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El presidente usa a la Zarzuela

Sanchez une al PP y a sus socios en la crítica a su «farsa»

También se vale de Moncloa, el partido y su familia para su último golpe de efecto. Coloca a los jueces en el centro de la diana con el anuncio de reformas

Son contadas la ocasiones en las que el PP y los socios de investidura coinciden en posicionarse por la misma razón contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y con un mismo eje conductor de su crítica. El líder socialista lo consiguió ayer cuando, después de sus cinco días de reflexión, compareció para anunciar que se mantendrá en el cargo, sin más explicación que una nueva reivindicación de su condición de mártir de la oposición, de los medios de comunicación que le critican y de la Justicia.

Y, eso sí, presentándose como el mesías que traerá a los españoles un programa de regeneración, en el que, entre líneas, se intuye que pretende colar la rebaja de la mayoría reforzada que hoy es necesaria en el sistema de elecciones de los vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Lo que supone dejar fuera al PP para sustituirlo por sus socios de investidura. Ésta es una vieja propuesta del PSOE y de Sumar, que los socialistas acabaron retirando por los recelos que provocaba en Europa. Con una investigación judicial abierta a la esposa del presidente, Begoña Gómez, no parece que la opinión de la UE sobre esta reforma, y sus efectos en la despolitización de la Justicia, vaya a mejorar en los próximos meses.

La forma en la que Sánchez ha resuelto su reflexión personal es vista por la oposición y por sus principales socios de investidura, PNV, Junts y ERC, como un «teatro», como un movimiento táctico político, presentado como de carácter personal, que demuestra que «le vale todo para la movilización y para exagerar aún más su hiperliderazgo» por el camino de la victimización y del ejercicio de la política desde el populismo. Los partidos independentistas catalanes reaccionaron desde la sospecha de que en este «vale todo» está, de fondo, el objetivo de la Generalitat en las elecciones del 12 de mayo.

Desde el PNV, su portavoz, Aitor Esteban, advirtió ayer de que este tipo de «reflexiones» se pueden gestionar de otra manera. Y la portavoz de Sumar, Yolanda Díaz, le recordó al presidente del Gobierno que no vale solo con estar en Moncloa, sino que tiene que ponerse de una vez a implementar el programa social de la investidura.

En una nueva pirueta de un político que se ha trabajado la fama de ser imprevisible y audaz, la resolución de esta reflexión personal, que ha terminado siendo vista como táctica política, deja al descubierto que es capaz de utilizar no solo la institución que representa, sino también a la Zarzuela (visita al Rey que hizo que se consolidase la idea de que iba a dimitir), a su partido, y hasta a su esposa, para colocar el foco sobre su persona y activar la movilización.

En otra pirueta política la «reflexión personal» ha terminado como una táctica más

La meta puede ser la campaña catalana, pero la realidad es que los problemas de Sánchez, y su debilidad parlamentaria, siguen igual que antes. Tampoco cambia la situación en la que se encuentra Begoña Gómez en lo que afecta a la investigación judicial abierta, en fase preliminar, ni en lo que toca a la exigencia de explicaciones que la oposición le exigirá en la comisión de investigación en el Senado. Primero le citaran a él, y, como vienen advirtiendo desde el PP, si las explicaciones no les convencen, o no se producen, llamarán a su mujer.

Moncloa y Ferraz se volcaron ayer en una operación de comunicación dirigida a instalar el mensaje de que dentro del PSOE se había desatado la euforia por la decisión del presidente. La alternativa, la dimisión, colocaba al partido ante el vértigo del futuro, pero la política oficial de comunicación del equipo de Sánchez no anula una realidad paralela, y de la que ellos deben ser conscientes incluso en esta etapa del pensamiento único que rige en el PSOE: el partido también se siente utilizado; la movilización dejó ver que Sánchez no arrastra a multitudes; y, además, sobre las siglas pesa otra conclusión que se impone a partir de lo que ha ocurrido en estos últimos días, el daño añadido al déficit de credibilidad que tiene el presidente del Gobierno, y que este episodio acentúa incluso dentro de la izquierda, salvo entre los más «hooligans».

Mientras desde las filas socialistas hay quien recordaba ayer que «para campaña de persecución personal se puede mirar a la que aplicó César Luena contra los socialistas que no se sumaban a la línea oficial», el PP y los socios coincidían también en sus críticas a la victimización del presidente con interés político.

Queda por ver en qué se traduce el señalamiento que volvió a hacer Sánchez contra los jueces y los medios de comunicación críticos, una vez que habló de esa campaña de regeneración sobre la que no adelantó ninguna medida. Ayer solo confirmó que convertía su crisis personal en una maniobra política con la Justicia colocada en el centro de su diana y Sumar alentándole a imponer un mayor control de los jueces. En el horizonte hay medidas como la reforma del proceso penal para limitar las acusaciones populares y la capacidad de iniciar la acción penal.

El presidente tiene, y ha tenido, la mayoría para impulsar esta reforma legal, o la de cambiar la mayoría necesaria para renovar el CGPJ, pero en el último momento siempre lo ha frenado. Ahora ha encontrado en el argumento de que la democracia está en peligro la razón para retomar estos proyectos.

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