
Res non verba
Sánchez «ex machina»
Un guionista vaguete, sin ganas de complicarse, nos dibujaría una España sensata en la que PSOE y PP resolvieran con rapidez el aumento del gasto militar

Estos días la tierra está empapada. Borracha de agua. Casi cuesta creer que se trate del mismo suelo cuarteado de cuyas entrañas, no hace mucho, solo emanaban los desvelos de la sequía. Se diría que el guionista de allá arriba ha jugado con un «deus ex machina» de libro para sacarnos del atolladero, recurso que en el mundo de los guionistas está mal visto porque resuelve una trama complicada con un golpe de suerte milagroso. Algo así como un atajo para escritores tramposillos o con pocas ganas de devanarse los sesos. El caso es que en el guion de la vida nada está escrito de antemano y los giros copernicanos a veces sí se producen, así, sin más. Incluso provocando un nuevo orden mundial absolutamente inopinado.
Pasan los días y sigue consolidándose un mundo distópico (otro más, después de la pandemia) en el que nos vemos obligados a aceptar cosas que anteayer parecían inverosímiles. La Kyiv que albergó una final de Champions en 2018 comenzó una madrugada de invierno a ser objetivo del fuego de mortero. Misiles impactando en fachadas de edificios residenciales, escalofriantemente parecidos al que habitan nuestros hijos. ¿Y qué me dicen de la jesusgilización de la Casa Blanca? Donald Trump está reventando nuestros planes de pensiones vinculados a la renta variable porque está convencido de que desatar una guerra comercial, a ritmo de la yenka, devolverá la grandeza al tío Sam. Está saliendo mal parado hasta Elon Musk, y a Trump no se le ocurrió otra cosa el otro día que convertir la Casa Blanca en un concesionario de Tesla. Aparcó en la puerta todos los modelos y eligió, «pito, pito, gorgorito», el coche que iba a comprarse para resarcir un poco a su amigo/colaborador del desplome bursátil de sus compañías. Ya solo le falta anunciar el próximo arancel desde el jacuzzi con las Mama Chicho.
Lo peliagudo de este pandemonio es que a los españoles nos pilla con un Gobierno peculiar. Un guionista vaguete, sin ganas de complicarse, nos dibujaría una España sensata en la que PSOE y PP resolvieran rápidamente el aumento del gasto militar, ahora que Europa se ha quedado en cueros: sin el sostén de la energía rusa barata y sin la enagua del escudo defensivo estadounidense. Por más que nos guste encabronarnos, sobra consenso en la centralidad sociológica española para aumentar el esfuerzo en seguridad, sobre todo viendo cómo está cazando la perrita. Y no hace falta que te posea el fantasma de Kissinger para entender que nos hemos quedado sin el famoso dividendo de la paz. Sin embargo, en la política española lo que sobran son guionistas de creatividad exuberante, casi amazónica, de los que han llevado el maldito relato a cotas rococó que ahora cuesta desescalar, así a palo seco. Dile tú a Sánchez, a estas alturas, que reconozca que el muro que levantó contra la mitad de los españoles es una soberana estupidez o que con sus socios no se puede ir ni a cobrar una herencia. Lo sensato sería entender que el nuevo orden mundial requiere de un plan que trasciende una legislatura. Las decisiones que se deben tomar no son las de un Gobierno, sino de un Estado a largo plazo. Por eso la reunión de hoy entre Sánchez y Feijóo en la Moncloa (la primera desde diciembre de 2023) debería tener una rotunda solemnidad. Pero Sánchez solo va a conceder 30 minutos al líder de la oposición. Media hora mal contada para trazar qué quiere ser España de mayor en el nuevo escenario internacional. Y Feijóo todavía puede darse con un canto en los dientes porque el presidente le va a ofrecer diez minutos más de audiencia que al resto. Una azafata del Un, Dos, Tres nos diría, calculadora en mano, que el PP necesita 269.000 votantes para ganarse un minuto en Moncloa, mucho más que los 7.600 votos del BNG. Eso por no hablar de Vox, que con más de tres millones de apoyos han sido marginados. Ya saben, el relato.
Ese escuálido 1,28% del PIB nos recuerda que, para el gasto en Defensa, somos más agarrados que una pelea de monos. Nadie como nosotros ha vivido del dividendo de la paz y nadie como Sánchez va a tratar de hacerse el longuis en el déficit de seguridad. Ahora intentarán computar como gasto en Defensa cualquier partida de Interior o cualquier inversión en ciberseguridad. Y aprobar todo lo posible vía decreto, gobernando sin el Parlamento (el mayor homenaje a Franco a los 50 años de su muerte) Algunos dirán que si en algo somos buenos es en la creatividad contable. A Sánchez le salvó de la pandemia el «deus ex machina» de los fondos europeos. El rey del corto plazo busca ahora otra salida en un escenario de luces largas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar