
Perfil
Ana Redondo: feminismo de mercadillo
El escándalo de las pulseras antimaltrato defectuosas coloca a la heredera de Irene Montero en difícil situación

Se ha metido en un jardín enrevesado. El escándalo de las pulseras antimaltrato defectuosas coloca a la ministra de Igualdad, Ana Redondo, en difícil situación. Y lejos de aclarar el asunto, cada día afloran nuevos datos que revelan la monumental chapuza que puso en peligro la vida de varias mujeres con la impunidad de sus agresores. El cambio de proveedor, que desde el ministerio atribuyen a la antecesora de Redondo, la podemita Irene Montero, parece que fue por motivos ideológicos y monetarios.
«El nuevo concesionario era más barato y por eso se le adjudicó», argumentan en el equipo de la actual titular de Igualdad, quien pese a todo lo mantuvo. O sea, la izquierda radical practica un feminismo de mercadillo, en subasta a la baja.
Dice Ana Redondo que el tema no es para tanto, que se produjeron fallos técnicos en el trasvase de datos y que las mujeres afectadas son un mínimo porcentaje. Hete aquí las tesis oficiales del más puro «sanchismo», las culpas siempre son de otros. En este caso, la ministra lanza el dardo contra la Fiscalía General del Estado (FGE) por hacer «una valoración sin datos que generó alarma». Olvida la señora Redondo lo que le dijo en un acto público al fiscal Álvaro García Ortiz: «Oye, mucho ánimo, vente al ministerio y hacemos una cenita».

Ana María del Carmen Redondo García, nacida en Valladolid, llegó al Ministerio de Igualdad, tras el fiasco de Irene Montero, para intentar calmar las aguas entre las diferentes corrientes feministas. Gran protegida de los dos Óscar del Gobierno, primero de López en su etapa como secretario general del PSOE de Castilla y León, y después de Puente como alcalde de Valladolid, fue concejala del Ayuntamiento y su mano derecha.
Fue el propio Óscar Puente quien le sugirió su nombre a Pedro Sánchez para nombrarla ministra de Igualdad, dónde ha ejercido una gestión gris y polémica. Lejos de unir voluntades, el cisma dentro de los sectores feministas se acrecienta. Sus últimas declaraciones sobre la ley de abolición de la prostitución han levantado ampollas entre los socios de Sumar y Podemos, máxime cuando Pedro Sánchez afronta el turbio asunto de los prostíbulos de su suegro y el PSOE los escándalos de Koldo García, José Luis Ábalos y Santos Cerdán.
Ahora, con el numerito de las pulseras las radicales la ponen a caldo, sus compañeras socialistas le dan la espalda y el PP llevará al Congreso su reprobación. Es un nuevo guijarro en las filas del «sanchismo», donde Ana Redondo es ferviente militante.
Dicho lo cual, la ministra no es tan lerda e ignorante como su antecesora, Irene Montero. Así, es doctora en Derecho Constitucional por la Universidad de Valladolid, donde ha sido profesora, y miembro del equipo jurídico del Instituto de Estudios para América Latina.
Procuradora en las Cortes de Castilla y León, portavoz del grupo parlamentario socialista y concejal de Cultura y Turismo en el Ayuntamiento pucelano, fue aquí donde trabó una estrecha amistad con el actual ministro de Transportes, Óscar Puente. Casada con el juez Ignacio Martín Varona, magistrado de la Audiencia Provincial de Valladolid, comparte con él la afición por los viajes y destinos exóticos, que su marido ha plasmado en algunas novelas. Madre de dos hijas, su estilo es atrevido, algo agitanado, con unos rasgos faciales duros, melena negra muy larga y unos pendientes enormes como escobas que cuelgan siempre de sus orejas.
Es un signo de identidad pues los luce a todas horas con vestidos de corte extremado, como el que exhibió en la última edición de la Seminci, el Festival de Cine de Valladolid. Quienes la conocen destacan su formación jurídica, pero como oradora es un desastre. Sus intervenciones en el Congreso no son nada brillantes y suele perder los nervios ante los ataques de dos diputadas del Partido Popular, Cuca Gamarra y Cayetana Álvarez de Toledo, tradicionales adversarias que más la interpelan.
Heredera de las chapuzas monumentales de Irene Montero, con la «ley del sólo sí es sí», llegó al ministerio con el objetivo de no pisar demasiados charcos pero no lo ha conseguido. Su perfil técnico por su vinculación al mundo universitario en su etapa como profesora le funcionaron en Valladolid, pero no en Madrid.
«Aquí se juega en primera división, es plaza fuerte para una chica de provincias», dice con sorna un veterano diputado del PSOE. Ana Redondo lo pasa mal en el cuerpo a cuerpo político y se le nota en los debates parlamentarios. Ahora, intentando aclarar el escándalo de las pulseras, se ha metido en un lío de campeonato. Pero sin novedad en el oficialismo «sanchista», el presidente la mantiene y nadie dimite.
La culpa es de los «fachas» y la ultraderecha, mientras que Ana Redondo será intocable bajo un feminismo «de pacotilla». Dicho por una dirigente de su propio partido.
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