
Bloqueo
Sánchez se atrinchera sin Presupuestos y prioriza los de 2026
El calendario aprieta y no hay avances ni en la quita de la deuda ni en techo de gasto
El primer pleno de este 2025 ha dejado al Gobierno más expuesto que de costumbre, sufriendo el batacazo más duro en lo que va de legislatura. El saldo de las votaciones que se produjeron ayer en el Congreso ha permitido clarificar el estado de situación de un Ejecutivo que trata de bracear insistentemente para demostrar la viabilidad de una legislatura herida de muerte. Con una mayoría de investidura enfrentada en política fiscal –el gravamen de las energéticas cayó por la incompatibilidad de caracteres entre Junts y el PNV con el resto de socios de izquierda–, las costuras de la aritmética que sostiene al Gobierno quedaron al descubierto en la reforma de las pensiones, que salió gracias al PP, y el decreto ómnibus –que tumbaron Junts y PP–. Desde Génova evocaron aquella frase que le dedicó Alberto Núñez Feijóo a Pedro Sánchez el mismo día de su investidura en noviembre de 2023: «Cuando sus socios independentistas le fallen, no venga a buscarme».
Más allá de los relatos enfrentados y del reparto de culpas –que el Gobierno trata de endosar por completo al PP, ocultando la responsabilidad de sus socios independentistas–, de puertas para dentro asumen que se enfrentan a un contexto endiablado si no son capaces de reconducir la relación con Carles Puigdemont. Obviando el discurso oficial, fuentes gubernamentales afeaban en privado a Junts lo que no estaban dispuestos a recriminar en público. «El texto estaba negociado y acordado. Quien diga que no, miente. Que cada palo aguante su vela», zanjaba un ministro, apuntando a las «circunstancias sobrevenidas» que impuso el líder de Junts desde Bruselas y que han hecho que se «hayan bajado del carro» del decreto ómnibus.
Se refiere a la suspensión de las negociaciones con el PSOE que Puigdemont decretó el viernes y que no fueron capaces de revertir en la reunión de esta semana entre los equipos negociadores. El hecho de que Junts no apoye una moción de censura del PP para expulsar a Sánchez no implica que la supervivencia del Ejecutivo esté, ni mucho menos, garantizada. El clima en el Gobierno ayer, al término de la sesión plenaria, era de profundo enfado, porque hasta que PP y Junts oficializaron sus negativas estaban convencidos de que podrían sacarlo adelante con el juego de presiones cruzadas y utilizando a los pensionistas como rehenes.
«Si no podemos revalorizar las pensiones, ¿cómo vamos a aprobar unos presupuestos?». Esta frase de un dirigente socialista demuestra el estado de ánimo con el que el partido encara semanas de negociaciones decisivas. La derrota de ayer marca un punto de inflexión. En Hacienda ni siquiera han emprendido en serio los contactos para la elaboración de las cuentas públicas. «Está todo parado», reconocen. Se han hecho tanteos puntuales para saber «qué pide cada uno», pero no se ha empezado a negociar en firme.
Todo está en compás de espera y enero era clave para que el Gobierno cumpliera los hitos que se había marcado en el calendario para poder presentar las cuentas públicas en el primer trimestre. El mes toca ya a su fin sin que Hacienda haya llamado a las comunidades autónomas para tratar la quita de la deuda, que Sánchez comprometió en la Conferencia de Presidentes de Santander, en un Consejo de Política Fiscal y Financiera a principios del año. Tampoco hay avances en la negociación del techo de gasto, paso previo para la elaboración del proyecto presupuestario. Fuentes gubernamentales aseguran que se quiere tejer una negociación global para asegurar que el aval a senda de estabilidad y los objetivos de déficit lleve aparejado un compromiso de que no se tumbarán las cuentas en el paso siguiente, vía enmienda a la totalidad.
En el Ejecutivo ya se han abonado a las negociaciones de última hora y a la ansiedad previa a las votaciones. Por ello, quieren rentabilizar al máximo los esfuerzos negociadores. Esto es, asumen que las cuentas que se aprueben, de hacerlo, serán para lo que reste de legislatura. Si el calendario sigue adelante sin avances, ya hay fuentes socialistas que deslizan que correspondería negociar los presupuestos para 2026 antes que centrarse en los del presente ejercicio. Aseguran que hay precedentes de cuentas aprobadas en mayo –las últimas de Mariano Rajoy–, pero en ese escenario cabría priorizar un ejercicio futuro y renunciar al actual. «No sería nada grave», señaló ayer el ministro Félix Bolaños sobre seguir gobernando con las cuentas actuales, esto es, con una prórroga.
Esta percepción es compartida por algunos de los socios de investidura consultados. Desde varios partidos de la mayoría comienzan a tener ya fundadas sospechas de que no habrá presupuestos y evidencian que todas las conversaciones apuntan a 2026. Además, elevan el volumen de su crítica hacia el PSOE por la manera que tiene de negociar, una estrategia que se topó ayer con la cruda realidad. Desde estas formaciones se echa en cara la «soberbia» con la que se relacionan los socialistas, pensando que hay medidas que los partidos no se atreverán a tumbar, por el impacto que tienen.
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