Turismo

Así es el paraíso de Galicia con pasado de piratas y caza de brujas

Esta joya de las Rías Baixas, con casi 40 playas y vistas privilegiadas a las Cíes, guarda un pasado de ataques corsarios, leyendas de meigas y danzas ancestrales

Playa de Barra.
Playa de Barra. Turismo de Cangas

Hay lugares en los que la belleza presente apenas alcanza a ocultar las sombras del pasado. Espacios en los que el viento huele a sal mezclado con memoria. Cangas del Morrazo, en el extremo occidental de la provincia de Pontevedra, podría ser uno de ellos.

Allí, el visitante se deja sorprender por el resplandor de sus playas, casi cuarenta, repartidas entre la ría de Vigo, la de Aldán y la Costa da Vela. Pero si rasca bajo la arena podrá encontrar historias de fuego y sangre, de esas que mezclan desembarcos de piratas, quema de iglesias y juicios a mujeres acusadas de brujería por el simple hecho de ser viudas o saber demasiado sobre plantas.

Relatos que hablan de otra época. Por ejemplo, diciembre de 1617, cuando la villa fue arrasada por piratas berberiscos que fondearon sus navíos en las Cíes y desembarcaron en las playas de Rodeira y Punta Balea. Durante tres días, saquearon casas, prendieron fuego a templos y se llevaron consigo a decenas de vecinos que acabarían vendidos como esclavos en Argel.

Aquella invasión dejó a Cangas herida y desprotegida. En los años siguientes, las sospechas y los miedos se transformaron en juicios inquisitoriales. La más conocida de aquellas víctimas fue María Soliña, viuda de un hombre influyente, que fue arrestada, torturada y obligada a confesarse bruja. La historia, tan repetida como deformada, la convirtió en símbolo de la represión y hoy da nombre a plazas, esculturas y versos.

Cabo Home.
Cabo Home. Turismo de Cangas

No fue aquella la única vez que el mar trajo desgracias. En 1702, durante la batalla de Rande, los cañonazos cruzaron la ría mientras las gentes de Cangas observaban desde la orilla cómo se hundían galeones cargados de tesoros de América. Y ya en el siglo XX, las calas que antes sirvieron de escondite a corsarios se convirtieron en puntos clave del contrabando de tabaco y, más tarde, del narcotráfico. Algunas de esas historias han sido llevadas al cine y aún hoy sobreviven en la memoria popular.

Playas espectaculares

Pero no todo en Cangas es leyenda o tragedia. Lo que atrapa, lo que cautiva de verdad, es su paisaje. Desde la playa urbana de Rodeira hasta las paradisíacas Nerga, Viñó, Barra o Melide, este municipio presume de algunas de las mejores playas de Galicia, muchas con Bandera Azul.

En la Costa da Vela, entre acantilados y árboles, se alza el Cabo Home, coronado por tres faros solitarios. Al atardecer, el sol se esconde entre las Cíes y Ons tiñendo el cielo de fuego, mientras el monte do Facho, antiguo santuario celta y romano, observa desde lo alto con su aire místico.

La naturaleza aquí no se limita a lo espectacular. Hay rincones íntimos, como Punta Balea, donde conviven marismas, dunas y bosque atlántico, y que hoy está protegida como espacio natural por su rica biodiversidad. En este pequeño paraíso costero se han catalogado más de 400 especies vegetales y 140 tipos de aves.

El alma marinera de Cangas sigue latiendo con fuerza. A diario, la flota pesquera parte desde el puerto, y en la lonja se subastan pulpos, navajas, vieiras y mejillones. La gastronomía local es un recuerdo permanente del mar: empanadas recién horneadas, marisco cocido o a la plancha, caldeiradas de pescado… En cualquier taberna se saborea esa legado de generaciones que vivieron mirando al horizonte.

Fiestas y celebraciones

Y, como toda tierra con raíces hondas, Cangas celebra lo suyo. Cada julio, la Virgen del Carmen sale en procesión por mar, acompañada de barcos engalanados y salvas de pólvora.

Las Islas Cíes desde el mirador de O Facho.
Las Islas Cíes desde el mirador de O Facho. Turismo de Cangas

En agosto, las Fiestas del Cristo llenan las calles de gaitas, fuegos y bailes tradicionales. En las parroquias de Hío y Darbo, sobreviven danzas únicas en Galicia: hombres con sombreros floridos y mujeres con mantones ejecutan coreografías que se remontan siglos atrás. Son rituales vivos, transmitidos de padres a hijos.

Caminar por el casco viejo es recorrer la historia. Las callejuelas empedradas, las casas de piedra con balcones de madera, los soportales, los cruceiros.... La iglesia de Santiago, reconstruida tras la invasión corsaria, preside el centro con su mezcla de estilos y cicatrices. Frente a ella, la estatua de una sirena de bronce, homenaje a los trabajadores del mar, da la bienvenida a quienes llegan desde el agua.

Porque una de las formas más bonitas de entrar en Cangas es hacerlo en barco desde Vigo. En apenas 20 minutos, el viajero cruza la ría y se adentra en este rincón donde confluyen lo sagrado y lo salvaje. También se puede llegar por carretera desde Pontevedra o Santiago, o volar al aeropuerto de Peinador y conducir apenas 40 kilómetros.

De este modo, Cangas del Morrazo se configura como algo más que un destino de verano. Es un lugar en el que el mar susurra historias, donde las playas esconden secretos y el el folclore todavía baila al ritmo de otro tiempo. Un espacio en el que, si se presta atención, puede oírse la voz de María Soliña entre las olas. Y entonces se comprende que en Galicia hay sitios que no sólo se visitan: se sienten y se cuentan.