Barcelona
Puigdemont ofrece a la CUP entrar en el Govern
Mas quiere dar un golpe de autoridad para acallar la guerra interna en el PDeCAT y debilitar a Junqueras, a quien sonríen las encuestas. Busca abanderar a los críticos, pero muchos le culpan a él.
Mas quiere dar un golpe de autoridad para acallar la guerra interna en el PDeCAT y debilitar a Junqueras, a quien sonríen las encuestas. Busca abanderar a los críticos, pero muchos le culpan a él.
Crisis de gobierno a la vista. La frase circula con fuerza por los despachos de La Generalitat y el PDeCAT tras el cese fulminante del consejero Jordi Baiget y las dudas expresadas por dirigentes como Mercé Conesa sobre el referéndum ilegal. Pero las alarmas se encienden ante otra nueva movida de Carles Puigdemont. Según ha sabido este periódico, el presidente catalán sopesa ofrecer la entrada en el Govern a los antisistema de la CUP con un doble objetivo: neutralizar a Oriol Junqueras y demostrar a su partido que manda él y solo él. Puigdemont diseña esta operación con el dirigente cupero Benet Salellas. Ambos son de Gerona y estudiaron juntos en la escuela pública Mediodía y en el instituto Santiago Sobrequés. El dirigente de la CUP es uno de los más radicales: participó en el asalto al Parlament y en la quema de fotos del Rey.
Cuando se cumple un año de la puesta en marcha del PDeCAT sobre los cimientos de la antigua Convergencia Democrática fundada por Jordi Pujol, las aguas están revueltas y las encuestas negras. El cese de Jordi Baiget, un hombre muy ligado a Artur Mas, vaticina una nueva oleada de ceses y crisis en el seno del Govern. Algunos consejeros como Jordi Jané o Mertixell Borrás no ocultan en privado sus dudas sobre la consulta. Al mismo tiempo, numerosos cargos locales se han unido a las opiniones de Mercé Conesa, presidente de la Diputación de Barcelona, alcaldesa de San Cugat y una histórica del partido también cercana a Mas. Según las mismas fuentes, el ex presidente de La Generalitat quiere liderar el sector crítico a Puigdemont, lo que acelera los planes del sucesor para exhibir su poder y rodearse de cuperos como muestra inquebrantable de convocar a toda costa el referéndum.
Artur Mas ha mantenido hasta ahora un discreto silencio, pero el cese de Baiget le ha enojado. «Está de uñas», dicen en su entorno. De hecho, el mismo día de la salida del consejero ambos almorzaron en un conocido restaurante de Barcelona, ubicado entre Rambla de Cataluña y el Paseo de Gracia, muy frecuentado por políticos y empresarios. Se dejaron ver en público y todos observaron el malhumor de Mas. «Se equivocó de plano con el sustituto», admiten sus leales. La sensación de que Puigdemont va por libre es un clamor entre los convergentes y la desunión en el Govern también. Algunos consejeros ven su cabeza en el alero y se refieren a Santi Vila como «el chivato» –en alusión a quien ha ocupado el puesto de Baiget– por contar a Puigdemont detalles de una reunión en el PDeCAT dónde se vertieron dudas sobre la consulta y críticas al presidente de La Generalitat.
Baiget es independentista pero realista, según personas cercanas. Sin embargo, Santi Vila ha sido siempre un hombre moderado dentro de Convergencia y con buenas relaciones en Madrid. «Puigdemont prefiere un traidor converso que un pura sangre», afirman dirigentes del PDeCAT. La salida de Baiget conlleva otras ofensas, dado que su jefe de gabinete, Joaquín Bohils, es el marido de la coordinadora general del partido, Marta Pascal, que quedó muy desautorizada por Puigdemont. Fuentes convergentes aseguran que Artur Mas y antiguos colaboradores «están que trinan» por la deriva de los acontecimientos. La conocida frase del ex portavoz en el Congreso, ahora inhabilitado, Francesc Homs, –«Estoy hasta los huevos»– fue respondida en la última reunión del Govern por un tajante Puigdemont: «Aquí mando yo».
A pesar de la foto de unidad en su año de funcionamiento, la guerra soterrada en el PDeCAT es un clamor y las grietas entre los socios del Govern afloran por momentos. «El referéndum encubre diferencias insalvables», reconocen dirigentes del PDeCAT y Esquerra Republicana. Precisamente, el gesto de Puigdemont de invitar a la CUP a entrar en el Govern busca debilitar a Oriol Junqueras, el único que sale triunfante en todo el «procés» con las encuestas a su favor. El líder de ERC ha hecho llegar un órdago a La Moncloa: la posibilidad de desactivar el referéndum con un cupo como el vasco. Es decir, La Generalitat recaudaría los impuestos y después negocia su reparto con Madrid, justo al revés que ahora, lo que permite una Agencia Tributaria catalana propia con todas las bendiciones legales. El Gobierno de Rajoy está en contra y ve en esta Hacienda catalana una nueva trampa para la secesión.
Bajo una aparente y unívoca conjura, pero cada vez más distanciados, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras «se quieren dinamitar políticamente», reconocen convergentes y republicanos. La invitación del presidente a la CUP deja en muy mal lugar al republicano, estandarte político de la independencia y a quien los antisistema desbordan por la izquierda radical. Al tiempo, coloca a Convergencia en una situación envenenada. «Nos deja a los pies de los caballos», dicen sus dirigentes. Por su parte Artur Mas, ni olvida ni perdona, dado que fue la CUP quien forzó su salida de La Generalitat. «Se cobraron su cabeza y ahora quieren la pieza entera», denuncian en el PDeCAT como prueba de que Puigdemont está en manos de los antisistema.
La estrategia del presidente catalán y el líder de ERC es redoblar su pulso político bajo el paraguas del referéndum en aras de un rédito electoral y, sobre todo, con daño político entre adversarios. Puigdemont quiere pasar a la historia como el mártir del «procés», sin importarle una inhabilitación, incluso penas de prisión, dado que no será candidato, y así lo ha manifestado en su entorno. Mientras, el republicano está siendo muy presionado por su partido, cuyas bases son cainitas como revela su historia de líderes caídos, para que rompa el Govern si existen dudas sobre la consulta. De ahí la jugada del presidente de ofrecer a la CUP entrar en La Generalitat, que en la actual cúpula del PDeCAT califican de «suicida». La formación antisistema que marca la Legislatura catalana provoca una brecha de enormes dimensiones en Convergencia, salpicada por la corrupción y con muy mal pronóstico electoral.
Artur Mas quiere abanderar el sector crítico, pero tampoco lo tiene fácil. Muchos le acusan de ser el gran culpable, de echarse al monte y dinamitar la antaño poderosa federación de CiU. Desde Madrid y en los partidos constitucionalistas se observa esta crisis con unanimidad: el bloque soberanista se agrieta y la consulta es imposible. Por ello, algunos convergentes ven así el horizonte: «O la CUP en el Gobierno, o elecciones de cabeza».
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