Naturaleza

Estas son las playas más deseadas de Galicia para National Geographic

Se trata de tres lugares en los que el tiempo parece detenerse entre castros, arenas blancas y catedrales de piedra

Playa de Rodas.
Playa de Rodas. Turismo de Galicia

Hay lugares que parecen haber sido modelados por el paso del tiempo y el destino. No basta con decir que son bonitos, que llaman la atención, que en ellos uno podría detenerse: hay que vivirlos, pisarlos con lentitud para apreciar el paisaje, la memoria, el relato y el misterio que se oculta en ese diminuto paraje por descubrir.

En Galicia, tierra de sol y mar, de acantilados y de bosques en los que el viento lleva siglos susurrando viejas canciones, existen algunos de estos lugares. En este sentido, National Geographic ha escogido sus playas más deseadas, y la comunidad responde con tres nombres casi clásicos en cualquiera de estas valoraciones: Castro de Baroña, Rodas y As Catedrais.

Castro de Baroña o los dioses de piedra y sal

Apenas una lengua de tierra se adentra en el Atlántico como si quisiera desafiarlo. Allí, el mar bate con fuerza y la roca se alza como una cicatriz antigua que esconde el Castro de Baroña, en la costa de Porto do Son (A Coruña). No es una playa cualquiera: es un altar. A sus pies, una cala de arena clara y salvaje acoge a los visitantes como lo haría un hogar de otro tiempo.

En este rincón vivieron, hace más de dos mil años, los galaicos, pueblo celta que trazó en piedra su modo de vida. Las viviendas circulares aún se reconocen entre los matorrales y las zarzas, y si uno escucha con atención, podría jurar que todavía suenan los cascos de los caballos, los cantos rituales, el crujido del fuego bajo la noche estrellada.

Castro Baroña.
Castro Baroña. Turismo de Galicia

La playa, recogida entre peñascos, es pequeña pero poderosa. No tiene duchas ni hamacas, aunque tampoco hace falta. Aquí se viene a disfrutar, a sumergirse en el agua fría y cristalina, a leer tumbado sobre una roca tibia, a caminar descalzo sobre el pasado. En verano, las gentes que llegan desde lejos lo hacen en silencio, como si intuyeran que el castro los observa. Que no basta con ver: hay que respetar.

Rodas: el Caribe que soñó con ser Galicia

Apenas se abren las puertas del barco y se pisa el muelle de las Islas Cíes, el mundo cambia. El bullicio de Vigo queda atrás, y el sonido de las gaviotas, el olor salitre y la promesa del paraíso se adueñan de uno. La Playa de Rodas, reconocida como la mejor del mundo por The Guardian, surge como una curva perfecta de arena blanca y aguas turquesa, tan claras que uno cree estar flotando en otros lares.

Pero esto no es el Caribe. Es Galicia. Y lo que aquí deslumbra no es sólo la belleza, sino su carácter intacto, preservado con mimo dentro del Parque Nacional das Illas Atlánticas. Rodas une dos islas, Monteagudo y Faro, como si fuera un puente de paz, y a su espalda crecen pinos que perfuman el aire. Los senderos están marcados con respeto y las rutas llevan a miradores donde las aves sobrevuelan el horizonte.

Todo está medido: los visitantes diarios se cuentan, el acceso se reserva con antelación, y la única manera de llegar es por mar. No hay coches, ni hoteles. Sólo tiendas de campaña para los que quieren dormir bajo las estrellas y despertar con el rumor del mar.

A fin de cuentas, aquí, uno no viene a “pasar el día”. Viene a reconciliarse con el mundo.

As Catedrais: una catedral sin campanas

Y al norte, en la provincia de Lugo, donde Galicia se asoma a Asturias y el Cantábrico lleva siglos levantando esculturas con manos invisibles, aparece la última maravilla: la Playa de As Catedrais. Su nombre verdadero, Aguas Santas, revela una devoción que el tiempo convirtió en asombro arquitectónico. Porque aquí, entre marea y marea, se revela un templo natural: arcos de más de treinta metros, pasillos de piedra, bóvedas abiertas al cielo.

As Catedrais.
As Catedrais.Turismo de Galicia

Sólo se puede visitar con la bajamar. Como una reliquia sagrada, As Catedrais exige espera, respeto y devoción. No es una playa de toalla y sombrilla, sino de paseo lento y mirada reservada. Caminar entre sus columnas, tocarlas, escuchar el eco de las olas entre las cuevas, produce la misma emoción que cruzar el umbral de una catedral gótica al atardecer.

La Xunta regula su acceso en los meses de más afluencia, y la experiencia se completa con senderos costeros que conectan este paraje con otras calas salvajes. A pocos kilómetros, Ribadeo ofrece al visitante lo mejor de la gastronomía gallega y casonas indianas donde también habita la memoria.

El viaje interior

En un mundo que corre, estas tres playas invitan a detenerse. No son meros destinos turísticos: son lugares donde uno se reencuentra. El Castro de Baroña habla del origen; Rodas, de la naturaleza; As Catedrais, de la belleza esculpida por el tiempo. Galicia, que nunca se da del todo en la primera mirada, las ofrece con la generosidad de quien sabe que el verdadero viaje siempre es hacia dentro.

Tal vez por eso National Geographic las escoge. Porque en tiempos de ruido y exceso, hay que saber volver al mar. Y escucharlo.