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Puigdemont asume su debilidad
El Parlament tumba los presupuestos del Govern y empuja al president a una cuestión de confianza
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha anunciado que en septiembre se someterá a una cuestión de confianza en el Parlament, después del veto de la CUP a los Presupuestos.
Carles Puigdemont admitió ayer que su gobierno ha fracasado al no haber podido aprobar la ley más importante de su mandato, los primeros presupuestos de la legislatura. Lo hizo anunciando que se someterá a una cuestión de confianza. Será en septiembre, tras las vacaciones de agosto, tiempo suficiente para ver si se rearma un Gobierno después de las elecciones del 26-J. Coincidirá con la efervescencia soberanista de cada 11 de septiembre. Queda por ver cómo se las ingenian la ANC y Òmnium para reanimar la ilusión por la independencia, tras este vodevil del que el mismo Puigdemont reconoce que el proceso sale «herido».
Para ganar la cuestión de confianza, la primera a la que se somete un president de la Generalitat, a Puigdemont le basta con una mayoría simple. Sin embargo, para lograrla, sigue necesitando la abstención más dos votos de los anticapitalistas. Y tras el veto a las cuentas, que el Govern interpreta como una traición, la confianza en la CUP queda en entredicho. Puigdemont admitió ante el Pleno que ha perdido la confianza en quien ha incumplido un acuerdo que obligó a sacrificar a Artur Mas a cambio de un aval para arrancar la legislatura. «Confiaba en ustedes, les he defendido hasta el final», pero «han decepcionado a millones de personas movilizadas todos estos años que no tenían otro cálculo que Cataluña fuese un estado independiente», reprochó a la CUP.
JCon la cuestión de confianza, el president de la Generalitat constató la ruptura del acuerdo de estabilidad. No habrán más encuentros entre diputados de Junts pel Sí y la CUP. De hecho, este lunes ya no se celebró la reunión de coordinación parlamentaria. Es más, fuentes del Govern avanzaron que no buscarán el apoyo de los antisistema a la moción, que si quieren dárselo bien, y si no, a elecciones, porque Junts pel Sí no va a renunciar a su hoja de ruta soberanista, condición «sine qua non» para obtener el apoyo de otro grupo parlamentario. Para no volver a estar en manos de los diez diputados de la CUP, en caso de superar la moción, el debate de la cuestión de confianza incluirá una propuesta de presupuestos para 2017 y una hoja de ruta en la que el Govern seguirá defendiendo el proceso soberanista. Junts pel Sí ha podido prorrogar los presupuestos por segunda vez, pero no podrá hacerlo una tercera porque la ley no lo permite. Sí o sí, en caso de que la legislatura no haga aguas, en 2017 se necesitan nuevos presupuestos.
Puigdemont no escondió su enfado con los anticapitalistas, a quienes llamó «desleales». Hizo hincapié en la desproporcionalidad del sacrificio de Junts pel Sí, que con 62 diputados y un millón y medio de votos, retiró a su candidato para avanzar hacia la construcción del estado catalán, mientras que la CUP, con diez diputados y apenas 300.000 votos, «no ha sido capaz de retirar una enmienda a la totalidad de los presupuestos». «No hay proporción, ni lógica ni lealtad», lamentó. Para dar fe de la traición, leyó el punto número uno del acuerdo de estabilidad, que dice que la CUP «se compromete a no votar en ningún caso en el mismo sentido que los grupos contrarios al proceso y/o al derecho a decidir cuando esté en riesgo la estabilidad del Govern». Los antisistema votaron junto al PP, PSC, Ciutadans y Catalunya Sí que es Pot. Los presupuestos no prosperaron por 72 votos a favor de las cinco enmiendas a la totalidad, una por cada grupo de la oposición, y 62 en contra. Es la primera vez en la historia que el Parlament tumba unas cuentas.
La CUP no esperaba esta reacción de Puigdemont. El diputado Joan Garriga, tras admitir que se sienten «corresponsables, pero no culpables», reconoció que no imaginaba que su veto tuviera este desenlace. Contaba con una reprimenda, con que el Govern prorrogara los presupuestos, tal y como había anunciado el vicepresidente económico, Oriol Junqueras, y se pusiera a trabajar para aprobar en otoño las cuentas de 2017.
Pero Puigdemont rechazó la oferta de la CUP. Al margen de haber perdido su confianza, dijo que ni tiene la mayoría para seguir gobernando en condiciones ni tiene intención de alargar el mandato, algo que la oposición le agradeció. «No quiero gestionar las zarandajas de un presupuesto prorrogado que no sirve para llevar al país a las puertas de la independencia». Además, fuentes del Govern explicaron que no quiere volver a pasar por el «via crucis» de negociar con los anticapitalistas.
La CUP no dio la legislatura por perdida. Aceptó el reto de la cuestión de confianza y avanzó que se enfrentarán «con responsabilidad, luces y taquígrafos». También insistió en que para ellos, «los puentes hacia la independencia no se han roto» y que «piensan atravesarlos con las fuerzas políticas que no sólo tengan el horizonte de la independencia, sino también la cuestión social». He ahí la cuestión que ha llevado a la CUP a vetar las cuentas. El sector que se ha impuesto es partidario de priorizar un pacto de izquierdas por encima del proceso soberanista y eso implicaba deshacerse de CDC.
Cataluña seguirá con presupuestos prorrogados. Durante la defensa, ante el Pleno, de «las primeras cuentas expansivas en años», Junqueras volvió a colocar sobre las espaldas de la CUP el peso de perder 1.100 millones en inversiones «Quienes pagarán las consecuencias serán los ciudadanos», dijo. A medianoche arranca la campaña.
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