Y tengo hoy el placer de exponerles lo que una España renovada, pero fiel a sí misma y a sus compromisos internacionales, puede ofrecer en favor de la paz, la libertad, la justicia y los derechos humanos en todas las naciones y para todas las personas, junto a su bienestar y prosperidad.
España es una nación con raíces milenarias y una clara vocación universal, que ha contribuido intensa y decisivamente a moldear la historia del mundo. Recordemos que está en la génesis histórica tanto de la globalización y el Derecho Internacional, como del parlamentarismo medieval y la democracia liberal contemporánea. Con esa perspectiva de los siglos vemos con claridad que nuestros mejores momentos tienen lugar cuando avanzamos abiertos y volcados al mundo.
Sinceramente, a pesar de nuestros problemas, veo hoy a la sociedad española como un ejemplo de compromiso con la dignidad de las personas, solidaria con los más desfavorecidos. Tiene un profundo sentido de la igualdad, rechaza el fanatismo, la violencia y la intolerancia, y ama la paz. Es una sociedad diversa en su cultura y en sus lenguas, capaz de superar dificultades con entereza y con sentido de la responsabilidad; y que demanda integridad y ejemplaridad como valores cívicos intrínsecos a la democracia. La española es una sociedad fuerte y generosa, con empuje, de la que me siento verdaderamente orgulloso.
Y así, los españoles miramos hoy al futuro con una voluntad firme de compartir y de ayudar a construir una realidad mejor para todos los pueblos. Nuestras bases son sólidas, forjadas durante siglos y fortalecidas, en particular, en los últimos decenios; y sobre ellas se fundamentan los compromisos que España asume con el resto de la Comunidad Internacional.
La Democracia es hoy guía esencial de nuestra convivencia colectiva. Pronto se cumplirán cuatro décadas de la transición política española, que nos permitió pasar de una dictadura a un sistema político de libertades y derechos, marcados por un afán de reconciliación histórica y un verdadero espíritu de concordia.
Permítanme, por tanto, reivindicar con orgullo —y con emoción— esa gran obra política de los españoles, ejemplo para muchos en el mundo. Un sistema desde el que los españoles hemos articulado un Estado social y democrático de Derecho que ampara a todos los ciudadanos y a los distintos territorios de España en su diversidad política, geográfica, cultural y lingüística.
Por tanto, cuenten siempre con el firme compromiso de España para promover y defender los valores democráticos en el mundo.
Sin olvidar los efectos de la crisis, el desarrollo económico de España, particularmente desde la segunda mitad del siglo pasado, ha situado a nuestra economía entre las primeras del planeta y entre las más abiertas y competitivas; y lo ha hecho logrando posiciones —hoy— de liderazgo a nivel mundial en sectores muy diversos, de valor añadido y gran impacto social.
Con todo ello, España apoya sin fisuras un desarrollo económico global y sostenible; que haga posible el progreso material y el bienestar, que genere empleo y proteja a las personas y a sus derechos sociales; un desarrollo sostenible también en lo ecológico, respetuoso con las reglas internacionales y que recupere valores éticos de conducta en los comportamientos económicos e internacionales.
En relación con la cultura, España también ha sido una potencia de primer orden; y entendemos que la cultura —para todas las sociedades— conforma nuestra identidad y es fuente de riqueza material e inmaterial.
La pujanza del español, como un idioma universal compartido por decenas de países y cientos de millones de personas en todos los continentes, de hecho contribuye decisivamente a garantizar una mayor diversidad cultural y lingüística en el escenario internacional. Se trata éste de un objetivo sin duda capital para la comunidad humana ─tan plural─ como la que aquí todos ustedes representan. Por tanto, el español debe asumir ampliamente su definición formal de idioma oficial en la ONU, como lengua de trabajo y de plena presencia y representación.
Pues bien, desde la amplitud y la altura de nuestra base cultural, afirmamos el compromiso de España con la defensa de la diversidad cultural en todas sus manifestaciones y en todos sus ámbitos.
La historia, posición geográfica privilegiada en una encrucijada de continentes, mares y civilizaciones, han hecho que España desarrolle una sólida proyección universal y una vinculación especial con algunas regiones del Planeta.
Entre ellas, Europa representa una dimensión obvia. El proceso de integración continental en torno a la UE forma parte hoy del proyecto nacional del Reino de España. Propugnamos una Europa más unida y cohesionada, que preserve y extienda los valores democráticos y cívicos que inspiraron su creación, y que trabaje para garantizar la prosperidad de todos sus ciudadanos. También defendemos una Europa fuerte y solidaria que contribuya, con generosidad y eficacia, al progreso en paz de todas las regiones del mundo.
Por historia y cultura, la Comunidad Iberoamericana de Naciones forma parte sustancial de nuestro sentimiento colectivo de identidad y representa para nosotros una verdadera hermandad. Un sentimiento que se amplía a otros lugares gracias a los vínculos culturales, históricos y lingüísticos que también mantenemos con otras naciones y pueblos del resto de América, de África, Asia y Oceanía.
El Mediterráneo en sus riberas norte y sur, junto a Oriente Próximo y el Mundo Árabe en toda su extensión, son para España espacios muy cercanos, no solo en lo geográfico, también en lo cultural y afectivo. Por ello, afirmamos nuestra voluntad —e interés— por contribuir a la estabilidad de esta región, como algo fundamental para la paz en el mundo.
Una región que sufre en algunas de sus sociedades el azote de una barbarie intolerable; una violencia criminal y atroz que amenaza a todas las sociedades del Planeta y a los mismos valores de la Civilización Humana Universal.
Señoras y señores,
La vocación universalista de España y los compromisos de mi país en materia democrática, económica y cultural —que acabo de expresar—, se resumen en el pleno compromiso con la Carta de las NNUU bajo la que estamos aquí convocados. Una Carta que representa uno de los grandes logros de la Humanidad y que hemos de preservar, respetar y hacer cumplir. Así, España cree firmemente en las NNUU y en los mecanismos multilaterales, para preservar la paz y seguridad internacionales y para contribuir al desarrollo de los pueblos.
Vivimos tiempos marcados por la proliferación de conflictos; algunos de ellos especialmente devastadores y con efectos indiscriminados sobre población civil. Nuestro objetivo primordial ha de ser prevenir las guerras; y cuando no lo consigamos, entonces proteger y asistir a los inocentes y damnificados. No debemos nunca cejar en nuestro empeño de resolverlas mediante la diplomacia y todos los instrumentos que otorga la propia Carta de Naciones Unidas.
Sobre todo, no perdamos la esperanza y recordemos que —a pesar de todo— el anhelo de concordia puede y debe prevalecer sobre los odios más enquistados.
Una versión ─sobre tapiz─ del Guernica, obra de un español universal, Pablo Picasso, flanquea la entrada del Consejo de Seguridad. La escena representada en ese icono del arte todavía conmueve nuestras conciencias; y nos hace recordar las fatales consecuencias de nuestra incapacidad para prevenir y resolver los conflictos —que a todos nos afligen. Pues es un error pensar que las guerras, o las catástrofes causadas por el hombre, tan sólo afectan a una comunidad o a una región sin incumbir al resto. Cuando la barbarie triunfa en algún lugar del mundo nadie está al abrigo de su alcance, todos somos víctimas.
Pero los conflictos armados no son las únicas amenazas a la Comunidad Internacional. El mal adopta varias formas y sus víctimas tienen múltiples rostros: Cada niño atrapado en situaciones de crisis o de violencia, cada mujer que es vejada o limitada en sus derechos simplemente por serlo; cada enfermo que fallece por falta de medicamentos o cada anciano abandonado; también cada familia sin alimento y sin esperanza por una injusta distribución de la riqueza... o cada periodista asesinado por cumplir con su deber de informar; son otras tantas interpelaciones a nuestra conciencia y a nuestro deber, otras tantas llamadas a la acción.
Los miembros de esta Asamblea General cuentan con España para hacer frente, todos juntos y desde la legalidad internacional, a quienes pretenden destruir —con intolerancia, con violencia o con sectarismo— los valores y principios que constituyen nuestras Naciones Unidas.
Señoras y señores,
España ha demostrado siempre su apoyo incondicional al Sistema de NNUU y su responsabilidad activa con los principios que —en esta Asamblea— todos reconocemos: la libertad, la justicia, la igualdad, la soberanía nacional, la independencia y la integridad de los Estados. Y continuará asumiendo, como hasta hoy, sus plenas responsabilidades como miembro de las NNUU.
Con esa vocación, España está dando un paso más adelante como candidata a un puesto no permanente del Consejo de Seguridad para el bienio 2015-2016. Nuestra candidatura se inscribe en el compromiso sólido de servir más y mejor a la comunidad internacional. Como así hemos hecho en el Consejo de Seguridad —una vez cada década— desde hace ya 40 años, gracias a que ustedes confiaron en nosotros. Solo les pido que renueven esa confianza.
En los últimos 25 años, 130.000 miembros de las Fuerzas Armadas españoles han participado en Operaciones de Mantenimiento de la Paz y de ayuda humanitaria en todas las regiones del mundo. Han sido ─y sobre todo se han sentido─ parte de un gran esfuerzo colectivo al que contribuyen también muchos de los países aquí reunidos.
De igual forma, España se ha consolidado en las últimas décadas como gran contribuyente a la cooperación para el desarrollo. No hay paz sin seguridad duradera sin un desarrollo sostenible y no hay desarrollo sostenible sin una mayor solidaridad —tanto entre las distintas naciones como dentro de cada una de ellas. Además, el desarrollo ha de ir acompañado por políticas de inclusión, que contemplen la plena igualdad de género e incorporación de la mujer a todos los ámbitos de la vida política, social y económica.
España, como vemos, es solidaria. En los últimos 14 años mis compatriotas han contribuido con 30bn de dólares al desarrollo global. De esta cantidad, un billón ha sido destinado a lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio, a través de un Fondo creado por España y coliderado por el PNUD; que supone la mayor aportación realizada por un solo país.
Precisamente, una de las tareas más relevantes de esta Asamblea General será culminar las negociaciones para la agenda de desarrollo post-2015 y definir unos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Aquí también España ha dado un paso al frente creando el primer Fondo ─ya en funcionamiento─ para esos Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El logro de la sostenibilidad pasa en gran medida por combatir los efectos nocivos del cambio climático. La Cumbre de ayer y la Conferencia de Samoa sobre los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo —a cuya organización también contribuyó España— nos han concienciado aún más sobre este problema; y también nos permiten mejorar nuestra respuesta y resistencia ante situaciones límite, especialmente a los Estados más vulnerables cuya supervivencia misma está en peligro.
Los objetivos de desarrollo sostenible que nos proponemos están a nuestro alcance. De nuevo, hay motivos para la esperanza:
Pienso, particularmente, en los avances alcanzados en África; un continente tan próximo a España y en el que surgen por doquier nuevos ejemplos de innovación y de creatividad. África es un continente de presente y de futuro; donde vemos algunas de las economías con mayor crecimiento en la última década.
Pero es muy necesario poner fin a los conflictos que todavía aquejan a partes de esa región y retrasan su desarrollo. Desde el Sahel hasta el Cuerno de África o la región de los Grandes Lagos, España contribuye a ello cumpliendo con nuestro compromiso, que nace de nuestra vocación y nuestra cercanía.
Creemos en África y lo estamos demostrando con hechos; también cuando surgen crisis acuciantes como la que hoy representa la devastadora epidemia de ébola, que afecta una importante parte de la región central. Quiero expresar mi solidaridad, la solidaridad del pueblo español con las víctimas y nuestro apoyo a quienes hacen todo lo posible por socorrerlas, a veces a costa de su propia vida. Y rindo mi homenaje más sentido a los cooperantes y a todo el personal humanitario de NNUU, cuya vocación les lleva a darlo todo ─a dejarlo todo─ por los más vulnerables, allá donde se encuentren.
Señoras y señores,
Han pasado casi 30 años desde la primera intervención de mi padre el Rey Juan Carlos ante esta Asamblea General. Hoy, como entonces, España se abre a un tiempo nuevo. Hoy, como entonces, asumimos nuestro lugar como miembros activos y responsables de la comunidad internacional.
Les aseguro que la Comunidad Internacional, representada hoy por Asamblea General, podrá seguir contando con el apoyo y la participación activa de España en la defensa irrenunciable de los valores e intereses de una Humanidad en paz, cada vez más próspera y más justa; de unas NNUU no solo más fuertes sino, además —y sobre todo—, de unas naciones unidas:
Más unidas contra el fanatismo, la intolerancia y la barbarie.
Más unidas para luchar contra la pobreza, la miseria y la marginación.
Más unidas para que la educación y la sanidad alcancen a todos.
Más unidas, Sr Presidente, para defender con firmeza la dignidad de todo ser humano.
Muchas gracias.
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