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Tribuna

El precio de un minuto de legislatura

El futuro de Sánchez hace tiempo que ha quedado en manos de Puigdemont y todo para ganar unos días más en La Moncloa

Fugitive Catalan independence leader and MEP Carles Puigdemont arrives for a meeting with Catalonia's president at the Delegation of the Government of Catalonia to the European Union in Brussels, on September 2, 2025. Simon WohlfahrtAFP

Junts lo tiene claro, el Gobierno va a durar lo justo para que termine de arrancar las últimas cesiones. La conclusión de los últimos encuentros es que Junts da por amortizado este periodo y que mantendrá a Sánchez, en la Moncloa, el tiempo estrictamente necesario para arañar las últimas rebanadas al Estado.

Puigdemont se enfrenta a la contradicción de gozar con la máxima influencia con la que haya soñado el separatismo y no tener la adhesión de los votantes. Sabe que electoralmente no está rentabilizando el tener la legislatura en su mano, las encuestas le dan una pérdida importante de apoyos en favor de Aliança Catalana, que le esquilma los apoyos con un discurso supremacista y xenófobo.

La primera reacción ha sido asumir, en buena medida, las posiciones de la extrema derecha catalana, pero esto no ha servido para frenar la sangría. El resultado es que Jordi Turull ha movilizado a su organización, pidiendo que se preparen para «el nuevo ciclo». Algunos han interpretado el movimiento como el final de la legislatura, pero no es tan sencillo.

Todavía quedan dos elementos que hacen necesario mantener a Sánchez con respiración asistida: Puigdemont quiere volver a encabezar la lista de Junts libre de toda condena y algunos traspasos de competencias de dudosa constitucionalidad, como el de inmigración.

Puigdemont necesita poder volver a España

Junts lleva demasiado tiempo con un liderazgo por control remoto. Si bien todo el partido se ha mantenido cohesionado detrás de él, necesita poder volver a España. Si se convocan elecciones, lo más probable es que Feijóo se instale en la Moncloa, lo que sería sinónimo de su retirada definitiva de la política.

Con las transferencias reclamadas, como la de inmigración, aunque son menos relevantes para él, son claves para la guerra que mantienen entre sí los independentistas. Junqueras le sacó un cuerpo de ventaja arrancando a Sánchez el cupo catalán. Su pretensión es que la Generalitat disponga de 30.000 euros al año en tributos cuando en 2028 asuma el control del IRPF.

Aliança Catalana se ha hecho fuerte con el discurso contra la inmigración, en tanto que Junts parece estar más centrada en resolver la situación personal de Puigdemont. Por otra parte, el anticipo electoral, que ha sido seriamente analizado desde Waterloo, tendría como objetivo que el rechazo de los votantes se hiciera patente en las elecciones generales y que las autonómicas y municipales, celebradas con posterioridad, se librasen en mejores condiciones para ellos.

En todo caso, lo que ha quedado patente es que los acercamientos del PSOE a Puigdemont nunca han sido una negociación, sino un chantaje en el que se paga el minuto de legislatura a precio de forzar la Constitución y la igualdad entre los españoles. La propia vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, hace unos días, reconocía que el ejecutivo está sometido a la extorsión, en la entrevista que le realizaba Carlos Alsina en Onda Cero.

Unos días más en Moncloa

El futuro de Sánchez hace tiempo que ha quedado en manos de Puigdemont y que de satisfacer sus demandas solo habrá ganado unos días más en la Moncloa.

Sin presupuestos para este año, seguramente Sánchez termine la legislatura en blanco en materia de política fiscal. En el PSOE ya están tomándose posiciones para el postsanchismo, lo que significa que se da por finalizado el ciclo actual. La situación que perciben los dirigentes intermedios es de inestabilidad máxima y de excesiva crispación.

Sánchez ha utilizado el drama en Gaza para mantener distraídos a los medios de comunicación, cuando lo natural hubiese sido pactar con el Partido Popular una posición de Estado en un tema en el que, en realidad, no tienen prácticamente discrepancias con Feijóo.

La exclusión tácita de España en la cabina de mando europea después del engaño que hizo el líder socialista a la OTAN, firmando elevar el gasto militar al 5% y asegurando a la salida del encuentro que no lo cumpliría, ha dañado el ámbito en que mejor se ha movido Sánchez.

Rodeado de palmeros

La marcha de la economía, a lo que agarra el Gobierno para defender su continuidad, ha empezado una fase de ralentización y el balance que quedará es la pérdida de una oportunidad histórica para modificar la estructura productiva de España y la productividad de país.

Por último, las novedades judiciales en los casos de corrupción que afectan al entorno político y personal del presidente y asuntos como el fallo en el sistema de las pulseras a los maltratadores terminan de dibujar un panorama desalentador. El único que no quiere verlo es el propio Sánchez, que está rodeado de palmeros que están haciendo sus propios planes para cuando no esté, pero que siguen susurrándole al oído que aguantará la legislatura hasta el 2027.

Se ven con posibilidades varios ministros, Óscar Puente es al que se le ve venir más nítidamente. Su estilo grosero es aplaudido por los más hooligans de la organización, pero quien está trabajando con más fineza es Félix Bolaños, siempre desde la penumbra, no sea que si da la cara el sol se la queme.