Reforma constitucional
Por qué no existe la «Plurinacionalidad»
Expertos consultados por LA RAZÓN alertan sobre la peligrosa ambigüedad del concepto propuesto por Pedro Sánchez. Todos coinciden en que este término «inventado» no es la respuesta al fin de las tensiones territoriales en España: «Es vacío y peligroso».
Expertos consultados por LA RAZÓN alertan sobre la peligrosa ambigüedad del concepto propuesto por Pedro Sánchez. Todos coinciden en que este término «inventado» no es la respuesta al fin de las tensiones territoriales en España: «Es vacío y peligroso».
«New Deal», «Perestroika»... son ejemplos de como espontáneamente, en un ámbito político determinado, surge un nombre, una denominación, que logra polarizar el debate y dar forma tangible a algo que hasta ese momento no era más que una idea, un escurridizo concepto llamado, quizá, a cambiar la manera que tenemos de ver nuestro país o nuestro mundo. ¿Podría pertenecer el término «plurinacionalidad» a este linaje privilegiado de vocablos proféticos? ¿Podríamos estar ante la clave para la solución de las tensiones territoriales en España? La respuesta de los expertos a estas preguntas parece inclinarse por un rotundo «no».
Santiago Muñoz Machado, catedrático de Derecho Administrativo y secretario de la Real Academia Española, concede que el vocablo «lingüísticamente hablando, no es una palabra mal montada» ya que se compone de «nacionalidad» y del prefijo «pluri» que significaría algo así como «pertenecer a muchas naciones». Esa es la acepción que maneja el diccionario de la RAE ya que «nacionalidad» no está en el diccionario en el sentido del artículo dos de la Constitución sino en el sentido de pertenencia a un país o nación determinados. «Sin embargo, desde un punto de vista jurídico es un concepto que no existe», recuerda Muñoz Machado, autor de más de cincuenta títulos y experto en derecho constitucional, administrativo y comunitario europeo. «En el mundo del derecho se conoce la doble nacionalidad pero no conozco el caso de nacionales de un Estado que lo sean al mismo tiempo de tres o cuatro». Para el profesor, la expresión que vienen utilizando los políticos –en el sentido de que «España es una nación de naciones y por tanto un Estado plurinacional»– parece darle al término «nación» un significado estrictamente cultural. «No pueden referirse se a la nación como titular de la soberanía sino como un hecho cultural, con unas costumbres propias, un territorio, una historia, etc... pero claro, esto nos llevaría a decir que todas las provincias españolas son pequeñas naciones, porque ¿que provincia española no tiene una cultura propia y una historia singular?». Se trataría por tanto de un «concepto un poco vacío que puede tener proyecciones políticas preocupantes». Desde el punto de vista del derecho constitucional no hay más nación que la española y no hay más sujeto soberano que la nación española, explica Muñoz Machado. Y añade: «Usar el término ‘‘plurinacionalidad’’ para asignar a determinados territorios la cosoberanía con el Estado es un empeño del que podría hablarse sólo si se modifica la Constitución, pero no creo que el soberano pueblo español acepte una repartición de la soberanía».
Más que un concepto articulado, «plurinacionalidad suena más bien a una maniobra táctica, a un juego de palabras sin apoyo ni en el derecho constitucional, ni en la historia de España, ni en la propia teoría política». Son palabras de Benigno Pendás, director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Aunque es cierto que existen casos de Estados plurinacionales –está el ejemplo de Suiza– «España es una gran nación histórica que se integra, como dice la Constitución, por nacionalidades y regiones», recuerda este académico Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Letrado de Cortes Generales y jefe de la asesoría jurídica del Senado. Pendás considera positivo que, por lo menos, el PSOE no haya puesto en entredicho la unidad de España y recuerda que el texto del articulo dos de la Constitución está escrito por el socialista Tierno Galván. «De momento es sólo retórica de momento pero el reconocimiento de una realidad nacional implica en buena medida el tránsito hacia un estado propio. Nuestro estado autonómico parte en cambio de una única realidad nacional y un amplísimo reconocimiento a la pluralidad de España». Sin embargo ha de cuidarse la terminología porque «con las palabras que a veces introducen factores que son luego difíciles de controlar y lo cierto es que solo una lectura interesada de la Constitución puede llevar a hablar de pluralidad de naciones».
Algo de sabiduría sobre el poder de las palabras puede atribuírsele al dramaturgo catalán Alberto Boadella, que nos recuerda: «Invenciones literarias sobre Cataluña se pueden hacer las que se quieran pero la realidad no admite estos matices. Y la realidad es la que es: en Cataluña el Gobierno y una parte importante de la sociedad no quiere ni hablar de estar unida a España». Boadella cree que, aunque los políticos se inventen cosas como «plurinacionalidad» pensando en «marear la perdiz», lo necesario es «atacar la realidad directamente». Es inútil tratar de seducir a una gente que no está dispuesta a ninguna seducción, a gente que está dispuestos a la separación y cualquier compensación económica significaría siempre atentar contra la igualdad de los españoles. «El PSOE y Podemos hacen el típico juego que ha hecho siempre la izquierda, que ha sido muy responsable de lo que pasa en Cataluña». Boadella cree que «intentan estar con Dios y con el César pensando que así su mina de votos les dará buenos resultados». «Yo creo que se equivocan con Cataluña como se han equivocada siempre», resume.
El historiador Henry Kamen confiesa su perplejidad ante un término como «plurinacionalidad» y recuerda que debe establecerse una definición clara y un contexto ante de utilizar un concepto como ese para describir una realidad compleja. Recuerda que Baltasar Gracián en el siglo XVII no tenía ningún problema en admitir que en España coexisten muchas naciones pero matiza que el concepto de nación que se manejaba entonces apenas tiene nada que ver con el que se le da ahora a la misma palabra. Juan Valera llegó incluso a afirmar que si con nación se hace referencia a un Estado completamente formado y articulado, entonces la España de finales del XIX no era una nación. «Da la impresión de que los políticos que utilizan ‘‘plurinacionalidad’’ no tienen conciencia del concepto ni de la noción que están utilizando. Me parece bastante insensato y no tiene ningún sentido».
Jesús Laínz, autor de «España contra Cataluña», opina sencillamente que el término «es una estupidez que no se sostiene desde ningún punto de vista» y recuerda que no se trata de una invención pues la izquierda lo resucita ahora aunque siempre ha estado latente, como demuestran los documentos internos del PSOE en los años 70 y durante la Transición. «La izquierda, desde la guerra Civil, se ‘‘nacionalistizó’’», explica. «Antes era un partido internacionalista para el que las patrias y las fronteras eran cosas burguesas sin interés. Pero entonces comparten derrota y trinchera con el separatismo vasco y catalán y se contagian de ello». Para Laíz, cuarenta años después de la transición, la izquierda está resucitando el concepto «por convencimiento pero también por estrategia para hacer un Frente Nacional y aislar a la derecha». «La razón es que Pedro Sánchez sabe que no va a llegar a la Moncloa sin este tipo de concesiones que, por supuesto, son suicidas porque es imposible llegar a un pacto con los que quieren acabar con la nación que aspiras a presidir», explica. Parte del problema es la falta de contundencia en la derecha, algo que «ya sucedió en el 78 con el famoso concepto de ‘‘nacionalidad’’ en la Constitución que, no se nos olvide, es la puerta semántica y jurídica para todo esto». Lo más preocupante de la actitud del PSOE es que este parche que quieren llevar a cabo será utilizado por los separatistas, que se servirán de él hasta el paso siguiente, que es la secesión. Así lo confesó el propio Joan Tardá en una entrevista el pasado mes de octubre en la revista «Jot Down»: «Vamos a hacer con la izquierda española una parte del viaje hasta la estacion federal. Cuando lleguemos al estado federal español la izquierda española bajara del tren y nosotros continuaremos hasta la estación final, que es la república de Cataluña».
No estará de más escuchar en estas líneas la voz de otros «expertos» en España, los del pasado, aquellos que murieron hace años pero nos dejaron su voz en negro sobre blanco para iluminar el presente. Como por ejemplo el inevitable Ortega: «Un estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrógrada y camina hacia su dispersión». Y otro español y vasco con su innegable dosis de espíritu profético, Miguel de Unamuno, quien parecía tener delante de los ojos el estado autonómico nacido de la Transición cuando avisó de que «con ese grupito de parlamentillos, de pequeños parlamentos regionales –o nacionales, nos es igual– sobre los que haya una especie de Reichstag, de Dieta del Estado español, no se corregirá ninguno de nuestros males, sino que se agravarán más bien. Y si no, al tiempo».
Y el tiempo es hoy.
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