Contradicción

Sánchez engrasa la «máquina del fango» que venía a combatir

Llama a desterrar el insulto y los bulos, mientras tergiversa a Feijóo y Puente acusa a Milei de consumir «sustancias»

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez en una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez en una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Alberto R. Roldán La Razón

Hace una semana el país esperaba en vilo la decisión de Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno compareció, tras cinco días de reflexión, a las 11 de la mañana desde el Palacio de la Moncloa para oficializar que sí «merecía la pena» seguir al frente del país. Intentó, entonces, vestir su decisión de continuar planteando un debate sobre la política limpia, llamando a desterrar el insulto del discurso público y conjurándose contra la «máquina del fango» que avanza con la gasolina de los bulos y la desinformación.

Sánchez dijo «no tener todas las respuestas», esto es, no planteó más propuesta que ofrecerse a liderar la «regeneración democrática pendiente», una empresa con vocación mayoritaria para la que también emplazó a participar a la oposición. Sin embargo, a medida que avanzaron las horas, el ofrecimiento se convirtió en ataque y el presidente pasó a la ofensiva contra el PP y Vox, a quienes ha acabado la semana endosándoles directamente toda la responsabilidad del «barrizal» y el ambiente irrespirable que vive la política española.

Desde el Gobierno no se hace ninguna autocrítica. No se reconoce su contribución a esta situación y solo se lamenta no haber reparado antes en la trascendencia y el impacto que tiene la desinformación. Este discurso de denuncia pública de los bulos, solo en beneficio propio, pero no cuando perjudican al rival, se ha visto empañado por las maneras en que se desenvuelve el Ejecutivo. El propio Sánchez, en las entrevistas que ha concedido durante esta semana ha insistido en una idea que no es verdad. «El señor Feijóo ha dicho textualmente que lo que debería haber hecho mi mujer es quedarse en casa sin trabajar», dijo el 29 de abril en RTVE.

«He tenido que escuchar que mi mujer lo que tiene que hacer es no trabajar, quedarse en casa con una mano encima de la otra», volvió a insistir al día siguiente en la cadena Ser. Sin embargo, ni el líder del PP dijo eso ni se refirió explícitamente a Begoña Gómez. Las declaraciones a las que se refiere el presidente se produjeron en una entrevista en «La Brújula» de Onda Cero. Su director, Rafa Latorre, le preguntó al líder de la oposición: «Usted tiene una mujer que tiene una carrera laboral y no le va a pedir usted que deje de trabajar, ¿no?», a lo que Feijóo respondió: «No, evidentemente. Ahora bien, lo que sí le voy a pedir es que no tenga contratos con la administración pública (…). Ninguna mujer de ningún presidente del Gobierno se ha visto envuelta en la situación en la que está el señor Sánchez y su pareja. Incluso hay parejas de presidente del Gobierno que han dejado de trabajar para no tener ninguna duda al respecto», apuntó.

Más allá de las contribuciones del propio Sánchez a la desinformación, lo que ha supuesto un verdadero torpedo a la línea de flotación de su exigencia de avanzar en una política limpia, que destierre el insulto, han sido las declaraciones del ministro Óscar Puente, calificando al presidente de Argentina, Javier Milei, de ser «muy mala gente» y de consumir «sustancias» . Estas palabras en un foro del PSOE con jóvenes, más allá de generar un incipiente conflicto diplomático con un «país hermano», como rezaba el comunicado que se vio obligado a emitir Exteriores, demuestran en qué medida algunos de los perfiles elegidos por el presidente para componer su gabinete en esta legislatura no buscan precisamente rebajar los decibelios, sino responder con fiereza a los ataques que se reciben por parte de la oposición.

El titular de Transportes tiene fama de verso suelto, pero sus excesos verbales están más medidos de lo que pudiera parecer. Obedecen, por un lado, a una estrategia de confrontación directa con la oposición y, por otro, a la necesidad de desviar el foco a una polémica que permita a Sánchez coger oxígeno después de una semana adversa en la que ha tenido que hacer frente a las consecuencias políticas de su periodo de «reflexión». En clave de movilización, los ataques a Milei cotizan al alza entre el electorado progresista, más ahora que el presidente del Gobierno ha puesto en la diana a la «internacional ultraderechista» como el rival a batir de cara a las europeas del 9 de junio.

En Moncloa saben que la «alerta antifascista» genera importantes réditos electorales. No en vano, gracias a la percepción de que Vox era una amenaza real, que podía tocar poder tras su avance en las municipales y autonómicas, Sánchez pudo retener el gobierno después de las elecciones del 23J. Ahora, el Ejecutivo necesita desviar la atención del impacto internacional que ha generado el periodo de «reflexión» de Sánchez, que ha cogido más vuelo del esperado y que se ha acabado vinculando a «escándalos de corrupción de su mujer» –como titularon medios extranjeros–. Una lectura desvirtuada de una polémica en la que no habían reparado hasta ahora.