
Carnaval
Barro, hormigas y tradición: la fiesta más salvaje del Entroido está en Laza
Una celebración donde el acervo y el caos se dan la mano en un espectáculo único

Cada año, la pequeña localidad ourensana de Laza se convierte en el escenario de uno de los carnavales más salvajes y ancestrales de Galicia. Declarado de Interés Turístico Nacional, este carnaval es un auténtico espectáculo de tradiciones centenarias donde la fiesta se mezcla con la resistencia física en un ambiente de absoluta entrega. Su día grande, el Luns Borralleiro, es sinónimo de caos controlado, donde el barro, la harina, la tierra y hasta las hormigas se convierten en protagonistas de una celebración que desafía cualquier convención.
Una guerra de barro para inaugurar el día
El lunes de carnaval amanece en Laza con la farrapada, una batalla campal en la que trapos empapados en barro vuelan sin tregua entre los asistentes. No hay reglas ni alianzas: vecinos y visitantes se lanzan sin miramientos a la contienda, con el objetivo de ensuciar al prójimo. Los más experimentados acuden pertrechados con chubasqueros, gafas de esquí y botas de agua, sabedores de que no hay escapatoria posible. Durante una hora y media, la Praza de A Picota se convierte en un lodazal donde todo vale y donde los pocos rezagados acaban irremediablemente atrapados en la vorágine del fango.
La tregua llega con la Xitanada dos Burros y los Maragatos, un desfile en el que jóvenes montados en burros recorren las calles parodiando a los antiguos viajeros entre Galicia y Castilla. Este peculiar intermedio marca el fin de la farrapada y da paso a la siguiente y más esperada batalla del día.
La llegada de la Morena
Por la tarde, el protagonismo recae sobre la Baixada da Morena, uno de los momentos más emblemáticos del Entroido de Laza. La Morena es un personaje representado por un hombre cubierto con una cabeza de vaca tallada en madera, que avanza acompañado por vecinos armados con sacos de tierra y hormigas previamente recolectadas en el monte. En su llegada a la Praza da Picota, la lluvia de insectos y polvo sobre los asistentes desata el clímax de la fiesta. La tradición, según cuentan los más mayores del lugar, se remonta a una creencia popular que vinculaba a las hormigas con la fertilidad, motivo por el cual antiguamente se lanzaban solo a las mujeres.
Este caos festivo culmina con la entrada de los Peliqueiros, los personajes más icónicos del Entroido de Laza. Vestidos con un llamativo traje de más de 25 kilos, adornado con cencerros y una máscara tallada en madera, los Peliqueiros recorren las calles imponiendo su autoridad a golpe de zamarra. Ellos son los guardianes de la tradición y representan el orden dentro del descontrol.
El último asalto
La jornada finaliza con el reparto de la tradicional bica y del licor típico de la localidad, el xastré, una recompensa merecida para quienes han resistido la intensidad del día. Exhaustos pero eufóricos, los participantes celebran en comunidad el último asalto de un carnaval único en el mundo, donde la esencia primitiva del Entroido sigue intacta a pesar del paso del tiempo.
Laza no entiende de disfraces elaborados ni de desfiles de fantasía. Aquí, el Entroido se vive con intensidad, con tierra bajo las uñas y hormigas en el cuello, con la certeza de que, por unas horas, la tradición y el desenfreno caminan de la mano en una fiesta que es, ante todo, una prueba de resistencia y pasión colectiva.
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