
Arte e historia
Así fue la impresionante restauración del ‘ingenio’ del mayor incensario del mundo
El mecanismo mueve, entre ocho personas y con una cuerda de 20 metros, una pieza de 62 kilos que alcanza los 68 kilómetros por hora

En directo, se trata de uno de los espectáculos más cautivadores que ofrece la Catedral de Santiago. Sólo eso ya sería suficiente, aunque detrás de la historia del ‘ingenio’ del Botafumeiro de Compostela hay precisamente eso, cantidades ingentes de ingenio y de talento, de sabiduría de otra época que, ahora, ha sido restaurada.
Porque sin duda no es fácil poner a volar sobre las cabezas de fieles y turistas un incensario, el más grande del mundo, que mide 160 centímetros, que pesa 62 kilogramos cuando está vacío y que, una vez que comienza su movimiento pendular, alcanza los 68 kilómetros por hora.
Con una cuerda de 20 metros, la operación requiere de los famosos ‘tiraboleiros’, ocho personas que, de modo coordinado, comienzan con el desplazamiento lateral. Despacio, muy despacio, primero, hasta que el Botafumeiro supera las rejas del altar mayor, momento en el que se puede incrementar la velocidad del movimiento.

De no hacerse bien, existe el riesgo de tragedia, algo mucho más controlado en estos días, pero que recorre la historia de un incensario con cerca de mil años de relato. Así, por ejemplo, el día del Apóstol de 1499, mientras honraban a la princesa Catalina de Aragón, el Botafumeiro salió volando y se estampó contra la puerta de Platerías.
El segundo fallo tuvo lugar el 23 de mayo de 1622, cuando la cuerda se rompió y el Botafumeiro cayó contra el suelo. Después, apenas un accidente fruto del asombro que provoca: en el siglo XX le rompió las costillas y la nariz a alguien que se acercó demasiado para admirarlo.
El ingenio
Una admiración que no resulta extraña. A fin de cuentas, frente a sus desproporcionadas proporciones, uno puede dejar de preguntarse qué mecanismo controla la cadencia. La respuesta es fácil de datar, aunque más difícil de explicar.
El aparato que permite el funcionamiento del Botafumeiro, el ‘ingenio’, fue ideado por el aragonés Juan Bautista Celma en 1602, y es el mismo que a día de hoy sigue impulsando el incensario.
Se encuentra situado en un armazón elaborado a modo de cimbra de hierro, apoyado en las cuatro columnas principales del crucero de la catedral, y está compuesto principalmente por un eje y dos tambores que, unidos de modo solidario, giran en ambos sentidos para impulsar su vuelo.

Ahora, la Catedral de Santiago acaba de publicar un vídeo divulgativoque explica todo el proceso de restauración que sirvió para recuperar este mecanismo. Una pieza que, como es lógico, ha sido objeto de actuaciones en diferentes momentos de la historia.
Última reparación
La más reciente, la explicada en el vídeo y que se enmarca en el programa de recuperación del patrimonio que promueve la Catedral de Santiago. Durante el último 2024 se procedió a restaurar este ‘ingenio’ en un proyecto que se ejecutó a lo largo de varios meses y en el que intervinieron diferentes profesionales y expertos.
La pauta general fue la de devolver los elementos dañados o alterados a su conformación y apariencia original allí donde era posible, e introducir los elementos nuevos imprescindibles para asegurar su resistencia y estabilidad.
Con este enfoque, se retiraron los chapones de refuerzo de los discos exteriores de los tambores, se restauraron sus discos rotos y se introdujeron discos interiores de refuerzo; se hizo una guía nueva y se restauraron las demás.
El eje de acero se enderezó, se acuñó dentro del de madera, y sus extremos se tornearon; se fabricaron nuevos cojinetes mejor ajustados y se introdujeron casquillos como topes a su desplazamiento lateral. Se eliminaron los repintes sobre la madera y se logró recuperó la policromía histórica del siglo XVIII.

Hoy, cualquiera que acuda a la Catedral en los días señalados en los que vuela el Botafumeiro, podrá disfrutar de su vuelo restaurado. Uno que sigue demandando de los ocho ‘tiraboleiros’, que lo traen de la Biblioteca cargado de incienso y carbón.
Tras atarlo a la maroma que pende frente al altar mayor con tres gruesos nudos, lo bombean tirando con fuerza y precisión cuando se halla en el punto más bajo de su recorrido.
De esta forma el Botafumeiro alcanza en sólo minuto y medio esa velocidad de 68 kilómetros por hora, llegando a formar un ángulo de 82 grados sobre la vertical, y describiendo un arco de 65 metros de amplitud. En total, son 17 ciclos de vaivén que dejan en los espectadores un recuerdo imborrable y que se sustentan sobre ese ‘ingenio’ ahora reparado.
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