Sociedad

La historia de la familia a través de los divorcios más sonados de la historia

Isabel Zarraluqui publica Divorciadas con historia

Leonor de Aquitania, reina de Francia y una de las mujeres que más poder acumuló en la Edad Media
Leonor de Aquitania, reina de Francia y una de las mujeres que más poder acumuló en la Edad Medialarazon

Si hay una historia que resulta apasionante ésa es la historia de cómo se han vertebrado las familias a lo largo del tiempo. Y, por supuesto, para entender esto hay que comprender cómo se estructuraba el matrimonio, qué tipo de contrato era en las diferentes sociedades y qué se hacía en cada una de ellas para disolverlo si no funcionaba. O si es que era posible esa disolución

Si hay una historia que resulta apasionante ésa es la historia de cómo se han vertebrado las familias a lo largo del tiempo. Y, por supuesto, para entender esto hay que comprender cómo se estructuraba el matrimonio, qué tipo de contrato era en las diferentes sociedades y qué se hacía en cada una de ellas para disolverlo si no funcionaba. O si es que era posible esa disolución.

Elena Zarraluqui, abogada y especialista en derecho de familia, publica el libro Divorciadas con historia (ed. La Esfera de los libros) en el que hace un estupendo barrido de cómo se ha gestionado este dilema: qué hacer si el matrimonio no funciona, a lo largo de la historia.

El divorcio no es tan antiguo como creemos y la autora incide en recordarnos que “una cosa es el repudio y otra el divorcio, de hecho antes de la aparición del segundo, solo existía el primero y hay notables diferencias entre ambos: “En el divorcio hay un acto bilateral entre los cónyuges para disolver el matrimonio, mientras que el segundo es un acto de uno de los esposos en relación con el otro”.

Octavia, Urraca de Castilla, Leonor de Aquitania, Clara Campoamor, Magda Goebbels, Ingrid Bergman...la autora pone en contexto cada una de sus vidas en la época histórica que les tocó vivir ya que hasta después de la revolución industrial (e incluso después de ella), la mujer era considerada un mero instrumento. Para los reyes servía para ampliar fronteras y garantizar la sucesión. Para la nobleza era una garantía de aumentar patrimonio y conservarlo y para la clase más baja era pura mano de obra.

Con la llegada de cristianismo el divorcio se prohibió al ser considerado un vínculo indisoluble (por ser un sacramento) Hay que tener en cuenta que en esa época donde la mujer no contaba nada y desde luego no trabaja con un remuneración, esto supuso una garantía de ser mantenida ella y la prole, lo que no significaba que el resto de sus derechos fuesen protegidos, como por ejemplo las palizas, algo que estaba permitido e incluso alentado para llevar a la raya a la esposa.

La vida de todas estas mujeres, especialmente las anteriores a la edad contemporánea, fueron extremadamente duras y generalmente fueron piezas a encajar para sus tutores legales, maridos, padres o hermanos, que las usaron para lograr sus fines. El libro está estructurado por orden cronológico arrancando con un poco de historia sobre cómo se estructuraba la familia desde la antigua Babilonia (código de Hammurabi), el nacimiento del divorcio en la etapa griega donde los derechos de las mujeres, a pesar de la época, estaban bastante protegidos, especialmente en cuanto al tema de la dote. De hecho ella podía divorciarse si el marido llevaba a casa a otra mujer (salvo que fuese prostituta, en cuyo caso sí estaba permitido) o se acostaba él con otro hombre, aunque en este caso se solía hacer la vista gorda ya que Grecia fue muy permisiva con la homosexualidad.

En Roma inicialmente solo podía pedir el divorcio el hombre aunque más tarde evolucionó a que ambos pudieran solicitarlo. En la época del Imperio ya se podían divorciar porque simplemente no querían estar juntos. Tal y como expresa la autora en el libro: “los romanos, con una lógica aplastante, consideraban que no podía existir un matrimonio cuyos esposos ya no querían estar juntos”.

Con la llegada del cristianismo se prohibió el divorcio pero sí hubo cabida a la nulidad matrimonial que solo se aplicó en contados caso de nobles y sí en reyes y reinas por intereses de sucesión; por ejemplo que no hubiese descendencia o ésta fuese solo de varones (las mujeres no podían heredar). Por supuesto la “culpa” siempre era de la mujer y por la tanto era una gran deshonra para ella. Se dieron casos de mujeres repudiadas por no dar descendencia o solo de mujeres, que en sus segundas nupcias resultaron ser de una fertilidad de varones abrumadora. Es el caso de Leonor de Aquitania con cuyo segundo marido, Enrique de Plantagenet, futuro Enrique II de Inglaterra, tuvo ocho hijos en trece años. La historia de esta mujer es de las más fascinantes del libro ya que tuvo los arrestos, a pesar de la época, de luchar por sus derechos, hasta el de elegir marido (Enrique), que le gustó por apuesto y, desde luego, por ser un gran partido.

Justamente un divorcio cambió la historia de Europa. El de Enrique VIII y Catalina de Aragón. “No en vano, supuso un punto de inflexión en la historia de Gran Bretaña y de Europa, algo así como un primer Brexit, solo que mucho más tumultuoso y sangriento. En el cisma que provocó la disputa entre un hombre y una mujer está el origen de persecuciones, guerras y revoluciones que duraron varios siglos y cuyas secuelas aún están presentes en conflictos como el de Irlanda del Norte”.

El libro explica a través de mujeres que todos conocemos cómo se ha ido gestionando la historia de la familia a través de los matrimonios de las reinas. Un libro ameno e imprescindible para conocer mejor cómo se ha ido constituyendo Europa.