Opinión

Una quita para gobernarlos a todos

Sánchez y sus muchachos ya tienen ese oficio del que se ha acostumbrado en el frente al ruido de mortero

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer en el Congreso de los Diputados
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ayer en el Congreso de los DiputadosAgencia EFE

Curioso deporte este de la sesión de control al Gobierno. Es como el tenis, pero al revés. Aquí la ventaja no la tiene el que sirve, sino el que resta, y el sanchismo lleva tiempo instalado en esa comodidad. Da igual las tremendísimas tropelías que hayan estallado esa semana, que Sánchez y sus muchachos ya tienen ese oficio inconfundible del que se ha acostumbrado en el frente al ruido de mortero. Con ademán rutinario los ves parapetarse en los sacos terreros del «y tú más», en la trinchera del zasca televisable, para a continuación quitar la anilla y lanzar las granadas argumentales que los guionistas preparan 24/7 en algún sótano de Moncloa. La esgrima comienza con Feijóo buscando las esquinas del debate público: usted tiene un Gobierno que se parte en la disciplina de voto; a Trump no hay ni que abrazarle ni que escupirle; yo debería ser su verdadero socio en política internacional y no me compare usted con Merz porque en Alemania todo empieza con los socialistas dejando que gobierne el más votado. Cualquier señor de centroderecha que paga sus impuestos y sólo quiere un país normal donde el VAR no masacre a su equipo los domingos piensa: «“Ahí le has dao”». Pero en este deporte la ventaja la tiene el que resta.

Sánchez concede una primera respuesta de cortesía, pero en la segunda saca las uñas de gato montés. Ha estudiado la pregunta con antelación y tiene la réplica que le quema en las manos. Sin que se le caiga Vox de la boca, el presidente se relame los bigotes visualizando la estación final de la última trampa que ha echado a correr estos días. «Con el decreto de las pensiones os tuve varios días explicando el no pero sí… y con la quita de la deuda autonómica pasará lo mismo», parece que fantasea para sus adentros mientras pasa de preguntado a preguntador: “¿Señor Feijóo, lo ha pensado en serio eso de votar no a la quita?”».

Sánchez parece satisfecho y resulta sobrecogedora la metamorfosis del presidente cuando le anuncian que toca cambiar de interlocutor.

La siguiente pregunta se la formula Aitor Esteban. Su Aitor. Sánchez esconde las garras de gato montés y pone ojitos del gato con botas, porque se dispone a preguntarle el «Kingmaker». El hombre que facilitó su moción de censura en los días de los Idus de Rajoy. Esteban se muestra preocupado por la situación geopolítica y construye un alegato contra la avaricia y a favor del embrión de defensa europeo. El PNV de Sabino Arana, que echaba pestes de los maketos, preocupado por la avaricia y propugnando iniciativas transnacionales. Vivir para ver. Con todo, el momento cumbre llega cuando el bilbaíno deja caer que será su última intervención en el Congreso porque se marcha al País Vasco a hacer de líder del PNV. Es sentarse Esteban y levantarse Sánchez a aplaudirle, secundado por todo el frente Frankenstein. El «kingmaker» halagado. Gloria y honor al hacedor de reyes monclovitas. A Sánchez no se le quitan de la cara los ojitos de minino con botas. Le felicita por su elección y le hace una última promesa: modificará, a petición del PNV, la ley de secretos oficiales. María Jesús Montero ríe de fondo al comprobar que los chicos de Vizcaya siempre se salen con la suya. Calmado el momento almíbar, a Sánchez todavía le queda tiempo para hacer una faena de aliño ante Belarra. Bromea sobre los sobresaltos con los que está gobernando en esta legislatura antes de marcharse del hemiciclo, traspasando el mando precisamente a su vicepresidenta y ministra de Hacienda.

Si Rafa Nadal tenía el tic de pasarse la mano por la oreja y recolocarse las calzonas cuando sacaba, María Jesús tiene una sonrisa nerviosa cuando resta. Abre fuego Gamarra con un guiño cinematográfico: «Usted no es Harry Potter. Usted no tiene una varita para borrar la deuda». Al meollo de la quita hemos llegado y Montero responde con otro guiño al cine. La ministra de Hacienda, como Antonio Banderas en «Desperado», abre la funda de la guitarra y saca el fusil que le habían escondido los guionistas del sótano de Moncloa. Se revuelca por el suelo a cámara lenta, disparando toda la retahíla de «y tú más y tú peor» habida y por haber en el hemisferio norte, desde datos económicos sobre la presión fiscal a presuntos casos de corrupción populares. Gamarra, Tellado, Bendodo y Ester Muñoz participan de la balacera sin preocuparse de si Salma Hayek puede resultar herida. En un momento de tregua, con Montero recostada mientras recarga, la vicepresidenta grita a sus oponentes: la deuda se perdona a todas las autonomías, no sólo a Cataluña. Los populares responden desde la otra trinchera: tú lo que quieres es mutualizar la deuda de los separatistas. El hemiciclo se convierte en una escena propia de «La Vaquilla». En ese diálogo a grito pelado entre trincheras, Bendodo se acuerda de algo. Felicita a María Jesús por su elección como lideresa del PSOE andaluz: «Cinco cargos son mucha tela para usted, ¿le han dado un premio o la han enviado a galeras?». Montero responde que galeras las suyas cuando le trajeron a Madrid. La mala leche que no falte. Y como el comando Sánchez ya tiene muy pillado el modus operandi, Montero imita a su jefe y también pasa de preguntada a preguntadora: «Se lo repito. Son 18.000 millones de quita para Andalucía… ¿Van

a votar en contra de la quita de 18.000 millones, más el ahorro de intereses?». La pregunta queda en el aire. La trampa ha echado a andar. Cómo acabe esto lo sabremos más pronto que tarde. Pero esa será otra película.