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El personaje

Yolanda Díaz: La "bestia negra" de Iglesias

Pertenece a esa casta comunista con doble vara de medir, roja por fuera, burguesa por dentro

Ilustración Yolanda Díaz
Ilustración Yolanda DíazPlatónLa Razón

Las espadas están en alto por el poder a la izquierda del PSOE. Yolanda Díaz se mueve bajo un crudo enfrentamiento con sus antiguos amigos de Unidas Podemos y, salvo un pacto «in extremis», parece improbable que la cúpula de la formación morada acuda hoy domingo al madrileño polideportivo Antonio Magariños para la puesta de largo de Sumar, el proyecto de la vicepresidenta y ministra de Trabajo. Yolanda afronta este salto político como la delfín de Pedro Sánchez y la enemiga de Pablo Iglesias. Hace tiempo que el presidente del Gobierno apostó por Díaz para articular el espacio de la extrema izquierda, necesaria en bloque para reeditar la coalición que le permita seguir en La Moncloa. Pero los designios del líder podemita, telepredicador y activista, van por otro lado y ha convertido a Yolanda en su auténtica «bestia negra». Sánchez ha apoyado a su vicepresidenta para restar poder a los morados, bastante saturado de sus actitudes como una jaula de grillos en el Consejo de Ministros. Aquí la mano de Iglesias maneja a sus dos «halconas», Ione Belarra e Irene Montero, que mantienen un pulso sin tregua con la dama roja de Sumar.

Los días previos al acto de presentación de Sumar han sido un campo de minas con intrigas, presiones y declaraciones. La exigencia de las lideresas podemitas de unas primarias abiertas a la ciudadanía es un mero disfraz de la lucha por batutar el espacio a la izquierda del PSOE. El goteo de dirigentes regionales que han anunciado su presencia en el polideportivo Magariños, curiosamente el lugar donde Pedro Sánchez jugaba al baloncesto en su etapa de estudiante, es un desafío a la cúpula de los morados, cuya secretaria general, Belarra, se ha negado a recibir a Yolanda y delegado en la inane responsable de organización, Lilith Verstrynge. En el debut de Sumar estarán IU, Más Madrid, Compromís, los Comunes y un popurrí de siglas de extrema izquierda, mientras desde la cúpula de los morados, liderada por Montero, Belarra y Pablo Iglesias, se anuncia una purga de disidentes en las próximas listas electorales. A día de hoy, el pacto entre Díaz y Podemos está bastante verde, aunque las prebendas del poder podrían hacer milagros. Fuera de él hace mucho frío y los comunistas, con su doble vara de medir, bien lo saben.

En el entorno de Yolanda dicen que Iglesias es el instigador de todo. «Vive mejor como activista que en las instituciones», advierten. Por el contrario, en el círculo de Montero y Belarra le lanzan duras críticas: «Sin Podemos su propuesta no suma, resta». Esta frase circula por la cúpula del partido morado y denuncian que la apuesta de Sumar no añade activos a la izquierda del PSOE, sino que la mengua y divide. Desde hace meses, Iglesias confiesa que se equivocó con el «dedazo» de nombrar sucesora a Yolanda, mientras sus dos compañeras en el Consejo de Ministros, Belarra y Montero, comentan que carece de estructura organizativa y que su único aval sigue siendo la firma de Podemos. En el entorno de Díaz recuerdan que tiene el apoyo de Alberto Garzón por IU, de Iñigo Errejón y Mas Madrid, de los Comunes deAda Colau y de otras organizaciones radicales en Galicia, Aragón, Baleares y Navarra.

Con el beneplácito de Sánchez, quien necesita un bloque a su izquierda para intentar derrotar a Alberto Núñez Feijóo, la ministra de Trabajo define su plataforma como «transversal en una nueva izquierda», en un momento clave de la historia de este país, para la gente y la sociedad civil. Todo un riesgo, afirman en Podemos, como otros experimentos similares que fueron un rotundo fracaso. Las huestes de Iglesias recuerdan al poderoso banquero Mario Conde, quien intentó una operación parecida para descabalgar a José María Aznar del PP. Lo mismo sucedió con la Operación Reformista de Miguel Roca o la del francés Manuel Valls y su plataforma en Cataluña, operaciones de laboratorio que se saldaron en claras derrotas. «No vamos a entregarle el partido», advierten los morados.

Yolanda se defiende al tener el apoyo de IU, Mas Madrid o En Comú. Asesorada por antiguos lugartenientes de Iglesias, los catalanes Xavier Doménech y Jaume Asens, el radical comunista Enrique Santiago –cesado por Belarra como secretario de Estado y sustituido por Verstrynge–, pero sobre todo apoyada por La Moncloa, la ministra lanza Sumar convencida del deterioro de Podemos y sus malos resultados en los comicios de mayo. Será a partir del 28-M, en función de los votos, cuando puede cambiar el rumbo de una extrema izquierda trasnochada y pésima para España. Por el momento, algunos ministros del Gobierno observan como las de Igualdad y Derechos Sociales ni se hablan con su compañera. Pero Yolanda, menos arisca que Belarra o Montero, despliega sus encantos de zarina roja en guante de seda, melena rubia y modelitos de lujo, con el objetivo de encandilar a un electorado a la izquierda del PSOE.

El líder supremo escogió a esta gallega como heredera sin ser militante de Podemos. Afiliada al PCE y sindicalista de CC OO, Iglesias fue su asesor cuando ella trabajaba con el dirigente del BNG José Manuel Beiras. Desde su militancia en el grupo En Marea llegó como diputada al Congreso, se forjó como portavoz en relaciones laborales y su ascenso fue vertiginoso hasta que Iglesias la propuso ministra de Trabajo en el Gobierno de coalición social-comunista, donde ha estado vigilada de cerca por Belarra y Montero, auténticos «brazos armados» de Iglesias. Para unos es simpática y cercana, otros la tildan de puramente demagoga. Pertenece a esa casta comunista con doble vara de medir, roja por fuera, burguesa por dentro, enfundada en trajes de diseñadores y zapatos de alta gama, con una melena teñida de mechas rubias que se cambió hace años cuando su cabello natural, muy oscuro, la hacía mayor. Quienes la conocen la definen como «una roja entre algodones», con herencia familiar de comunistas y sindicalistas que nunca sufrieron los rigores de una saga puramente obrera. Puño de hierro en guante de seda, Yolanda sonríe frente a los berridos de Iglesias. Veremos quién gana.