Diez años de la abdicación de Don Juan Carlos
Los recovecos de una decisión no deseada
Mariano Rajoy Alfredo Rubalcaba desempeñaron un papel clave y mantuvieron unido el bloque constitucional para aprobar la Ley
A finales de 2001 y principios de 2002, con 64 años, Don Juan Carlos solía bromear los amigos de su edad: «Qué suerte tienes, que te puedes jubilar». Era solo una broma, porque él no tenía ninguna intención de abdicar.
Durante años, la expectativa de una abdicación no aparecía por ninguna parte. Y era descartado contundentemente desde La Zarzuela. Algo pareció cambiar en mayo de 2010, cuando pensó que iba a morir, tras un chequeo en el que se le detectó un tumor en el pulmón. Operado de urgencia, el tumor resultó benigno.
Comenzado el año 2012, en ámbitos económicos se atribuía a Don Juan Carlos este comentario: «Yo seguiré hasta que me muera”. Y añadía, en broma, aludiendo a su hijo Felipe: «¡Más tiene que esperar Carlos de Inglaterra!». Una de sus aspiraciones íntimas era llegar a los cuarenta años de reinado, que se cumplirían en 2015.
A lo largo de 2013, año de intervenciones quirúrgicas sin fin, Don Juan Carlos atajaba cualquier comentario sobre su salud diciendo: «Roosevelt ganó la guerra desde una silla de ruedas».
En mayo, el barómetro del CIS desveló que, por vez primera, los españoles colocaban la Monarquía entre los problemas más preocupantes: bajaba de la tercera a la sexta posición entre las instituciones más valoradas. La encuesta se había realizado con la infanta Cristina ya imputada por el caso Nóos.
A principios de 2013, Rafael Spottorno recibió el encargo de ir estudiando cómo debería producirse la abdicación, si bien desde La Zarzuela insistían en que el único problema de Don Juan Carlos era motriz, de movimiento, y repetían una frase del propio Rey: «La Corona se lleva en la cabeza, no en la cadera». En el discurso de Navidad, que se convirtió en el último que pronunciaría, descartó la abdicación, diciendo: «Quiero transmitiros como Rey de España mi determinación de continuar».
A pesar de sus esfuerzos, incluyendo viajes agotadores por todo el mundo, la resurrección de la Monarquía se había convertido en un imposible. La Institución no remontaba, y él mismo no conseguía superar las limitaciones físicas. Siempre había pensado que, si alguna vez tenía que irse, sería «estando bien, estando arriba», pero se convenció de que eso ya no era posible.
Todo se precipitó el 6 de enero de 2014, en la Pascua Militar, en la que Don Juan Carlos se llevó uno de los sofocos más fuertes de su vida. El espectáculo de un Rey desconcertado, hablando mal, y las imágenes repetidas por las televisiones provocaron un fuerte impacto. Pero más aún en el propio protagonista, que se dio cuenta de que había quedado en evidencia ante un auditorio muy especial, y precisamente cuando el objetivo era lanzar el mensaje de que se estaba recuperando. Al contrario, se le vio manifiestamente debilitado y disminuido, tal como quedó plasmado en el titular de un periódico al día siguiente: «España titubeante».
Aquel 6 de enero se forjó definitivamente la abdicación. Al día siguiente, Don Juan Carlos llamó al jefe de la Casa, Rafael Spottorno, para comunicarle que preparara las cosas. «Quiero que pienses cómo debería hacerse», le dijo
En esos momentos, en los ámbitos políticos se contaba que el Rey había manifestado al director de LA RAZÓN, Francisco Marhuenda que no pensaba abdicar: «No pienso ser el ciudadano Borbón paseando por la Castellana”, aunque añadió: “Claro, que, si me quedo gagá, si veo que no estoy en condiciones… por supuesto que...» El fallecido Jesús Hermida, buen amigo de Don Juan Carlos, tenía una frase contundente: «Todas las horas duelen, pero la última mata». Es lo que debió de pensar el ahora Rey Emérito, o jubilado, o cesante, cuando se vio abocado irremediablemente a la abdicación.
El 26 de marzo, durante un almuerzo ellos dos solos, se lo comunicó a su hijo, Felipe. En abril, llamó a Aznar. Como presupuesto para proceder a la abdicación, citó la mayoría absoluta del PP y el buen entendimiento que existía con el PSOE dirigido por Rubalcaba. Eso limitaba el plazo a los dos años de legislatura que quedaban. En mayo, el CIS otorgó un nuevo suspenso a la Monarquía, con un 3,72 sobre 10.
Don Juan Carlos se lo anunció al ex presidente Felipe González en la finca que este posee en Guadalupe. Al Rey le preocupaba la reacción del socialismo. El 31 de marzo, tras el funeral por Adolfo Suárez, comunicó a Mariano Rajoy su intención de abdicar. El presidente se mostró bastante sorprendido. Le preguntó si lo había pensado bien. Don Juan Carlos sonrió y le dijo que sí.
El staff de La Zarzuela, Alfonso Sanz Portolés, Domingo Martínez Palomo, Jaime Alfonsín y Javier Ayuso, junto con Spottorno, formaron un equipo de trabajo. Tomaron estrictas medidas para evitar cualquier filtración: evitar el uso de papeles, no utilizar el correo electrónico, y guardar todo en un único pendrive. Las reuniones se celebraban cada cuatro o cinco días y terminaban en torno a las diez de la noche.
El 3 de abril, Don Juan Carlos lo comunicó a Rubalcaba. El líder socialista le pidió que lo retrasase hasta finales de año, pero el Rey contestó que urgía hacerlo cuanto antes. Lo notificó a Zapatero el 15 de mayo, día de San Isidro, en La Zarzuela.
En menos de un mes, los cinco, el equipo de La Zarzuela, redactaron el primer borrador de discurso de abdicación. El Príncipe introdujo algunos retoques. Lo leyeron Rajoy y Rubalcaba, que formularon sugerencias. En mayo se incorporó Jaime Pérez Renovales, subsecretario de la Presidencia.
Existía un problema de calendario. La abdicación tenía que producirse entre el 26 de mayo, una vez celebradas las elecciones europeas, y el inicio del verano, cuando acaba el periodo de sesiones del Congreso.
El 25 de mayo, tras el mal resultado de las elecciones europeas, Rubalcaba anunció que dejaba la secretaría general del PSOE, aunque continuaría hasta la celebración de un congreso extraordinario con el fin de tutelar la transición en el trono: tenía que controlar el grupo parlamentario socialista durante el debate de la abdicación.
El 29 de mayo, en el despacho de don Juan Carlos, se concluyó que solo quedaban dos opciones: la semana del 2 de junio y la del 9 de junio. Las primeras filtraciones estaban circulando y no se podía esperar más.
La decisión sobre la fecha del 2 de junio se tomó en una reunión a la que asistieron el jefe de la Casa, la vicepresidenta del Gobierno y el subsecretario de Presidencia. La idea de comunicarlo cuanto antes respondía a uno de los análisis que mayor consenso había obtenido: la conveniencia de asegurar el factor sorpresa. Así, a las 10.30 horas del 2 de junio, Rajoy, presidente del Gobierno, comunicó la abdicación, en una improvisada rueda de prensa en la Moncloa. Y a las 13.05 se emitió por televisión el discurso de Don Juan Carlos, con un poco de retraso porque la grabación en Zarzuela hubo de repetirse dos veces por equivocaciones del Monarca.
La alocución duró seis minutos, y Don Juan Carlos intentó dejar claro que no se marchaba por debilidad física sino por una decisión política. En ese momento, sin duda no pudo evitar acordarse de la renuncia de su padre, Don Juan de Borbón.
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