
Fronteras
La frontera más abierta de Europa: así se cruzan las vidas entre Galicia y Portugal
La cooperación entre municipios, la mezcla cultural y la vida diaria entre dos orillas dan forma a una de las zonas más integradas del continente

En la orilla gallega del río Miño, la ciudad de Tui despierta cada mañana con la vista puesta en su vecina portuguesa Valença do Minho, al otro lado del puente internacional. Lo que durante siglos fue una frontera estricta hoy es un paso cotidiano: en minutos, vecinos y visitantes cruzan a pie o en coche para ir al trabajo, hacer compras o tomar un café, chapurreando una mezcla entrañable de gallego y portugués.
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Estas parejas urbanas transfronterizas se conocen como eurociudades: localidades de dos países distintos separadas por apenas unos metros. En Galicia existen varias, y tres de ellas crecen al amparo del Miño: Tui-Valença, Tomiño-Vilanova de Cerveira y Salvaterra de Miño-Monção, unidas por puentes centenarios que antes fueron aduanas y hoy son símbolos de conexión.
A raia, una frontera que une
La frontera gallego-portuguesa, conocida como a raia, es un territorio donde la vida transcurre sin límites reales. Los vecinos cruzan cada día al país vecino para trabajar, comprar o disfrutar de los mercados. Estas eurociudades comparten servicios públicos y proyectos comunes, aprovechando fondos europeos que impulsan su desarrollo.
Lejos de ser una línea divisoria, la frontera se ha convertido en un lazo económico y cultural que multiplica oportunidades turísticas y refuerza el sentimiento de identidad compartida.
Durante buena parte del siglo XX, sin embargo, la raia fue escenario de penurias y picaresca. Las célebres trapicheiras cruzaban mercancías de estraperlo —café, harina, telas— para sostener a sus familias. Hoy, aquel pasado forma parte de la memoria colectiva, y la vida entre ambas orillas se entiende como un espacio compartido y abierto.

Tui y Valença: historia, comercio y fraternidad
Los tudenses y valencianos llevan la cercanía en su día a día. En Tui muchos vecinos hablan portugués, y en Valença, gallego. Su vínculo gira en torno al puente internacional de 1886, un viaducto de hierro convertido en símbolo de fraternidad, al que pronto se sumará otro puente peatonal y ciclista.
Valença conserva su fortaleza medieval de murallas estrelladas y su animado mercado al aire libre, donde gallegos y portugueses regatean en portuñol entre tenderetes. Al regresar a Tui, el viajero descubre su Catedral de Santa María, joya románico-gótica que corona el casco viejo.
Tomiño y Vilanova de Cerveira: naturaleza y arte
En la eurociudad Tomiño–Vilanova de Cerveira, la naturaleza y la cultura se dan la mano. En Goián, el Espazo Fortaleza —un antiguo fuerte rehabilitado— y los petroglifos del Monte Tetón son visitas imprescindibles.
Frente a ella, Cerveira seduce con su Miradouro do Cervo, el columpio panorámico que domina el valle del Miño, y con su Bienal Internacional de Artes Plásticas, una cita cultural que atrae artistas de toda Europa.

Salvaterra y Monção: vino, termas y fortalezas
La tercera eurociudad, Salvaterra de Miño–Monção, comparte el amor por el vino albariño. En la parte gallega domina la subzona del Condado do Tea (Rías Baixas); en la portuguesa, el célebre Vinho Verde.
Ambas celebran sus vendimias como fiestas comunes y han convertido el enoturismo en un motor económico. Salvaterra presume de su Castelo medieval y del parque de A Canuda, el mayor de Galicia. En Monção, las aguas termales y la ecopista fluvial invitan al descanso entre viñedos y miradores.
Visitar las eurociudades del Miño es vivir lo mejor de dos mundos. Galicia y Portugal comparten idioma, paisaje y hospitalidad, pero cada orilla conserva su carácter. Al despedirse de la raia, uno comprende que aquí la frontera no separa: une.
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