Psicología

La necesidad de la terapia (online) en este confinamiento

Las terapias están centradas en dos temas gestionar la ansiedad preocupación que surge con el virus y la convivencia de 24 horas en casa.

Más que nunca debemos pedir ayuda psicológica si esto nos supera.
Más que nunca debemos pedir ayuda psicológica si esto nos supera.Pixabay

La crisis del coronavirus nos ha metido a todos en apenas dos semanas en la situación más excepcional de nuestras vidas, casi comparable a lo que vivieron nuestros abuelos durante la Guerra Civil. Si ya de por sí el ritmo de la vida actual hace que la función de los psicólogos sea importante para ayudarnos a gestionar nuestra vida, en estos momentos de crisis mundial esa ayuda de los profesionales adquiere una dimensión fundamental.

Es raro ver un informativo de televisión o un programa especial sobre los estragos que está produciendo el coronavirus, sin el testimonio de algún psicólogo. Y no es casualidad. Ahora más que nunca debemos aprender a gestionar la ansiedad que nos provoca esta situación de emergencia. Los psicólogos, al igual que el personal sanitario, o las fuerzas de seguridad, están haciendo un esfuerzo importante para ayudar a miles de personas a gestionar el aumento generalizado de la ansiedad que ha provocado esta pandemia. Los frentes abiertos son muchos: preocupación por la seguridad familiar, cambio radical de rutinas, convivencia forzada sin posibilidad de airearse, aumento de los niveles de estrés que provoca la inseguridad laboral, gestión de la tensión que provoca el aislamiento social.

Vivimos una situación extraordinaria y tenemos que generar recursos extraordinarios. Y no es difícil. Basta con seguir unos consejos muy simples. Los primeros días han sido los más duros. Hemos pasado de considerar casi imposible no poder tomarnos un café en el bar de la esquina a entender que debemos quedarnos en casa para no contribuir a generalizar el contagio. Basta echar un vistazo a las calles desde cualquier ventana para ver que durante la segunda semana de estado de alarma, casi todos hemos interiorizado que lo mejor que podemos hacer es quedarnos en casa. En este sentido los más pequeños y los adolescentes nos han dado una lección. Su capacidad de adaptación ha sido increíble. Pensábamos que tener a niños pequeños o adolescentes en casa sin salir podía convertirse en un infierno y la realidad es que en estos días de encierro se han adaptado y le han dado un giro de 180 grados a sus rutinas sin grandes cataclismos.

Ese sería el primer consejo, entrenar nuestra capacidad de adaptación y poner encima de la mesa todos los recursos que nos permitan generar herramientas y conductas que ayuden a ello. Es importante no generar expectativas que no podamos cumplir. Debemos ponérnoslo fácil en todo momento. La convivencia a la que nos obliga el estado de alarma en casa, hay que hacerla fácil, hay que gestionarla. Tiene que haber rutinas de trabajo. Tanto para los niños que no van a cole como para los mayores que no van al trabajo. Y nada funciona mejor que la planificación. Y la planificación tiene que estar orientada a engrasar la convivencia familiar, es decir, tiene que incluir actividades de provecho, como estudiar o trabajar, junto a actividades de ocio. Hay que mezclar de forma consensuada actividades familiares, con actividades individuales. Y no se trata de evadirnos de la situación que estamos viviendo sino de gestionarla de una forma emocionalmente segura y sana. Para ello debemos procesar la información correcta sobre lo que está pasando haciendo un esfuerzo por acudir a las fuentes correctas, alejándonos de los bulos y los alarmismos innecesarios.

A los más pequeños hay que contarles lo que está pasando porque formará parte de sus recuerdos y ese poso de información tiene que estar bien construido. Debemos enfrentarnos a lo que nos está ocurriendo de forma sana, poniéndole nombre a las emociones que nos provoca. En este terreno todas son válidas en la medida en que sean reales. El miedo, la angustia, la ansiedad se deben aceptar y enfrentar correctamente. No debemos tratar de quitarles importancia sino acompañar a quién las sienta para conseguir una total empatía con sus emociones. A los más pequeños hay que suministrarles la información que su nivel de madurez les permita aceptar. Además, esta situación nos puede dejar una gran enseñanza que debemos poner encima de la mesa. Tenemos una oportunidad importante para implicarnos en lo que está ocurriendo. Hay infinidad de iniciativas ciudadanas que nos enseñan estos días cómo ser mejores personas, como ser agradecidos con los que están cuidando de nuestra salud saliendo a aplaudir a los balcones, cómo ayudar a los que están enfermos escribiendo correos electrónicos que los médicos se han comprometido a hacerles llegar dentro de su aislamiento, cómo ayudar a las personas mayores que viven en nuestro entorno con gestos tan simples como bajarles la basura a la calle o traerles la compra a casa.

Tenemos una oportunidad de oro para nuestra sociedad salga reforzada, como lo ha estado siempre, en términos de solidaridad y ayuda al que tenemos al lado. De la misma forma hay que intentar quedarnos con algunas de las rutinas más interesantes que nos ha metido a la fuerza el estado de alarma y el confinamiento. Me refiero a rutinas de comunicación que habíamos perdido. En estos días nos estamos comunicando más por teléfono, vídeo llamada, y multillamadas que en los últimos años. Somos animales sociales y es vital tener ese contacto y fomentarlo en cualquier formato. El mejor antídoto contra la parte negativa del confinamiento forzado es la comunicación. Gracias al confinamiento estamos manteniendo contacto con personas a la que de otra forma no contactaríamos. Y no sólo con los amigos y los vecinos, sino entre familiares. En las familias, hemos pasado de las habituales conversaciones en las que reinan los monosílabos a hablar más, a tomarnos el tiempo para engrasar mejor los canales de comunicación. Hablar en estas circunstancias es mucho más que transmitir un mensaje al otro. Hablar puede ser un proceso de empatía con el otro, con sus emociones, con sus temores, es ponerse en su lugar para preocuparse por cómo está viviendo y tratar de ayudar en lo posible. Y eso, todas esas cosas positivas y especiales que estamos viviendo estas semanas deberíamos esforzarnos por que sean parte de nuestra vida, tras la crisis del coronavirus.