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Rajoy marca el cambio: del esfuerzo a la recompensa a los más débiles

Arranca la segunda parte de la legislatura con una bajada de impuestos y cotizaciones. Sostiene que los sacrificios han dado resultado: «Ya hemos cruzado el cabo de Hornos»

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y Alfredo Pérez Rubalcaba
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y Alfredo Pérez Rubalcabalarazon

Mariano Rajoy quiso escenificar ayer en el Debate del Estado de la Nación que empieza una Legislatura distinta. Éste es un debate casi siempre favorable al Gobierno, en el que estar en La Moncloa suma, y ayer Rajoy supo rentabilizar su ventaja y aprovecharla para sus intereses.

Mariano Rajoy quiso escenificar ayer en el Debate del Estado de la Nación que empieza una Legislatura distinta. Éste es un debate casi siempre favorable al Gobierno, en el que estar en La Moncloa suma, y ayer Rajoy supo rentabilizar su ventaja y aprovecharla para sus intereses. Un Rajoy crecido, al margen de las críticas, de las encuestas y de las expectativas menos optimistas de algunos de sus asesores, y que quiso ilusionar frente a un Alfredo Pérez Rubalcaba que dibujó un panorama sombrío y que siguió apareciendo como un amortizado líder de la oposición. Rajoy se dedicó durante hora y media a explicar que España ha invertido la dirección de su marcha y que los «sacrificios» han merecido la pena. Del «España cerca del abismo» al «hemos cruzado el Cabo de Hornos» o «ya hemos alcanzado la primera cumbre», varias de las imágenes con las que el presidente del Gobierno intentó representar el «cambio de tendencia» y la «primera cosecha» de una política de reformas en la que no piensa detenerse porque está convencido de que «está en el camino correcto».

El Debate del Estado de la Nación fue la puerta con la que presidente dejó atrás la política de las decisiones impopulares y de los incumplimientos del programa electoral, para pasar a un segundo tiempo del partido en el que la idea fuerza de su mensaje es que las primeras medidas de la recuperación económica irán destinadas a los sectores sociales más débiles y más afectados por la carga de los sacrificios. Rajoy y sus asesores sabían que el ataque más duro de la oposición iba a venir por este flanco, por el de la desigualdad y las consecuencias sociales de la gestión de la crisis. Y antes de batirse con los demás portavoces parlamentarios levantó el escudo para poner sordina a esa crítica y colocarse, al mismo tiempo, en la salida de la campaña electoral pensando en los votantes más del PP, aquellos de los que depende su victoria en las europeas, y también en los que le dieron la mayoría absoluta y han sufrido más por la crisis. El Debate lo marcó con la promesa de bajada de impuestos y de cotizaciones para favorecer la contratación indefinida, hasta el punto de que incluso obligó a recolocarse al PSOE. En la víspera, desde Ferraz habían filtrado propuestas fiscales que Rajoy desactivó con su golpe de efecto de por la mañana.

En la tribuna dejó el compromiso solemne de que a partir de ahora se ajustará a dos principios: aliviar las medidas que impuso «el rigor» de la crisis y adoptar las decisiones que mejor contribuyan a la generación de puestos de trabajo. Su reto, sin duda, sigue siendo convertir la «cosecha» de buenos resultados macroeconómicos en beneficios que los ciudadanos puedan percibir en los próximos meses. Y a este fin pone a su servicio la reforma fiscal, las nuevas medidas para crear empleo y otras medidas para favorecer la financiación de las pymes. Ante el Pleno sostuvo que la lucha contra el paro es el «leit motiv» de su acción pasada, presente y futura y, precisamente, la reforma laboral fue uno de los terrenos en los que más se reivindicó. Detrás de la puerta que ayer abrió dejó el estancamiento, el rescate, los desequilibrios económicos, el déficit del sector público del 9 por ciento, un paro que crecía al 12,5 por ciento antes de que se aprobara la reforma laboral o una prima de riesgo en los 640 puntos. Rajoy se atrincheró en los datos, en la comparativa de las grandes cifras que existían cuando llegó al Gobierno y las que hoy bendicen Bruselas y las agencias de calificación. Y su arma más dañina contra el líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, volvió a ser una vez más la carga de la maleta que dejó el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Una y otra vez instó a Rubalcaba a que debatiera con él sobre la reforma eléctrica y el agujero que dejó la política socialista. Pero Rubalcaba no quiso ponerse delante de ese toro.

Salvo el capítulo de Cataluña, solemne y que sonó casi a declaración institucional, el grueso del mensaje lo dedicó a la economía, al balance de sus logros y a anunciar un catálogo de nuevas medidas que enlaza con esa nueva idea de que ahora su prioridad es rescatar a la clase media, a las familias y a los colectivos que atraviesan más dificultades económicas. Fuera del discurso dejó otras cuestiones más incómodas, como la reforma del aborto. Él llevaba la iniciativa y él colocó el escenario en el sitio en el que más le interesaba. «Muchas de las decisiones tomadas no han sido fáciles ni agradables. Pero se han aplicado siempre bajo el principio de preservar nuestros esquemas de protección social y limitar su impacto sobre los que están en situación de mayor vulnerabilidad», sostuvo. Rajoy se contuvo en su primera intervención a la hora de agarrarse al paraguas de la herencia, pero fue demoledor bajo ese mismo paraguas en la réplica a Rubalcaba. Ruido de fondo, porque lo importante ya lo había dicho antes. Las expectativas sobre la concreción de la reforma fiscal no se cumplieron, pero las pinceladas que adelantó le bastaron para centrar la pelota. La reforma fiscal beneficiará a 12 millones de contribuyentes a partir de 2015 y los trabajadores que ganan menos de 12.000 euros al año no pagarán el IRPF. Además, primará la contratación indefinida con una tarifa plana de 100 euros. Las primeras medidas irán el viernes al Consejo de Ministros.