Política

Bruselas

Rubalcaba: «Mariano, no quiero irme, pero tampoco puedo quedarme»

El cartel que no se repetirá, el de Mariano Rajoy y el de Alfredo Pérez Rubalcaba luchando por La Moncloa
El cartel que no se repetirá, el de Mariano Rajoy y el de Alfredo Pérez Rubalcaba luchando por La Moncloalarazon

Semana convulsa bajo fuerte resaca electoral. Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba mantienen una larga conversación poco después del 25-M. Los dos son listos, con enorme experiencia política. Hace tiempo que se conocen y mantienen buena sintonía personal. Rajoy siempre ha dicho que Alfredo era «la mejor cabeza del PSOE». Y Rubalcaba nunca ha ocultado que Mariano es un líder «preparado, sensato y dialogante». Son conscientes del retroceso de sus partidos y no quieren perder el tiempo. El PP ha ganado las elecciones, pero «nos han dado un tirón de orejas», en palabras de un dirigente de Génova. Los socialistas se han metido un batacazo sin precedentes y Alfredo está en muy difícil situación, en medio de «una jaula de grillos», según admiten en Ferraz. Ante el avance de la izquierda radical y la irrupción del telepredicador Pablo Iglesias, ambos lo tienen claro: «Frente a Podemos, haremos».

Y así, Rubalcaba le comunica al presidente su decisión de dejar la Secretaría General: «Mariano, no quiero irme, pero tampoco puedo quedarme», le dice con filosofía japonesa a lo Murakami. Rajoy es consciente de que ha ganado en unas circunstancias muy adversas, si bien el desencanto de sus votantes es patente. Por ello, también le anuncia un paquete de medidas más «favorables» y su intención de volcarse en la «pedagogía política». Aunque no creen que el bipartidismo esté en crisis, reconocen que el varapalo ha sido grande y es preciso reaccionar. Alfredo empieza a pilotar la sucesión y Mariano convoca a sus barones regionales, inquietos por la proximidad de las elecciones autonómicas y municipales. Quedan para almorzar un día juntos y se despiden con una irónica ranchera: «Que te vaya bonito». Manos a la obra.

Aunque públicamente no lo digan, en el PP hay voces críticas: «Ganamos por aplastante mayoría absoluta, y a la primera cita perdemos más de dos millones de votos, por algo habrá sido», dicen en este sector. Admiten la necesidad de las reformas, pero piensan que ha llegado la hora de «levantar el yugo» al ciudadano, ahogado por los recortes, y de que el propio Mariano Rajoy se implique a fondo en el partido. Opinan que ha sido precisamente la presencia de Rajoy la que ha salvado los muebles. «Si no es por Mariano nos la pegamos», afirman estos diputados, para quienes Arias Cañete es un buen gestor, pero un mal comunicador. «Sabe trabajar bien, pero no tanto hablar», reconocen. Este grupo demanda una reflexión profunda, mayor cercanía y contacto con los electores. En definitiva: «Menos Bruselas y más España». El presidente lo sabe y diseña un plan de choque que devuelva la ilusión. «Hay que volver a mimar al votante», según fuentes de Moncloa.

En el PSOE las aguas están mucho más agitadas. En la victoria, todo es explicable. Pero en la derrota, nada es controlable. La poderosa «sultana» andaluza mueve sus piezas y el baile de candidatos se dispara. Eduardo Madina, Carmen Chacón, Patxi López y Pedro Sánchez afloran en tromba. Madina se ve con su gran mentor, José Luis Rodríguez Zapatero y lanza el órdago del Congreso abierto: un militante, un voto. Algo que, en principio, incomoda a Susana Díaz, más partidaria del cónclave tradicional, donde ella controla la mayoría de delegados. Pero el tema se desborda, las Federaciones empiezan a exigir la voz de la militancia y Rubalcaba se ve obligado a mover ficha. Comparece y hace la llamada decisiva a Pachi Vázquez, que forzó un proceso similar. Por derecho, se lo pregunta: «Oye, Pachi, y vosotros ¿cómo lo hicisteis?».

Ahí comienza a fraguarse el reglamento, la propuesta que permite el voto militante sin modificar los estatutos del partido. Es decir, primero se abre un proceso de elección entre los afiliados, que será luego refrendado por el Congreso Federal. Una fórmula a la gallega, con vinculación política, pero no jurídica. Es la única que impide una impugnación, algo que podrían hacer los no partidarios. En el Congreso, los pasillos son un hervidero. Alfredo reclama consenso. Madina y Pedro Sánchez apoyan la participación, y Carme Chacón se rebota. La catalana ya no es diputada, sabe que no tiene un masivo apoyo entre las bases: «Se marcha un ministro de ZP y no vamos a poner a quien también lo fue dos veces», dicen en el grupo socialista. Por su parte, Díaz acaba aceptando la fórmula, una vez que todos los barones se pronuncian a su favor. «Susanismo por aclamación, como a ella le gusta», afirman en el partido. Mañana, la Ejecutiva del PSOE aprobará con seguridad el texto, que ya ha sido remitido a las Federaciones. El baile de aspirantes queda abierto. Todos piensan que Alfredo ha manejado bien la situación. «Lo ha hecho impecablemente», dicen en Ferraz e, incluso, en el PP, dónde no ocultan su preocupación por el sucesor de quien se ve «muy bien enterrado», ironiza en Sitges.

Ahora, la situación es esta: Madina, Pedro Sánchez y Chacón darán la batalla. Y Susana será «lo que ella quiera ser», aseguran en el partido. Díaz sopesa compaginar la Secretaría General o la Presidencia del PSOE, algo que ya hizo Chaves tras la debacle de Almunia. Ninguna le impide seguir en Andalucía hasta convocar elecciones autonómicas, ganarlas y concurrir como candidata a la Presidencia del Gobierno. Nadie duda de sus poderes, ambición y buenas artes para dar el salto a la política nacional. En los últimos meses ha hablado con Felipe González quien, en la sombra, le ha gestionado encuentros con los «gurús» del Ibex. Susana se ha visto con presidentes de grandes bancos y empresas, en un intento de tranquilizar al mundo financiero, alarmado por el fenómeno de Podemos, su demagogo líder y el ascenso de la izquierda radical. «No conviene minimizarlo, en política nunca hay enemigo pequeño», coinciden en el PP y el PSOE.

En los dos grandes se piensa que el bipartidismo «no está herido de muerte, pero sí enfermo». Han tenido un serio aviso y urgen terapias. En el PP subyacen muchas críticas hacia quien «ha pasado de la tele al escaño y, además, se lo han puesto en bandeja». Este grupo cree equivocado el análisis de que sus apariciones asustarán a la gente y benefician a la derecha. En el PSOE tampoco es unánime la opinión de que un giro radical retorne votos. Al final, las elecciones se ganan en el centro, pero Pablo Iglesias es un fenómeno inédito, a no descuidar. «Cuando la gente lo pasa mal, ha perdido casi todo y la obligas a salir del sistema, es muy difícil que vuelva a entrar en él», opina un experto sociólogo socialista.

Los dos grandes partidos afrontan sendos retos: el PP, la defensa de su gestión, con cercanía y cariño a su electorado. «Fiel, pero maltratado», dicen dirigentes populares. El PSOE, su liderazgo, que todos ven pasar por Susana Díaz y quien ella quiera. En este sentido, opinan que apoyará «a quien menos sombra le haga». En los últimos meses, ha crecido mucho la figura de Pedro Sánchez, con un pasado limpio, la esperanza blanca. Le llaman «el nuevo Felipe», pero está por ver si a Díaz le interesa un compañero brillante, o alguien más mediocre. De todos los aspirantes, en el partido coinciden en que quien menos apoyo concita ante las bases es Chacón y critican su marcha a Estados Unidos. «Cuando te vas, te vas, y no puedes volver sólo a incordiar y coger poder», dicen sus adversarios. De momento, todo está abierto, en un escenario político apasionante. Con dos cosas claras: Susana será algo más, y Mariano y Alfredo se echarán de menos.