Cultura

Así es el festival de cine gallego que nació como una parodia de Cannes y puntuará en los Goya

El evento, que se celebra en una parroquia de apenas 400 habitantes, asciende desde la retranca rural de Galicia a la élite del cine español

Imagen de uno de los proyectos del festival, con el logotipo con forma de perro (can) en el centro.
Imagen de uno de los proyectos del festival, con el logotipo con forma de perro (can) en el centro. Festival de Cans

Cuando en 2004 un grupo de vecinos de la parroquia gallega de Cans, en O Porriño (Pontevedra), decidió montar un festival de cortometrajes con el nombre de su aldea como parodia del elitista certamen de Cannes, pocos imaginaron que veinte años después acabaría puntuando para los Premios Goya. Y sin renunciar a su espíritu irreverente, rural y combativo.

Este 2025, la Academia del Cine Español ha incluido oficialmente al Festival de Cans en la lista de certámenes de prestigio que calificarán para la próxima edición de los Goya, que se celebrará en 2026 en Barcelona. Así lo comunicó esta semana su presidente, Fernando Méndez-Leite, tras analizar la trayectoria del festival en una reunión de la Junta Directiva. La decisión supone un espaldarazo institucional a una cita que ha logrado lo que parecía imposible: hacer del campo gallego una referencia imprescindible para el cine independiente y de autor.

El único festival rural que califica para los Goya

Con esta incorporación, Cans se convierte en el único festival que se celebra en una zona rural -granjas, eras, lavaderos, hórreos y hasta establos reconvertidos en salas de proyección- que otorga puntos para la preselección oficial de los cortos a los Goya.

En concreto, cada corto seleccionado en su competición oficial sumará 1 punto, y cada corto premiado, 3 puntos. A partir de ahí, la Academia elaborará un listado de 15 cortometrajes entre los que se escogerán los finalistas.

El hito es aún mayor si se tiene en cuenta que comparte listado con eventos consolidados como el Festival de Málaga, la Seminci de Valladolid, el Festival Iberoamericano de Huelva o el Zinebi de Bilbao.

En ese olimpo entra ahora un festival que se celebra en una parroquia de apenas 400 habitantes, con tractores como lanzaderas oficiales y perros paseando entre el público. No por casualidad, su logo es un can: un guiño fonético a Cannes, sí, pero también una declaración de intenciones en clave de retranca gallega.

De la retranca al referente

El nacimiento de Cans fue más una broma con espíritu reivindicativo que un proyecto con pretensiones de trascendencia. Pero el humor, cuando se mezcla con talento, compromiso cultural y un fuerte sentido de comunidad, puede llegar muy lejos. En Cans, el cine se proyecta en galpones y alpendres, en un ambiente festivo donde la gastronomía local, la música en directo y los talleres comunitarios se entrelazan con la cultura audiovisual de vanguardia.

Más que un festival, Cans es una experiencia: sus organizadores lo concibieron como una forma de democratizar el cine y acercarlo a entornos rurales al margen de los grandes circuitos comerciales. Y funcionó.

En sus dos décadas de historia, por sus prados han pasado actores como Luis Zahera y Javier Gutiérrez, cineastas emergentes como Jaione Camborda y Álvaro Gago, o futuros ganadores del Goya como Lorena Ares, Xosé Zapata, Alberto Vázquez o Martín Romero.

Un regreso muy esperado

No es la primera vez que el festival formaba parte de los calificadores para los Goya: ya lo fue entre 2010 y 2016, hasta que fue excluido con el argumento de que sólo admitía obras de producción gallega. Desde entonces, la organización inició una larga reivindicación para ser readmitida, aportando datos sobre su palmarés y relevancia, y defendiendo que visibilizar el cine gallego no debía ser un obstáculo sino un valor añadido.

La vuelta a esta lista de festivales reconocidos cierra un ciclo y abre nuevas posibilidades para los creadores emergentes que, cada año, encuentran en Cans su primer gran escaparate. Porque, si algo ha demostrado este festival, es que no hace falta alfombra roja ni focos de plató para hacer cine del bueno. Basta con una comunidad, un tractor y muchas ganas de contar historias.