
Alegato
Rafael Vera revela que Pedro Sánchez le dijo que estuvo en la puerta de la cárcel de Guadalajara para apoyarle a él y a Barrionuevo
Fuentes próximas al presidente del Gobierno niegan que estuviera en aquella concentración

“Te llamaré, quiero hablar contigo, porque yo fui uno de los muchos que estuvimos apoyándoos en la puerta de la cárcel la entrada tuya y de Barrionuevo en la prisión de Guadalajara. Quiero que me cuentes todo lo que os hicieron”. La frase, pronunciada por Pedro Sánchez, está contenida en un artículo que el exdirector de la Seguridad del Estado, Rafael Vera, ha entregado a LA RAZÓN, en el que analiza la actual situación política. Sin embargo, tras conocerse el artículo de Vera, fuentes próximas al presidente del Gobierno aseguran que no estuvo en aquella concentración.
Puestos al habla con Vera, se ha ratificado en que Sánchez le dijo que había estado en Guadalajara y que la conversación se produjo con ocasión del fallecimiento, en un hospital madrileño, del dirigente socialista vasco Txiki Benegas, en agosto de 2015, cuando ambos acudieron a dar el pésame a la familia.
El artículo, en el que Vera analiza tsmbién lo ocurrido en los tiempos en que tuvo responsabilidades en la lucha antiterrorista, dice lo siguiente:
André Malraux tuvo la virtud de definir con peculiar exactitud la condición humana, ese conjunto de características, experiencias y circunstancias por las que el llamado homo sapiens puede ser capaz de acometer los mayores actos de nobleza, entrega y generosidad, pero también ser el autor de las más grandes miserabilidades y villanías.
Nosotros, los socialistas de finales de los setenta, con Felipe González y Alfonso Guerra a la cabeza, tuvimos que afrontar, a partir de 1982, el cambio profundo de una Nación que renacía del oprobio de la historia; de una España bañada en sangre por el terrorismo, pero que luchaba por vivir con justicia, con paz y con libertad.
Pero ahora, más de cuarenta años después, con la senectud ya en la frente, aquellos que tanto sufrimos buscando el bien de tantos nos vemos obligados a presenciar el fango destructivo, el lodo deshonroso de una España cainita que se descompone mientras la contempla atónica otra España que bosteza.
En 1982, apenas acabábamos de salir de un golpe de Estado de la extrema derecha disparado por la nostalgia franquista como pólvora interna, pero con el terrorismo de ETA y del conglomerado de Batasuna como percutor externo y apremiante. Los asesinatos cometidos por la banda más sanguinaria y destructiva que ha existido en España sobrepasaban el centenar en 1980, y durante la democracia nunca bajaron de decenas y decenas de crímenes, algunos cometidos en masa, como las masacres de Hipercor, en Barcelona, los cuarteles de Zaragoza y de Vic, los atentados de Reus o de la Plaza de la República Dominicana y tanto otros que, como seres humanos, no deberíamos olvidar nunca.
Para aquellos que desde el Gobierno actual piensan que el olvido es la muerte de las cosas, o que hay que aprender a olvidar para poder seguir adelante, les tengo que recordar que el olvido es un viaje a la nada; si el olvido que imponen es la ausencia del recuerdo, la memoria de las víctimas y nuestra propia memoria -la de todos los que lo dimos todo por hacer un mundo más democrático y seguro- es la denuncia de su olvido. Que sepan que, aunque no quieran ni oírlo, olvidar lo malo también es tener memoria.
A los socialistas de entonces, en aquella convulsa pero entusiasmada España, nos cupo el honor –y el horror, también- de luchar a fondo por igual contra el terrorismo y contra el golpismo, contra el separatismo insolidario y rompiente y contra las extremas izquierda y derecha guerracivilistas, contra todos los que querían sojuzgar a una sociedad que había aprendido a no rendirse. Luchábamos por aquellos niños o adolescentes de entonces que hoy en día dirigen los partidos políticos, las instituciones, las grandes empresas o las corporaciones, o bien gobiernan desde el Estado una Nación que, hoy por hoy, una ambición sin límites está queriendo poner de rodillas.
Si ellos pueden gobernar hoy es porque muchos, desde el socialismo real, nos batimos el cobre para que ellos y otros disfrutaran de los instrumentos democráticos de igualdad de derechos, de oportunidades, de unidad, de solidaridad y de justicia social para que pudieran llegar a donde han llegado. Cervantes escribió que “la ingratitud es hija de la soberbia”, pero yo creo que un ingrato siempre quiere tener razón y que, además, tiene escasa memoria.
Zapatero primero, y Sanchez ahora, han traspasado todas las líneas rojas de una sociedad igualitaria, justa y democrática. En un ejercicio de matonismo bolivariano, unos pocos han conseguido hacer derivar tres hechos muy complejos en otros tantos procesos judiciales y políticos con un resultado muy diferente para unos y para otros.
Cuando se trata de acometer grandes retos políticos, que afectan al conjunto de los españoles, y a España, hay que recurrir al diálogo transversal, al acuerdo entre los dos grandes partidos, los únicos que tienen opción de gobernar. Por la iniciativa unilateral solo se consigue dificultar todavía más la búsqueda de una solución necesaria. El diálogo es sinónimo de grandeza, de entendimiento, y de inteligencia.
En primer lugar, han conseguido blanquear lo que parecía imposible: toda la actividad terrorista que, con un soporte político y social dirigido por Bildu y con parte de la sociedad vasca como comparsa, han logrado, desde las propias estructuras del Estado, que los terroristas ganen por fin “el relato”. Homenajes populares, ayudas económicas y sociales para los criminales que salen de las cárceles sin haber cumplido en su totalidad las penas son las medallas que ahora los distinguen.
Ha desaparecido prácticamente el reproche mediático y social y se presenta a esos mismos matones de antaño, siempre chulescos y altaneros y nunca arrepentidos de sus crímenes, como unos auténticos héroes frente al Estado opresor. Enhorabuena al sanchismo: Ayer, ETA nos asesinaba en masa; hoy, Bildu dirige la voladura del Estado democrático y de derecho. Sabemos que el fin de la actividad terrorista, un éxito de todos, además de las excarcelaciones ha supuesto un precio político pactado y firmado: entregar Navarra al nacionalismo vasco. Una reivindicación de los terroristas, recogida desde siempre en su alternativa KAS.
En segundo lugar, y como patético reverso tenebroso del punto anterior, la lucha contraterrorista. La llamada guerra sucia, con la que todavía hoy nos siguen ensuciando a algunos, o las condenas y expulsiones de policías y guardias civiles, con pérdida de sus carreras y de su pensión por luchar contra los asesinos, nos han convertido como país en un sumidero de odio, de fango y de miedo.
Ellos han olvidado conscientemente que la "guerra sucia policial" venía de antes: desde el franquismo y la UCD; que no necesitaba que desde el Estado la activara nadie, porque se activaba sola, y que en su momento sirvió para frenar ansias golpistas de militares que eran vil y cobardemente asesinados día a día. A veces, el olvido es un crimen imperdonable. Dicen que sólo muere quien olvida; quizá por eso han asesinado ahora dos veces a las víctimas: el recuerdo de una persona puede mantenerla viva en la memoria de otros, mientras que el olvido implica su desaparición simbólica después de su desaparición física.
Muchos hemos sufrido procesos judiciales viciados, junto a campañas mediáticas sin parangón. Mientras los asesinos son hoy homenajeados y pagadas sus necesidades económicas con fondos sociales, muchos otros hemos sufrido condenas sin pruebas, con instrucción de sumarios por un juez prevaricador, y a pesar de ello hemos contado a favor con votos particulares sólidos y de prestigio, tanto en el Supremo como en el Tribunal de Estrasburgo.
A los criminales les erigen hoy monumentos desde el Estado siempre que voten "sí" en el Congreso al mantenimiento del actual Gobierno: a nosotros nos dedican estigmas más sangrantes que las heridas de Cristo. Un recuerdo emocionado para Antonio Machado que escribió aquel famoso verso: “La envidia de la virtud/ hizo a Caín criminal./ ¡Gloria a Caín!/ Hoy el vicio es lo que se envidia más”.
Aún el pasado sábado, en el Comité Federal del PSOE en Madrid, tuvimos que escuchar cómo alguna voz, con forma y fondo barriobajero y matón, insultaba a un compañero -el único, por cierto, que gana elecciones por mayoría absoluta- por haber tenido el valor de manifestar su discrepancia con unas políticas centrífugas, injustas y peligrosas que nos ahogan a todos y por haber asistido a la concentración de Guadalajara.
Y tuvimos que oír en ese Comité Federal como nos señalaba, a José Barrionuevo, y a mí mismo, cuando entrábamos en la cárcel tras nuestro paso por el Ministerio del Interior por intentar protegerles a ellos y a otros cuando apenas eran unos adolescentes. Malraux hubiera sentido un ataque de ansiedad con esta moderna "condición humana".
Pero quiero recordar a esa "boca profunda" un hecho acaecido en agosto de 2015, en el pequeño tanatorio del Hospital Clínico de Madrid, en el fallecimiento de ese gran hombre que fue Txiki Benegas -quien hoy se espantaría al ver en qué se han convertido algunos de sus compañeros vascos-. Yo estaba allí porque era amigo de Benegas y quería dar el pésame a su familia. Llegó Pedro Sánchez, que llevaba un año como secretario general del PSOE, se me acercó, me saludó, y muy amable me dijo: “Te llamaré, quiero hablar contigo, porque yo fui uno de los muchos que estuvimos apoyándoos en la puerta de la cárcel la entrada tuya y de Barrionuevo en la prisión de Guadalajara. Quiero que me cuentes todo lo que os hicieron”. Vaya este dato significativo para ilustrar la ignorancia de ese ministro que no merece serlo.
Y en tercer lugar, el referéndum catalán ilegal, la Declaración unilateral de independencia, la famosa DUI y el posicionamiento inicial de todos los partidos políticos, denunciando por unanimidad la inconstitucionalidad de lo acaecido en Cataluña perpetrado por una banda de golpistas. El Estado funcionó, como no podía ser de otra manera, y se dictó prisión para los promotores y colaboradores. Hubo luego un juicio justo, con todas las garantías del Estado de Derecho y con la mirada vigilante de la Justicia europea.
Sin embargo, por motivos tan espurios como llegar y conservar el poder a toda costa, el proceso llevó a posteriores indultos que acabaron en una amnistía soportada en dos razones exclusivas: seguir teniendo mayoría para gobernar y ‘pacificar a la sociedad catalana’. Pero los condenados y amnistiados siguen en sus trece: “Lo volveremos a hacer”, dicen. No hay pacificación, sólo compra de votos. Pese a todo, un Tribunal Constitucional acusado ahora de prevaricador ha dictado una sentencia dramática, anulando delitos que incitaban a un golpe de Estado. La prensa del sanchismo, salvo raras excepciones, calla y otorga. Parte de la sociedad catalana acoge y arropa a los “golpistas”. La sociedad española se convulsiona.
Rafael Vera, exdirector de la Seguridad del Estado de Seguridad
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