Opinión

Los tentáculos de Sánchez

Su posición es ejercer de "Presidente" solo de la mitad de los españoles y todos sus pasos van encaminados en esa dirección

Acto de partido del Psoe en Ifema con la asistencia de Pedro Sanchez y Jose Luis Rodriguez Zapatero para celebrar la composición del nuevo ejecutivo. / © Alberto R. Roldán 26 11 2023
Acto de partido del Psoe en Ifema con la asistencia de Pedro Sanchez y Jose Luis Rodriguez Zapatero para celebAlberto R. RoldánFotógrafos

Todos los presidentes del Gobierno acaban creyéndose su propia leyenda. La situación hoy de Pedro Sánchez recuerda peligrosamente esa advertencia. La confianza ciega en sí mismo le ha llevado a perder el contacto con la realidad. En el aluvión de pasos que nos asustan un día sí y otro también, Sánchez ha ido pintado con trazo grueso su estrategia defensiva: deriva populista y hostilidad con la oposición. Su choque con la democracia lógicamente hace saltar las alarmas, porque adentra a España en un túnel sin luz.

Más allá del culto al líder propio de cualquier entorno presidencial, quienes le rodean y vibran con su proeza de haber retenido el poder tras perder las elecciones generales consideran ya que el presidente es capaz de lograr todos y cada uno de sus propósitos. Es más, están convencidos de que puede permitirse cualquier cosa. Sin cortapisas. El gran responsable de que así piensen es el propio Sánchez, quien, en otra prueba de su escasa calidad moral, se habría sentido "profundamente enojado" por las críticas del Grupo Prisa a su desvergüenza de designar como presidente de la Agencia Efe a su ex secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver.

Sánchez recurre a un círculo homogéneo y, ante todo, de confianza, para que ejecute hasta donde lleguen sus tentáculos las pautas que él vaya marcando. Su posición es ejercer de "Presidente" solo de la mitad de los españoles, en ningún caso del país en su conjunto. Para muestra, su maniobra a cuentagotas, destinada únicamente a recolocarse en el centro del tablero, de tender virtualmente la mano Alberto Núñez Feijóo. Todos sus pasos van encaminados en esa dirección. Desde el anuncio, hace ya demasiados días, de una llamada aún en el aire, hasta la voluntad de reunirse este mismo mes para escenificar el diálogo creando una comisión de trabajo, con la renovación del Consejo General del Poder Judicial como plato fuerte por consensuar. El complejo presidencial le confiere oficialmente la máxima relevancia. Hasta presume de contar con la mediación ante el PP del presidente del CGPJ, Vicente Guilarte. De estos mimbres está hecha la trampa de Sánchez que debe esquivar Feijóo.

Pero ese acercamiento a Feijóo que pregona Sánchez está fuera del guión. Nadie, ni en La Moncloa ni en Génova, espera gran cosa de esa cita, más allá de una foto. En cuanto concluya, la entente entre PSOE y PP seguirá siendo una asignatura pendiente. La Legislatura promete consagrar la división en dos bloques. El horizonte estará monopolizado en el medio plazo por todo lo que rodea la amnistía, huella imborrable de este mandato, y por las elecciones gallegas, vascas y europeas que prácticamente se solaparán con la entrada en vigor del borrado penal del procés. Los dos grandes partidos son conscientes de ello. Sánchez ha consolidado una situación de imposible retorno con Feijóo, a quien no ha tenido en cuenta ni siquiera en materias de Estado. No quedan puentes entre Gobierno y oposición.

Pedro Sánchez levita en su nube pero, ante el inicio de la tramitación parlamentaria de la amnistía, ha sumado tres entrevistas en apenas una semana, volcado en un intento de pedagogía ante la opinión pública. Desprende seguridad en que el tiempo correrá de su lado y sube nuevos peldaños equiparando la controvertida decisión con la Transición y la Constitución resultante. Como ocurrió hace 45 años, él hace "una excepción a la norma", defendió ante Susanna Griso en el plató de Espejo Público de Antena 3. El sentimiento contra la ley en ciernes se ha fortalecido, según constata el alto mando socialista, y hay que jugar el partido de combatir ese malestar de una parte de la militancia. Las federaciones han recibido el encargo de apretar en la labor explicativa a sus afiliados. La batalla está abierta. Para ganarla, el presidente del Gobierno pulsará los resortes necesarios. También aplicándose a la política de "tierra quemada" que ha sido su santo y seña como presidente.